Hay películas que, por un motivo u otro, se
quedan en lo circunstancial; otras que se quedan en el contenido y
no en las formas; otras que consiguen enseñarnos un precioso producto
aunque vacío de contenido, y las hay que tienen un poco de todo y
además provocan. Y Calígula (1979) [curiosamente, disponible en YouTube], es de esas últimas. Quizá no haya una película que haya recibido tantos varapalos por la
cuestión incidental como ésta: las escenas explícitamente pornográficas.
Y quizá esta cuestión haya soslayado el debate acerca del contenido no
estrictamente sexual de la cinta. Porque nos encontramos con un
peculiar péplum, una película sobre el césar loco, una película sobre
el poder, los abusos y los límites del mismo. Una película que va más
allá de lo incidental y de lo grotesco. La historia de esta película ya da para una película en sí misma.
Sintetizando, tras una preproducción que se alargó durante varios años y
tras varios cambios de director y de actores, Tinto Brass se encargó
del rodaje de una película que cuenta con un elenco de intérpretes ya de
por sí destacable: Peter O'Toole, John Gielgud, Malcolm McDowell,
Helen Mirren, Teresa Ann Savoy,... El soberbio guión es de Gore Vidal,
autor de grandes novelas históricas como Juliano el Apóstata, Lincoln y Creación. Pero la productora es Penthouse
y, con esta revista, Bob Guccione, su creador (una revista que no se
prodiga especialmente por el buen gusto de sus desnudos). Mientras Tinto
Brass --que siempre ha hecho un cine con alto contenido erótico (Salón Kitty, Los burdeles de Paprika),
que sugiere más que gruesamente enseña--, por las mañanas rodaba la el
80% de la película según guion, con altas cotas de sensualidad y de
erotismo (algunas rozando y superando, incluso, lo explícitamente
sexual), por las noches, Guccione, con brocha gorda y varias de sus
playmates de revista, rodaba las escenas pornográficas, ese 20%
restante.