Principiantes, esa sería la traducción más exacta para esta película. Principiantes en muchos sentidos, además. Empezando por Oliver (Ewan McGregor), que inicia una relación con la peculiar Anna (Mélanie Laurent). Una relación que se inicia en los peores momentos, también en cierto modo, de ambos personajes: Oliver, dibujante en crisis personal y profesional, ha perdido a su padre, Hal (Christopher Plummer), apenas unos meses atrás. Hal salió del armario a los 75 años, tras casi medio siglo de matrimonio: su homosexualidad fue reprimida por los convencionalismos pacatos de una sociedad, en los años cincuenta, en las que vivir abiertamente esta condición sexual era algo poco menos que imposible. Su matrimonio con Georgia (Mary Page Keller) fue feliz, sin embargo, todo lo feliz que podía serlo para Hal. Oliver creció amado por sus padres pero pronto descubrió que la vida de sus padres no era tan perfecta ni tan romántica. Por ello, ya de mayor sus relaciones no funcionaron: temía que fuera como la de sus padres. Hasta que aparece Anna, una actriz francesa que vive habitualmente en hoteles y que también tiene miedo a dejarse llevar en una relación, aunque no se cierra a ella.
Oliver, Anna y Hal, pues, son principiantes. Y nosotros lo somos con ellos, dejándonos llevar por una sensibilidad que cada vez se estila menos en el cine comercial actual. Mike Mills, que ya sorprendió gratamente con su anterior película, Thumbsucker (2005), echa mano de la experiencia de su propio padre para mostrarnos a Hal: alguien que no se rinde, incluso con la enfermedad que lo está devorando, y que vive su sexualidad con dignidad, ternura y mucho sentido del humor. Qué poco cuesta empatizar con Hal, y con Arthur, su perro, que Oliver se encarga de cuidar tras la muerte de su padre, y que también, en cierto modo, es un principiante y nos "habla" con su mirada y su modo de decir "no te vayas, te necesito".
La película se sitúa en 2003, unos meses después del fallecimiento de Hal, pero se nutre de constantes flashbacks a años antes o nos muestra imágenes de la infancia de Oliver o de la época en que Oliver y Georgia se casaron. La voz en off de Oliver es importante, vehícula un relato que también se completa con imágenes, collages y las propias viñetas que Oliver dibuja, y en las que podemos observar no sólo su estado de ánimo, sino también sensaciones y experiencias que, nosotros expectadores también principiantes, sentimos y apreciamos.
Preciosa, preciosa película. Llena de sensibilidad, decía antes. Cierto que la acción es pausada, cierto que los personajes son de pocos diálogos, y muy meditados, y cierto que hay muchos silencios. Pero esas pausas, esos diálogos y esos silencios ayudan a que conectemos con Oliver, Anna y Hal. Y con Arthur también.
Si queréis disfrutar de una película emotiva pero no ñoña, tierna pero no azucarada, ésta es vuestra opción. Y si además sois cuatro en la sala de cine, qué más se puede pedir...
Oliver, Anna y Hal, pues, son principiantes. Y nosotros lo somos con ellos, dejándonos llevar por una sensibilidad que cada vez se estila menos en el cine comercial actual. Mike Mills, que ya sorprendió gratamente con su anterior película, Thumbsucker (2005), echa mano de la experiencia de su propio padre para mostrarnos a Hal: alguien que no se rinde, incluso con la enfermedad que lo está devorando, y que vive su sexualidad con dignidad, ternura y mucho sentido del humor. Qué poco cuesta empatizar con Hal, y con Arthur, su perro, que Oliver se encarga de cuidar tras la muerte de su padre, y que también, en cierto modo, es un principiante y nos "habla" con su mirada y su modo de decir "no te vayas, te necesito".
La película se sitúa en 2003, unos meses después del fallecimiento de Hal, pero se nutre de constantes flashbacks a años antes o nos muestra imágenes de la infancia de Oliver o de la época en que Oliver y Georgia se casaron. La voz en off de Oliver es importante, vehícula un relato que también se completa con imágenes, collages y las propias viñetas que Oliver dibuja, y en las que podemos observar no sólo su estado de ánimo, sino también sensaciones y experiencias que, nosotros expectadores también principiantes, sentimos y apreciamos.
Preciosa, preciosa película. Llena de sensibilidad, decía antes. Cierto que la acción es pausada, cierto que los personajes son de pocos diálogos, y muy meditados, y cierto que hay muchos silencios. Pero esas pausas, esos diálogos y esos silencios ayudan a que conectemos con Oliver, Anna y Hal. Y con Arthur también.
Si queréis disfrutar de una película emotiva pero no ñoña, tierna pero no azucarada, ésta es vuestra opción. Y si además sois cuatro en la sala de cine, qué más se puede pedir...
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