23 de septiembre de 2016

Efemérides historizadas (XXIV): 23 de septiembre de 1122 - firma del Concordato de Worms y resolución de la "querella de las investiduras"

Un 23 de septiembre de 1122 el emperador germánico Enrique V y el papa Calixto II firmaron el Concordato de Worms, que pone fin a la llamada “querella de las investiduras” que había enfrentado a Imperio y Papado en el último medio siglo a causa de la provisión y control de obispados, abadías y beneficios eclesiásticos. Un tema clásico que jalona la historia de la Cristiandad en la Edad Media y que significa un antes y un después en las relaciones entre Iglesia y Estado. Todo empezó con la aclamación popular (fuera de la elección propia en el colegio cardenalicio) de Hildebrando Aldobrandeschi como papa en abril del año 1073 con el nombre de Gregorio VII. Durante los doce años de su convulso papado, Gregorio VII inició una reforma de la Iglesia de gran calado, cuyos resultados no pudo ver en vida, tratando de acabar con el cesaropapismo de los emperadores salios llevaban imponiendo desde varias décadas atrás, sin cortapisas y ante una institución papal débil e impotente. La creación de la orden de Cluny, siglo y medio antes (y ya comentada la efeméride de la fundación de la abadía hace un par de semanas) forma parte de un despertar reformador que trataba de liberar las órdenes monásticas, y el control de monasterios y abadías, del control temporal o de la influencia episcopal (a su vez sometida a no poco señores feudales).

Gregorio VII.
Con Gregorio VII en el solio papal la Iglesia iniciaba una reforma de costumbres del sacerdocio, una cruzada contra la simonía (la compra-venta de cargos y prebendas eclesiásticos), una feroz lucha por el nombramiento de los obispos y, en el fondo, una batalla entre el poder espiritual (el Papa) y el poder temporal (el emperador), que venía de lejos: ¿de dónde procede la autoridad? ¿Del emperador, descendiente de Constantino, o del papa, que asumía un poder que le había sido transferido al papa Silvestre por parte del propio Constantino? ¿Tenía validez la donación de Constantino? Gregorio se apuntó un tanto al publicar en el año 1075 el Dictatus Papae, un conjunto de axiomas doctrinales que significaba dar un golpe sobre la mesa: el Papa tenía el poder absoluto en la Iglesia, al margen de la esfera imperial, y decidía los nombramientos de obispos y sacerdotes, y también se situaba por encima de la autoridad imperial en la esfera temporal (a la que podía excomulgar y apartar del poder que disfrutaba), aunando ambas potestades, espiritual y temporal. Como podemos imaginar, este golpe de autoridad no podía más que despertar la oposición del emperador Enrique IV, de apenas veinticinco años de edad, y titular del cargo desde los seis años. Sobre todo cuando en un sínodo celebrado en Roma en ese mismo año 1075 Gregorio prohibió que nadie, que no fuera él, invistiera a cargos eclesiásticos.

La investidura significaba el control de los numerosos bienes materiales de que podía gozar el obispo o abad nombrado por el emperador o un señor feudal a su servicio, de modo que controlar las investiduras significaba ejercer un enorme poder local y regional. Gregorio VII prohibía la simonía y daba un aviso claro al emperador (que seguía invistiendo en algunas diócesis italianas): sólo el Papa podía investir y quién, desde la esfera laica, contraviniera sus órdenes sería excomulgado, aunque se tratara del mismísimo emperador. Enrique IV contraatacó organizando un concilio en Worms y deponiendo a Gregorio; éste, a su vez, no se quedó corto y excomulgó a Enrique, liberando a sus súbditos de la obediencia debida. Aquí Enrique se achantó: una cosa era que el papa le excomulgara (no era el prime pontífice que utilizaba esa arma contra un emperador), pero otra era que los príncipes alemanes aprovecharan que el Rin pasa por Estrasburgo y se alzaran contra él (la dinastía salía tenía no pocos enemigos, y el propio Enrique tenía al enemigo en casa: su cuñado Rodolfo de Suabia ambicionaba la corona imperial). Por ello, buscando el acuerdo con Gregorio, Enrique acudió a Canosa y, como penitente, solicitó formalmente el perdón, que recibió de un exultante papa en enero de 1077. Pero a cambio le exigió que convocara una Dieta imperial para que sus reformas religiosas fueran refrendadas públicamente.

El acto de la investidura de un obispo por un rey...
Enrique se hizo el remolón, pasó el tiempo, el papa perdió la paciencia, los enemigos de Enrique le depusieron ese mismo año y designaron a su cuñado como emperador. Enrique exigió a Gregorio que excomulgara y depusiera a Rodolfo, Gregorio se hizo el interesante y Enrique, ofendido, organizó un concilio y depuso a Gregorio como papa, designando a otro (el antipapa Clemente III). Gregorio actuó deponiendo a su vez y fulminantemente a Enrique, designando otro rey (el cuñadísimo). Para el año 1080 cada cual había depuesto al otro, pero Gregorio no contaba con que Enrique tenía algo que él no poseía: la fuera militar. Enrique invadió Italia, ocupó Roma y juzgó a Gregorio ‘in absentia’, instalando a Clemente III en el solio papal. Gregorio, encerrado en el Castel de Sant’Angelo, apeló a los normandos de Roberto Guiscardo, que en una cabalgada lo rescataron y trasladaron a Salerno, donde el papa falleció en mayo de 1085. Muerto Gregorio se podía llegar a un acuerdo con el emperador, pero éste se enredó en las guerras contra sus enemigos en el Imperio. Urbano II asumió el poder en Roma en 1088, con problemas, y pudo zanjar la crisis papal, aprovechando para convocar la Cruzada en el Concilio de Clermont en 1095… y que culminaría en la conquista de Jerusalén en 1099. Fallecido Enrique IV en 1106 y sucedido por su hijo Enrique V, parecía que éste y el papa Pascual II podían resolver lo que sus antecesores no pudieron hacer. Pero ambos también se mantenían en sus trece hasta que finalmente, y con Calixto II en el solio papal, y tras quince años de inquina mutua, se llegó al acuerdo.

La consecuencia del Concordato de Worms era un acuerdo que en cierto modo contentaba a ambas partes, cansadas tras cincuenta años de querella, excomunión, deposición y luchar armada: el poder espiritual (el Papado, en suma, y lo que representaba) entregaba el anillo y el báculo al eclesiástico investido (obispo o abad) y lo consagraba religiosamente, mientras que el poder temporal (o civil, es decir, el emperador y lo que representaba) le otorgaba el beneficio material. De este modo, se establecía un protocolo por el que el eclesiástico investido se sometía al papa en lo religioso y asumía la supremacía del emperador en lo civil. ¿Tablas? Sea como fuere, se llegaba a un acuerdo de mínimos que se mantendría, con mayor o menos estabilidad, desde entonces, y que al año siguiente sería ratificado por el primer Concilio de Letrán. A la postre, el elemento civil predominaría sobre el religioso, pues en caso de una investidura controvertida podía influir antes que el poder religioso del papa, lejos en Roma, pero ambas partes acordaban que el emperador dirimiría en la disputa y establecería un arbitraje “justo”. En las décadas posteriores el emperador (la casa Hohenstaufen desde la década de 1130, con Federico I Barbarroja al frente del trono imperial en 1152) tendría que lidiar con querellas internas, con la pugna entre güelfos y gibelinos (que da para otra historia) y las revueltas de las ciudades italianas que trataban de liberarse de la autoridad imperial. El Papado se dedicó a potenciar las reformas gregorianas en cuanto a la simonía, el celibato y las costumbres en los monasterios, con la orden de Cluny como espolón de proa y las Cruzadas del siglo XII como ámbito especial de intervención exterior. Los concilios reformistas de finales del siglo XII y principios del XIII, la consolidación de la inquisición papal y la lucha contra el catarismo serían futuras tareas… así como el enfrentamiento con otro Hohenstaufen, el emperador Federico II (stupor mundi), demonizado y excomulgado hasta su muerte en 1250… pero esa es otra etapa histórica.

Lectura recomendada: Historia religiosa del Occidente medieval (años 313-1464) de José Ángel García de Cortázar (Akal), una completa monografía que trata con detalle el camino que llevó a la querella de las investiduras, la propia disputa y sus consecuencias.
Ficha del libro.

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