Un 30 de septiembre de 1399 Enrique de
Bolingbroke, duque de Lancaster, fue proclamado rey de Inglaterra como Enrique IV, tras
deponer el Parlamento a su primo, Ricardo II, que fue recluido en
prisión y asesinado en extrañas circunstancias en febrero de 1400.
Todo empezó con un desafío, en la más medieval tradición del torneo,
y en la que medió el rey Ricardo II. Enrique era hijo de Juan de Gante,
primer duque de Lancaster, y Ricardo de Burdeos era hijo de Eduardo,
conocido como el ‘Príncipe Negro’, hermano de Juan y heredero del trono
del padre de ambos, Eduardo III. La muerte de este “oscuro príncipe” en
1376 dejó a Ricardo como heredero del trono que ocuparía al morir el
anciano rey un año después. Se inició una regencia (de hecho, aunque
formalmente no de nombre), pues Ricardo tenía diez años de edad, en
manos de Juan de Gante. Ricardo y Enrique tenían la misma edad y se
educaron juntos, aunque sus caminos no estaban destinados a converger… a
priori. La nobleza inglesa se opuso al poder de Lancaster y Ricardo,
con 14 años de edad, dio por finalizada su minoría de edad en 1381 e
inició su reinado ‘de facto’ con una política de asunción de todo el
poder en sus manos y en contra de los grandes señores feudales (como su
tío Juan de Gante), siendo una de las causas de su caída como monarca
casi dos décadas después.
Fotograma de Richard II, primer episodio de The Hollow Crown (BBC, 2012): deposición de Ricardo (Ben Whishaw) ante Bolingbroke (Rory Kinnean) [vídeo]. |
La obra teatral de William Shakespeare, Ricardo II, nos ha dejado la imagen de Ricardo como un rey voluble y
débil, aunque autoritario y dispuesto a no ceder ni un milímetro de su
poder y majestad. La realidad histórica nos muestra a un Ricardo
razonablemente buen rey hasta 1397, que es cuando se dice que empezó su
“tiranía”. Hasta entonces, Enrique, llamado Bolingbroke por el castillo
en el que nació, participó en varias campañas foráneas y peregrinó a
Jerusalén en 1392. La relación con su prima fue compleja: a un primer
desencuentro, a causa de la oposición de los nobles contra la “regencia”
de su padre, lo cual le enfrentó al joven rey, siguió la crisis que
acabaría con el reinado de Ricardo. Thomas de Mowbray, duque de Norfolk
(y pariente lejano), acusó a Enrique de no obedecer a Ricaardo y, por
tanto, de traición. Se impuso un duelo entre ambos, con el rey como
mediador. Cuando se inició el combate, Ricardo detuvo la acción y,
dejándose llevar por su caprichosa (y “tiránica” en la mentalidad de la
época) autoridad y condenó a ambos duelistas al exilio. Juan de Gante
apeló a la justicia real en nombre de su hijo, pero Ricardo sólo accedió
a reducir el exilio de Enrique a seis años.
Retrato de Ricardo II, abadía de Westminster en Londres, mediados de la década de 1390. |
En realidad se estaba forjando un movimiento en contra de Ricardo,
con parte de la nobleza y los Comunes en contra de un comportamiento que
para muchos (en aquellos años) se asemejaba a la locura. Las
extravagancias de Ricardo tampoco ayudaban. Las cosas se complicaron
tras la muerte de Juan de Gante en 1399 y la decisión de Ricardo anular
su testamento: sus bienes no fueron entregados al exiliado Enrique, sino
que el rey mantuvo la posesión. ¿Otro acto tiránico? Sea como fuere, el
movimiento contra Ricardo encontró en Enrique su adalid, que a su vez
se apoyó en Thomas Arundel arzobispo de Canterbury y también exiliado
(por haberse también opuesto al comportamiento de Ricardo años atrás).
Mientras Ricardo estaba en Irlanda, en una campaña militar para afianzar
su poder, Enrique y Arundel regresaron a Inglaterra, y el ya segundo
duque de Lancaster inició una feroz guerra contra sus enemigos y los
aliados del rey, confiscando sus tierras (ya que el rey había retenido
sus bienes). Ricardo regresó a Inglaterra para encontrarse que, con el
apoyo de Arundel, Enrique había conseguido del Parlamento. Capturado por
Enrique, Ricardo fue encerrado en la Torre de Londres y a finales de
septiembre de ese año fue acusado de diversos cargos, entre ellos el
haber gobernado Inglaterra sin el Parlamento y el haber ordenado la
ejecución de algunos nobles, forzándole por ello a renunciar al trono,
que pasó a su primo Enrique de Bolingbroke, ahora rey Enrique IV, el
primero de la casa lancasteriana; su coronación como tal tuvo lugar dos
semanas después. Recluido en el castillo de Pontrefact, Ricardo fue
asesinado en febrero de 1400, se dice que a instancias de un temeroso
Enrique IV que, sin embargo, negó la mayor y castigó al asesino de su
predecesor. Le acompañaría, sin embargo, la culpa por haber provocado la
muerte de su primo.
Imagen de Richard II (Royal Shakespeare Company, 2013): Ricardo (David Tennant) "cede" la corona a su primo Bolingbroke (Nigel Lindsay) [vídeo]. |
La consecuencia de la deposición de Ricardo II fue la llegada de un
rey joven pero firme, dispuesto a gobernar “sabiamente” y con el apoyo
del Parlamento, al mismo tiempo que a reanudar la guerra contra Francia y
a reivindicar, otra vez, el trono francés, como hiciera su abuelo
Eduardo III cincuenta años atrás. Ricardo había mantenido una relación
amistosa con Francia e incluso rubricó una alianza matrimonial al
casarse con Isabel, hija del (este sí) enajenado Carlos VII. Enrique IV
rompió los acuerdos con el país vecino y preparó el camino para una
nueva campaña sobre suelo francés. Pero los primeros años de su reinado
estuvieron dedicados a sofocar a la nobleza partidaria de Ricardo y, más
adelante, la revuelta de sus otrora aliados los Percy (que Shakespeare
narra en sus dos partes de Enrique IV, obras teatrales que junto a Ricardo II y Enrique V conforman la Henriad, o primera tetralogía
de obras históricas… aunque fuera escrita después de la segunda Henriad
u obras dedicadas a la Guerra de las Dos Rosas). El Bardo muestra
también al joven Enrique V (el príncipe Hal en las dos partes de Enrique IV), sucesor del primer rey Lancaster y “heredero” también de
la culpa (y la sospecha) por la muerte de Ricardo, hasta el punto de que
trasladaría sus restos a la Abadía de Westminster como uno de sus
primeros actos como soberano. Es elocuente, a su vez, el soliloquio de
Enrique en la víspera de la batalla de Agincourt (octubre de 1415):
«¡Oh, no te acuerdes hoy de la falta
Que cometió mi padre al usurpar la corona!
El cuerpo de Ricardo hice enterrar de nuevo,
Y sobre él he derramado más lágrimas contritas
Que gotas de sangre salieron de él por la violencia.
A quinientos pobres sostengo pagos todo el año
Para que dos veces al día eleven las manos marchitas
Al cielo para pedir perdón por su sangre. Y he levantado
Cos capillas donde los tristes y solemnes curas
Cantan aún por el alma de Ricardo. Haré aún más,
Aunque todo cuanto puedo hacer de nada vale
Si a todo ello mi penitencia no se añade
Implorando perdón.»
Enrique V, acto IV, escena I; traducción de Delia Pasini, Editorial Losada, 2009.
Lectura recomendada: por supuesto, y tratándose de un personaje tan
shakesperiano, no puedo dejar de recomendar Ricardo II, en la edición
de Manuel Ángel Conejero-Tomás Dionís-Bayer y el Instituto Shakespeare
(Cátedra). Y, además, la versión televisiva de la obra a cargo de la BBC
y que constituye el primer episodio de The Hollow Crown (2012), con
Ben Whishaw como Ricardo II, Rory Kinnear como Enrique Bolingbroke y
Patrick Stewart como Juan de Gante.
Ficha del libro.
Ficha del DVD de The Hollow Crown en Amazon.
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