14 de septiembre de 2016

Efemérides historizadas (XVIII): 14 de septiembre de 1930 - primer gran triunfo electoral nazi en Alemania

Un 14 de septiembre de 1930 el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) de Adolf Hitler dio la gran sorpresa y consiguió 107 escaños y un 18% de los votos en las elecciones al Reichstag, colocándose como la segunda fuerza política en el Reischstag tras el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que cedía 10 asientos para quedarse en 143 (y un 25% de los votos). La gran sorpresa pues en los anteriores comicios parlamentarios, en 1928, el partido nazi apenas consiguió 12 escaños (uno de ellos para Joseph Goebbels) y un raquítico 2’6 % del voto popular). ¿Cómo fue posible? Quizá no todo, pero gran parte empezó con las consecuencias inmediatas del crash bursátil de Wall Street en octubre de 1929, que abrieron el camino para la Gran Depresión, y no sólo en Estados Unidos. Alemania, que dependía de créditos internacionales, sobre todo de Estados Unidos, comenzó a ver cómo se cerraba el grifo y los creditores exigían el retorno de un dinero que necesitaban para su propio país. Las cifras de seis millones de parados no llegarían hasta dos años después, pero para septiembre de 1930 el paro en Alemania alcanzaba a más de tres millones de personas (en octubre de 1929 era de 1,5 millones); las clases medias serían las principales afectadas, pero lo peor estaría por llegar. Otra causa del auge de los nazis fue el colapso de la República de Weimar, que comenzaba a ser evidente tras la muerte de Gustav Stresemann, el canciller y ministro de Asuntos Exteriores que tras las crisis de 1923 consiguió enderezar el sistema de Weimar para poner Alemania en la senda de la recuperación.

Heinrich Brüning-
La muerte de Stresemann en 1929 dejó un gran vacío, pues su figura moderada y capaz de buscar acuerdos, dentro y fuera de Alemania, no fue sustituida por alguien de un talante similar. Heinrich Brüning, canciller desde marzo de 1930, sustituyó al gobierno del SPD, caído ante los primeros embates de la crisis. Brüning, perteneciente al Zentrum católico, el partido bisagra durante el régimen weimariano, pronto percibió que la amenaza a la estabilidad del régimen provenía de la derecha (nazis) y la izquierda (comunistas) extremas, y trató de obstaculizar el avance de los primeros endureciendo la política internacional, reclamando una revisión del Tratado de Versalles y rompiendo pactos con Francia, para así capitalizar los apoyos a los nazis, que explotaban desde su creación el rencor por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Para suplir la falta de créditos, Brüning optó por un aumento de los impuestos, lo que le granjeó el voto de castigo del Reichstag. Amparándose en los poderes especiales que la Constitución de 1919 otorgaba al presidente del Reich, el octogenario Paul von Hindenburg, Brüning jugó la carta de gobernar por decreto. Ante la oposición de la mayor parte del Reichstag, Brüning obtuvo de Hindenburg el decreto de disolución de la cámara y en julio convocó elecciones para el 14 de septiembre, confiando en lograr una coalición parlamentaria mayoritaria que diera estabilidad a su Gobierno. 

Los resultados no fueron los esperados. El auge de los nazis y de los comunistas del KPD (23 escaños más para estos) no se vio contrapuesto por un aumento de la presencia del Zentrum (apenas siete escaños, para quedarse en 68), mientras partidos nacionalistas de derecha (aunque más moderados que los nazis) se hundían y el SPD, el partido que desde 1919 defendió la estabilidad de Weimar, perdía también fuelle. Los extremistas ganaban posiciones y la cámara parlamentaria se hizo más ingobernable que antes de las elecciones. El éxito de los nazis hay que entenderlo al erigirse en receptáculo diverso de votos y simpatías (o, mejor dicho de antipatías a otros partidos), desde votantes campesinos de derechas a clases medias en algunas ciudades del sur de Alemania, pasando por veteranos de guerra y simpatizantes de partidos nacionalistas que decidían optar esta vez por una fuerza política más “enérgica”. Hindenburg siguió confiando el Gobierno en Brüning, que a su vez siguió gobernando por decreto y sin depender de una mayoría parlamentaria, algo que había sido lo habitual entre 1924 y principios de 1930. Para contrarrestar la crisis económica, que cada vez provocaba más cierre de empresas, desempleo y empobrecimiento de las clases medias, Büning optó por la deflación, la devaluación de la moneda y recortes presupuestarios. Si antes de las elecciones de 1930 trató de puentear a los nazis, en los dos años siguientes buscó acuerdos con ellos, pero Hitler se negó a aflojar la cuerda. 

Ante la imposibilidad de un acuerdo, Brüning volvió a la mano dura y prohibió las actividades de las SA nazis (así como de las organizaciones paramilitares comunistas), pero sólo logró enraizar la violencia de ambas en las calles. En las elecciones presidencias de marzo y abril de 1932 Brüning dirigió la campaña electoral de Hindenburg, que se presentó a la reelección (frente a la propia campaña de Hitler, que se presentó candidato aun sin ser oficialmente ciudadano alemán), y logró la victoria de Hindenburg en la segunda vuelta. Pero, desgastado, Brüning presentó su dimisión a finales de mayo; su sustituto, el también centrista Franz von Papen, siguió gobernando por decreto hasta que convocó elecciones para julio: No pudieron ser más desastrosas para la coalición Zentrum-SPD que había gobernado durante el período dorado de Weimar: el NSDAP doblaba los resultados de septiembre de 1930 y lograba 13 millones de votos, un 37% de los votos, 230 escaños y el primer puesto en el Reichstag, mientras que el SPD cedía otros 10 escaños, y el Zentrum sólo ganaba 6 escaños. El KPD ganaba 12 escaños y se situaba como tercera fuerza parlamentaria. Con un NSDAP eufórico, aunque sin mayoría, Hitler sólo ofreció una salida: que se le designara canciller. 

La consecuencia del primer gran triunfo electoral nazi en 1930 fue que la situación política y social alemana viró hacia la inestabilidad, el desorden en las calles, la inquietud en el ejército –con el general Kurt Von Schleicher que fue ministro de Defensa con Papen y, cuando este cayó en noviembre de 1932, canciller durante poco más de cincuenta días– y una galopante crisis económica que no parecía tener fin. Fue precisamente capitalizando el desastre económico y el aumento del paro que el partido nazi logró sus mejores resultados en julio de 1932… aunque también el cénit de su fuerza entre el electorado. Las querellas internas en el partido (Gregor Strasser negociando con Papen y luego Schleicher al margen de Hitler), la sensación de hastío de un electorado nazi que quería soluciones ya, la intransigencia de Hitler (el todo o nada: la cancillería o seguir siendo oposición) lo que dio un serio aviso al NSDAP en los comicios de noviembre de 1932 (los cuartos en dos años, incluyendo las elecciones presidenciales de ese mismo año): los nazis perdieron 34 escaños y dos millones de votos, mientras los comunistas ganaban once escaños; el SPD seguía a la baja, con 12 escaños menos, y el Zentrum perdía votos por primera vez desde los años veinte. Sólo la presión de Hitler, que fue a por todas (aunque el partido comenzaba a tener serios apuros económicos) y de Papen, que segó el camino a Schleicher y convenció a Hindenburg, lograrían que éste, amparándose en sus poderes especiales, designara canciller a Hitler el 30 de enero de 1933. Veintiocho meses después de su primer gran éxito electoral, los nazis alcanzaban el poder, aunque no por la fuerza de las urnas, en un Gobierno en el que fueron minoría, con Papen como vicencanciller para controlar a Hitler y con varios representantes de partidos nacionalistas para diluir el componente nazi. Pero Hitler los superaría a todos amparándose en leyes especiales y la fuerza bruta para, seis meses después de alcanzar el poder, destruir el sistema weimariano y la democracia en sí misma.

Lectura recomendada: Henry Ashby Turner, A treinta días del poder (Edhasa) ofrece una imagen completa de la situación del partido nazi en las semanas posteriores a las elecciones de noviembre de 1932 y destaca la irresponsabilidad de Hindenburg y Papen como causa de la llegada de Hitler a la cancillería; si hubieran demostrado firmeza frente al radicalismo nazi (y comunista) en las calles, buscado un acuerdo estable con otras fuerzas políticas para vedar el camino a los nazis y logrado el apoyo del ejército (Schleicher), quizá no se hubiera llegado al 30 de junio de 1933, argumenta el autor; teniendo en cuenta, sobre todo, el desquiciamiento y las rivalidades en el seno del NSDAP tras aquellas elecciones.
Ficha del libro.

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