Aunque se estrenó ya hace unos semanas no me habia animado aún a verla. Y hoy, sin pretenderlo a priori, pues me he visto delante de la taquilla de unos multicines de esos de centro comercial (en realidad iba a echar la Primitiva) y me he decidido en un momento. La sala tenía su adecuada refrigeración, siendo una primera sesión apenas éramos cuatro gatos en la sala (lo cual también se agradece) y la película se ha disfrutado con un cierto sopor propio de una hora cercana a la sobremesa. Con todo, he pasado un rato entretenido.
Y aquí me quedaría en mis comentarios si no fuera porque la película tiene sus cosillas que me impulsan a decir algo más. Ya en su momento desconfié con el tráiler: ¿a estas alturas volvemos al universo de El planeta de los simios? Todos recordamos la película originaria, con ese Charlton Heston maldiciendo de rodillas a la especie humana delante de los restos de una Estatua de la Libertad neoyorquina semienterrada en una aparentemente idlílica playa. Recordamos sus secuelas, que iban cada vez más a peor, aunque tenían también un no sé qué fascinante. Y especialmente recordamos el bochornoso remake de Tim Burton (hasta un genio emborrona cuartillas en ocasiones) hace ya una década. Por tanto, acercarse, y en plan precuela, era arriesgado. Y más con un director apenas conocido, Rupert Wyatt (ni lo conocía, oigan) y un James Franco de protagonista, un actor que suele ser irregular y que posiblemente no pudiera llevar el peso de la trama.
Ya empezamos equivocándonos, pues no es Franco quien (afortunadamente) lleva el peso de esa trama, sino un simio inteligente, César (no es gratuita al elección de este nombre), a cargo de Andy Serkis (AKA Gollum, próximamente un repixelado capitán Haddock en el Tintín spielbergniano). Y afortunadamente además porque sin apenas palabras, César se erige en nueva criatura frankensteniana, del mismo modo que a su modo el personaje de James Franco, el científico Will Rodman, juega a Dios no en tanto en cuanto a dar la vida, sino a intentar vencer a la enfermedad del Alzheimer que está devorando la memoria y la capacidad de su padre (un John Lithgow algo sobreactuado). La lucha contra la enfermedad se convierte en desafío de imprevisibles consecuencias cuando, fruto de la experimentación, nace César con una capacidad cognitiva y con un una inteligencia cuasi-humana que le llevará a ser el líder de una banda de simios, también muy humanizados en cuanto a su comportamiento. Es curioso que podamos dejar en la mesilla de noche nuestra incredulidad y olvidar que la película está plagada de maniqueísmos muy humanos en simios cuasi-humanos. Pues César tiene un carácter mesiánico, líder casi espiritual (y no tanto físico) de un puñado de simios (convenientemente multiplicados por la magia de los efectos digitales, pero a fin de cuentas una banda), capaces de derrotar con actitues muy humanas a, precisamente, los que son la especie humana (eso sí, con contención). Y encontramos también esos maniqueísmos en el propio comportamiento de los humanos: la codicia del magnate de los laboratorios científicos, la soberbia del dueño del refugio de animales, los prejuicios del vecino de Will y la crueldad del muchacho encargado del cuidado de los simios en dicho refugio. Se salvan de la hoguera los dos protagonistas, Will y su novia Caroline (Freida Pinto), que observan desde la barrera lo que va sucediendo. En el caso de Will es curioso que siendo el causante de lo que con la perspectiva de un tiempo imaginado podría ser considerado el origen (no tanto del planeta de los simios) de la debacle humana, de la esclavitud y de la preponderancia de la especia simia (lecturas más de corte moral nos podrían llevar por otros derroteros).
Con suerte, estos maniqueísmos no empañan una película con un ritmo sosegado, que se agiliza en su segudna parte, con una disparatada batalla sobre el Golden Gate de la bahía de San Francisco (siendo aún más disparatada la meliflua actitud humana). César el simio cuasi-humano fascina, nos dejamos llevar por su evolución (física y especialmente mental), así como por su componente de líder de una banda a los que, irónicamente, seduce con métodos humanos. El guión tiene sus agujeros, hay momentos de cierto aburrimiento en una trama con involuntaria voluntad de ser episódica, más que de ir más allá. Y Patrick Doyle vuelve por la puerta grandesi obviamos su más bien discreta aunque algo estridente partitura de Thor) con un score musical de altura. Y el resultado es una película de final abierto, más interesante aún si cabe, con un cierto continuará tras los primeros títulos de créditos finales (que muchos se perderán si salen en estampida de la sala nada más terminar la película).
En definitiva, una sorprendente, para bien y para mal, apuesta veraniega que deja un mejor sabor de boca del que uno se podía imaginar.
2 comentarios:
Durante la primera mitad del metraje la peli es muy interesante (rollito cinentífico y tal). Pero poco a poco se va conviertiendo en un mero homenaje al 3D, en un alarde de artificios y acción.
Explica cómo los simios alcanzan una inteligencia equiparable a la humana, pero eché en falta un poco de explicación, de detenimiento en el exterminio de los hombres.
Tal vez haya segunda parte.
Una precuela para algunos algo innecesaria, pero creo que para todos entretenida. Merece la pena verla si te gusto la anterior pero tampoco esperando grandes cosas.
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