7 de noviembre de 2016
4 de noviembre de 2016
Crítica de cine: Sully, de Clint Eastwood
Un gélido 15 de enero de 2009, un día normal en
Estados Unidos (a apenas una semana del inicio del primer mandato
presidencial de Barack Obama), un suceso maravilló a la población de
Nueva York, el país, el mundo. Un avión comercial de la compañía America
Airlines, el vuelo 1649, amerizó en las frías aguas del río Hudson,
apenas iniciado su vuelo, unos minutos antes, desde el neoyorquino
aeropuerto LaGuardia. A bordo, entre tripulació0n y pasajeros, iban 155
personas y, a pesar de los temores de una catástrofe aérea, no hubo
víctimas mortales. En apenas 24 minutos desde el amerizaje todos fueron
rescatados. Fue un hecho inaudito, "el milagro del Hudson", como
enseguida los medios lo bautizaron. Y en toda hazaña hay un héroe: el
comandante Chesley Sullenberger, "Sully" para todo el mundo (Tom Hanks).
A su lado estaba el copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart). Sully había
tomado los mandos del avión tras producirse la incidencia que marcó el
suceso: una bandada de pájaros se estrelló contra el avión y varios de
ellos inutilizaron los dos motores, lo cual obligaba a regresar a
LaGuardia, buscar un aeropuerto cercano o probar un aterrizaje de
emergencia. Sully, tras los lógicos momentos iniciales de desconcierto,
se decidió por al última opción en la improvisada "pista" de las aguas
del Hudson (recordemos que era enero y con una sensación térmica de
varios grados bajo cero). Esa decisión logró salvar la situación, pero
también generó dudas en las autoridades del país encargadas de la
seguridad aérea (básicamente, la Junta de Seguridad del Transporte Aéreo
(NTSB, por sus siglas en inglés). A pesar de haber salvado las vidas de
todos los ocupantes del avión, ¿estuvo equivocado Sully? ¿Tomó una
decisión que puso en juego esas vidas humanas? ¿No era acaso más
factible el aterrizaje de emergencia en LaGuardia u otro cercano, una
vez se dio la vuelta? En última instancia, Sully, el "héroe", ¿pudo ser
lo contrario?
3 de noviembre de 2016
Reseña de El mundo en la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma, de Peter Brown
«Estoy convencido de que la tierra es muy grande, y que nosotros sólo habitamos la parte que se extiende desde Fáside hasta las columnas de Heracles, derramados a orillas de la mar como hormigas o como ranas alrededor de charca».
Platón, Fedón, 109 a-b.
El mundo antiguo se formó alrededor de un mar. El mundo antiguo mediterráneo, claro está (ay, esa visión eurocéntrica que tenemos). Este mundo conoció una unidad cuando los romanos controlaron las riberas de este mar casi cerrado. Mare Nostrum, que decían los clásicos. Mare clausus, que dirían los foráneos. Porque la civilización pareció que sólo podía existir alrededor de esa charca, de tal modo que apenas cien kilómetros tierra adentro uno ya podía considerar que no estaba en terreno civilizado. Mar rodeado de montañas, escarpados acantilados, condenado a la inanición si no fuera, paradójicamente, por las llanuras del interior, ese vasto hinterland que alimentaba con su grano a los habitantes de la costa. Un mundo en el que era más económico transportar productos de punta a punta de la «charca de ranas» que a cincuenta o setenta kilómetros tierra adentro. Las principales ciudades del vasto imperio romano estaban en la costa. Pasarían siglos, muchos siglos, para que, en el interior, del frío norte, se desarrollaran los centros modernos que prefiguraron la Europa moderna. Pero para entonces el mundo forjado durante milenios en las riberas de la Gran Charca había pasado a mejor vida. Cambio y continuidad. El mundo en la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma, de Peter Brown (Taurus, 1989) nos habla de ello. De cambios y continuidades. De cómo el mundo conocido tuvo que afrontar transformaciones a lo largo de varios siglos, pongamos en un lapso de tiempo que va del 200 al 700. Las sociedades que vivieron los años del apogeo del imperio romano tuvieron que enfrentarse a la larga crisis tras la cual la unidad del mar Mediterráneo se trocó en diversidad y la continuidad se disfrazó de ruptura. Henri Perenne ya nos habló de ello en Mahoma y Carlomagno (Alianza), su gran obra clásica, en la que relacionaba el triunfo del Islam con la destrucción de la unidad impuesta por el mundo romano. Peter Brown también introduce el elemento islámico como transición, pero en la etapa final de un gran proceso que se inició, poco a poco, varios siglos atrás.
2 de noviembre de 2016
Reseña de Viajar por el antiguo Egipto, de Jean-Claude Golvin y Aude Gros de Beler
Viajar a Egipto hoy en día (si la situación
política del país lo permite) es fácil, como lo es recorrer el Nilo
desde la frontera con Sudán y hasta la desembocadura en el Mediterráneo.
Son muchas las crónicas y libros de viajes que relatan el periplo a
través del Nilo y las portentosas ruinas de tantos y tantos edificios de
los tiempos faraónicos. El lector también puede hacerlo y sentir la
esencia de ese viaje a través del papel, o de lo que unas ilustraciones
pueden evocar en nuestra imaginación. Jean-Claude Golvin, que tanto nos
hizo disfrutar hace unos meses con su espléndido libro Ciudades del
mundo antiguo (Desperta Ferro Ediciones, 2015), se une en esta ocasión a la egiptóloga Aude Gros de Beler
para “trasladarnos” al Egipto de los faraones con un volumen que logra
superar al anterior. Pues si Ciudades podía adolecer (lógicamente) de
una cierta dispersión geográfica, Viaje por el Egipto antiguo (Desperta Ferro Ediciones, 2016) se ayuda
de un criterio muy sólido: qué mejor que el curso del Nilo, desde Abu
Simbel y hasta Alejandría, como hilo conductor de este periplo. Un hilo
narrativo, pues, geográfico, que a su vez trasciende la cronología, pues
a tenor de las diversísimas etapas de la civilización egipcia
(incluidas las etapas helenística y romana) sería bastante complicado
estructurar el libro de una manera “lineal” sin tener que volver una y
otra vez a yacimientos y ciudades que vivieron diversos períodos
históricos.
1 de noviembre de 2016
31 de octubre de 2016
30 de octubre de 2016
Crítica de cine: Que Dios nos perdone, de Rodrigo Sorogoyen
Madrid, agosto de 2011. Benedicto XVI visita la
ciudad en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud y con él cientos
de miles de católicos llenan la capital de España, mientras sus
habitantes (y el resto del país) soportan un calor especialmente intenso
aquel verano. A la canícula veraniega hay que añadir el calor de los
recientes acontecimientos que, con un epicentro en la Plaza del Sol, fue
avivado por el movimiento de los llamados “indignados” y cuyas llamas
se extendieron por todo el país, siendo el caldo de cultivo de una
protesta ciudadana y la base (no única) que llevará, en los años
siguientes, a la formación de un partido nuevo, Podemos. Dos inspectores
de policía, de homicidios en particular, Alfaro (Roberto Álamo) y
Velarde (Antonio de la Torre) tienen su particular preocupación: atrapar
a un asesino en serio que, en esos días, se ha dedicado a atacar y
matar a mujeres ancianas en el centro de Madrid. El tiempo apremia, no
conviene despertar pánico en una capital “invadida” por los peregrinos
católicos ni tampoco azuzar el morbo mediático. Pero Alfaro y Velarde, a
su manera, son también dos particulares personajes en los que la
violencia, abierta o soterrada, también está muy presente. Y tampoco
ellos podrán escapar de un clima de angustia y presión. Y calor, mucho
calor.
28 de octubre de 2016
27 de octubre de 2016
26 de octubre de 2016
25 de octubre de 2016
24 de octubre de 2016
21 de octubre de 2016
20 de octubre de 2016
19 de octubre de 2016
18 de octubre de 2016
17 de octubre de 2016
14 de octubre de 2016
13 de octubre de 2016
12 de octubre de 2016
11 de octubre de 2016
10 de octubre de 2016
7 de octubre de 2016
6 de octubre de 2016
5 de octubre de 2016
4 de octubre de 2016
3 de octubre de 2016
30 de septiembre de 2016
Reseña de Sexo y poder en Roma, de Paul Veyne
Dicen los clásicos que Rómulo y Remo,
dejados en una cesta en el río Tíber por su madre Rea para evitar que
fueran asesinados por su malvado y usurpador tío Amulio, fueron
amamantados por una loba, Luperca. Luego fueron recogidos por una pareja
de pastores, que los criaron, y al crecer repusieron a su abuelo
Numitor en el trono de Alba Longa. Y más tarde crearon su propia ciudad
en el lugar donde les encontrara la loba. Y surgió Roma y… lo demás es
historia. Pero lo que nos interesa de esta leyenda es que la loba que
amamantó a los gemelos quizá no era un canis lupus al uso, sino una lupa
o la palabra con la que los romanos designaban a una prostituta. Quizá
Luperca (que lleva en su nombre la denominación del animal y de su
oficio) se dedicara a satisfacer a posibles clientes entre los pastores y
agricultores de la zona. Quién sabe. La historia no es siempre como nos
la han contado. Paul Veyne (n. 1930) es
un historiador francés ya jubilado que durante años ha nadado en las
aguas de la historia antigua, griega y romana, bebiendo también de los
ríos de la sociología y la filosofía. Suyos son libros ya clásicos como Le pain et le cirque. Sociologie historique d’un pluralisme politique (Éditions du Seuil, 1976), que reclama a gritos una traducción castellana, La elegía erótica romana (FCE, 1991, reed. 2006), La sociedad romana (Mondadori, 1999), Los misterios del gineceo (Akal, 2003) u obras recientes como Séneca, una introducción (Marbot, 2008) y El imperio grecorromano (Akal, 2009). Y ahora nos llega Sexo y poder en Roma (Paidós, 2010), un librito (si nos dejamos llevar por el modo como el tomito
que el poeta Catulo dedicara a Cornelio Nepote) con mucha enjundia.
Efemérides historizadas (XXVII): 30 de septiembre de 1399 - deposición de Ricardo II de Inglaterra y proclamación de Enrique IV
Un 30 de septiembre de 1399 Enrique de
Bolingbroke, duque de Lancaster, fue proclamado rey de Inglaterra como Enrique IV, tras
deponer el Parlamento a su primo, Ricardo II, que fue recluido en
prisión y asesinado en extrañas circunstancias en febrero de 1400.
Todo empezó con un desafío, en la más medieval tradición del torneo,
y en la que medió el rey Ricardo II. Enrique era hijo de Juan de Gante,
primer duque de Lancaster, y Ricardo de Burdeos era hijo de Eduardo,
conocido como el ‘Príncipe Negro’, hermano de Juan y heredero del trono
del padre de ambos, Eduardo III. La muerte de este “oscuro príncipe” en
1376 dejó a Ricardo como heredero del trono que ocuparía al morir el
anciano rey un año después. Se inició una regencia (de hecho, aunque
formalmente no de nombre), pues Ricardo tenía diez años de edad, en
manos de Juan de Gante. Ricardo y Enrique tenían la misma edad y se
educaron juntos, aunque sus caminos no estaban destinados a converger… a
priori. La nobleza inglesa se opuso al poder de Lancaster y Ricardo,
con 14 años de edad, dio por finalizada su minoría de edad en 1381 e
inició su reinado ‘de facto’ con una política de asunción de todo el
poder en sus manos y en contra de los grandes señores feudales (como su
tío Juan de Gante), siendo una de las causas de su caída como monarca
casi dos décadas después.
29 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXVI): 29 de septiembre de 522 a.C. - Darío I de Persia asesina al falso Esmerdis
Un 29 de septiembre de 522 a.C. el príncipe persa
Darío (Dārayawuš, en persa antiguo), emparentado con la familia real
aqueménida, mató al mago Gaumata, el llamado falso Esmerdis –o Bardiya,
el nombre persa–, hermano del rey persa Cambises II, y a quien años
atrás se había hecho pasar por éste y lo había asesinado. O según trata
de contarnos el propio Darío en una de esas “versiones oficiales” que
deja la historia de tanto en tanto.
Todo empezó, según Heródoto, con la muerte de Bardiya, ordenada por
Cambises II antes de partir para su campaña contra Egipto. El
historiador griego cuenta que el rey persa estaba enajenado y que,
además de matar a su hermano, cometió diversas barbaridades en Egipto,
incluido el haber hecho matar el sagrado buey Apis (y sus sacerdotes) en
Menfis. ¿Leyenda negra del rey persa? Quién sabe. Heródoto se pone
chismoso a veces y se fía de fuentes que no ha contrastado, y en este
caso sigue la “versión oficial” de Darío. La hybris de Cambises
tendría su particular némesis, y en este caso fue la usurpación de su
trono: mientras se encontraba en Egipto, en el año 522 a.C., un mago
(sabio persa) llamado Gaumata se hizo pasar por Bardiya y se proclamó
rey, logrando el apoyo de parte de la nobleza aqueménida, un hecho muy
preocupante para Cambises, aislado en Egipto.
28 de septiembre de 2016
27 de septiembre de 2016
26 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXV): 26 de septiembre de 1960 - primer debate Nixon-Kennedy
Un 26 de septiembre de 1960 tuvo lugar el primero
de los cuatro debates televisados entre los candidatos Richard M. Nixon
(republicano) y John F. Kennedy (demócrata) a la presidencia de los
Estados Unidos de América. Fue, de hecho, el primer debate entre dos
candidatos presidenciales emitido por televisión, tuvo una audiencia
estimada de 70 millones de espectadores (un 60% de la población adulta
del país) y, desde luego, cambió la historia de las campañas electorales
de todo el mundo… y de la propia televisión.
De hecho, fueron también los primeros debates cara a cara entre dos
candidatos; el precedente más cercano fueron los debates entre Abraham
Lincoln y Stephen Douglas en las elecciones al Senado de 1858. Las
elecciones presidenciales en noviembre de 1960 fueron muy reñidas,
aunque de partida Nixon era el favorito en la encuestas y gozaba del
prestigio que suponía haber ostentado la vicepresidencia (a pesar de que
su labor como tal más bien fue mediocre) durante el mandato de un muy
popular Ike Einsenhower, desde enero de 1953. La trayectoria política de
Kennedy durante sus casi quince años en Washington, sin embargo, fue
limitada e incluso contraproducente: apoyó a Joe McCarthy en algunas
votaciones del Senado, antes de darse cuenta de que éste era una figura
caduca. Su escasa experiencia en política, a la que había llegado al
finalizar la Segunda Guerra Mundial como sustituto de su fallecido
hermano Joseph, se notaría en algunos de los cuatro debates televisados,
pero, a diferencia de Nixon, se adaptó enseguida al medio.
23 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXIV): 23 de septiembre de 1122 - firma del Concordato de Worms y resolución de la "querella de las investiduras"
Un 23 de septiembre de 1122 el emperador
germánico Enrique V y el papa Calixto II firmaron el Concordato de
Worms, que pone fin a la llamada “querella de las investiduras” que
había enfrentado a Imperio y Papado en el último medio siglo a causa de
la provisión y control de obispados, abadías y beneficios eclesiásticos.
Un tema clásico que jalona la historia de la Cristiandad en la Edad
Media y que significa un antes y un después en las relaciones entre
Iglesia y Estado.
Todo empezó con la aclamación popular (fuera de la elección propia
en el colegio cardenalicio) de Hildebrando Aldobrandeschi como papa en
abril del año 1073 con el nombre de Gregorio VII. Durante los doce años
de su convulso papado, Gregorio VII inició una reforma de la Iglesia de
gran calado, cuyos resultados no pudo ver en vida, tratando de acabar
con el cesaropapismo de los emperadores salios llevaban imponiendo desde
varias décadas atrás, sin cortapisas y ante una institución papal débil
e impotente. La creación de la orden de Cluny, siglo y medio antes (y
ya comentada la efeméride de la fundación de la abadía hace un par de semanas) forma parte de un despertar reformador que trataba de liberar
las órdenes monásticas, y el control de monasterios y abadías, del
control temporal o de la influencia episcopal (a su vez sometida a no
poco señores feudales).
22 de septiembre de 2016
21 de septiembre de 2016
Reseña de Manifiesto por la Historia, de Jo Guldi y David Armitage
En este libro breve que publica Alianza Editorial y que asume la forma de un
manifiesto, Jo Guldi (Brown University) y David Armitage (Harvard
University) reflexionan sobre el papel de la Historia en la
actualidad, sus problemas presentes –la «crisis de las humanidades», la
dictadura del short-term (o cortoplacismo), la visión no útil de la
disciplina en los gobiernos, empresas y think tanks– y los desafíos que
plantea la recuperación de la longue-durée (la larga duración) de
Annales y Fernand Braudel para analizar conceptos como el cambio
climático, la gobernanza, la desigualdad y el manejo de una inabarcable
masa documental (Big Data) en la actualidad. Versión impresa del texto
en un portal creado por Cambridge University Press, disponible on line.
Es curioso que nos reencontremos con viejos planteamientos
braudelianos como la longue-durée… y sin embargo en la actualidad quizá
sea un elemento muy necesario en los estudios históricos. Guldi y
Armitage analizan cómo en una disciplina como la Historia se ha asentado
el método de la microhistoria de décadas anteriores en tesis doctorales
e investigaciones, acortándose los períodos a analizar. Si hace unas
décadas se planteaban estudios de procesos que se producen a lo largo de
varios siglos, en la actualidad se tiende al cortoplacismo (pocas
décadas e incluso años), con conclusiones que apenas tienen en cuenta
las dinámicas evolutivas del paso del tiempo; se tiende, además, a
estudios hiperespecializados y temas muy concretos que no permiten una
análisis de larga duración, y que en muchas ocasiones benefician a otras
disciplinas como la economía.
20 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXIII): 20 de septiembre de 1792 - la "nación francesa" gana la batalla de Valmy
Un 20 de septiembre de 1792 tuvo lugar una de las
batallas menos decisivas de la historia, pero con enormes consecuencias
para uno de sus contendientes: el ejército francés al mando del general
Charles François Dumouriez derrotó (o más bien provocó la extraña
retirada de) al ejército coaligado de prusianos y austriacos en Valmy,
en la región de la Champagne. Una batalla que se distinguió por ser
diferente: todo lo decidieron los cañones, apenas hubo combate entre los
soldados de infantería; los prusianos avanzaron pero vieron que los
franceses mantenían prietas las filas y se retiraron, dejando el campo
de batalla y la extraña victoria en manos de los franceses. ¿Por qué?
Quedará siempre esa duda. Pero con Valmy nació una idea: la de un
ejército "nacional", de la nación francesa. Todo empezó con el estallido de la Revolución francesa en el verano
de 1789, pero las cosas se pusieron candentes cuando, tras el intento de
huida de Luis XVI y su familia de París, detenidos en Varennes, las
monarquías absolutistas de Austria (a fin de cuentas el emperador José I
era cuñado del rey francés), se produjo la declaración francesa de
guerra a Austria en 1792. Ya previamente, en agosto de 1791 y mediante
una declaración oficial de José I y Federico Guillermo II de Prusia, se
lanzó un velado ultimátum a la Asamblea Nacional Constituyente
francesa, que ostentaba la soberanía del reino, para que se volviera al status quo ante revolutionem, amenazando con una formal declaración de
guerra, invasión del país y restauración del poder de los Borbones.
19 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXII): 19 de septiembre de 1356 - derrota francesa en Poitiers (Guerra de los Cien Años)
Un 19 de septiembre de 1356 el ejército inglés al
mando de Eduardo de Gales, el Príncipe Negro, derrotó a los franceses
en la batalla de Poitiers, comandados por el rey Juan II, que cayó
prisionero. Junto a Crécy (1346) y Agincourt (1415), la batalla de
Poitiers supuso una debacle para las armas francesas en el largo
conflicto conocido como la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que
marcó y jalonó la construcción del Estado “moderno” en Inglaterra y
Francia, moduló los progresos en el arte de la guerra (del dominio de la
caballería al auge de la infantería) y marcó la etapa final de lo que
comúnmente llamamos la Edad Media en Occidente.
Todo empezó con las reivindicaciones de Eduardo III (1327-1277), rey
de Inglaterra, a la corona de Francia tras la extinción de la rama
principal de los Capetos y la llegada al trono francés de la rama
colateral de los Valois, en 1328; casa real que se mantendría en el
trono de Francia (con diversas ramas también) hasta 1589. Eduardo III
era pretendiente al trono francés a través de su madre, Isabel, hija de
Felipe IV el Hermoso, pero la ley sálica regía en Francia y el rey
valois, Felipe VI, se negó a transigir.
18 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XXI): 18 de septiembre de 1911 - fallece el primer ministro ruso Piotr A. Stolypin
Un 18 de septiembre de 1911 falleció el primer
ministro ruso Piotr Arkadievich Stolypin, cuatro días después de sufrir
un atentado en el Teatro de la Ópera de Kiev. Con él murió un tímido
intento por “modernizar la Rusia de los Romanov. Intento, lo remarco,
pues Stolypin no era un “demócrata” ni concebía que Rusia pudiera ser
una democracia al estilo occidental. Defensor de la autocracia del zar
Nicolás II, quizá se podría decir que era un “posibilista”, tratando de
mantener en pie un imperio atrasado económicamente y que daba señales de
convulsiones sociales. La Revolución de 1917 no surgió de la nada, fue
un paso tras paso, con los atentados terroristas del último tercio del
siglo XIX, el caldo de cultivo de grupos políticos diversos (del
nihilismo a la socialdemocracia, con escisiones revolucionarias y grupos
anarquistas por la geografía rusa) y el trauma de la Primera Guerra
Mundial como principales etapas.
Todo empezó con la Revolución de 1905, aquel Domingo Sangriento de
enero (9 o 22 en función del calendario juliano o gregoriano) en la que
trabajadores y familias enteras se presentaron delante del Palacio de
Invierno de San Petersburgo demandando una reforma de las leyes
laborales que sacaran a miles de personas de la miseria y el hambre. La
respuesta del Gobierno zarista de Nicolás II fue una represión feroz,
con un número elevado de muertos. Las protestas se repitieron por el
país, en las zonas industriales y en el atrasado campo, y el zar, al
cabo de unas semanas, convino en convocar la Duma (una cámara
parlamentaria) y en ofrecer una Constitución que, a la postre, no dejaba
de ser una carta otorgada con muchas limitaciones. Una propuesta de
liberalización política y económica en octubre sólo consiguió el
silencio del zar en medio de las presiones en las calles; Nicolás II que
se lo pensó mucho y finalmente firmarla; pero su voluntad del zar
abolir la Duma a la primera oportunidad que tuviera. Las huelgas
continuaron, así como la represión, se promulgó una Constitución en
abril de 1906 que mantenía el carácter absolutista del zar, y éste,
cuando pudo hacerlo, disolvió la Duma en julio.
17 de septiembre de 2016
Efemérides historizadas (XX): 17 de septiembre de 1787 - aprobación de la Constitución de los Estados Unidos de América
Un 17 de septiembre de 1787 se aprobó la
Constitución de los Estados Unidos de América en Filadelfia. “We the
People": “Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una
Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad
interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y
asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los
beneficios de la Libertad, ordenamos y establecemos esta Constitución
para los Estados Unidos de América”. El nuevo código legislativo se
convertía en el primero por parte de una democracia moderna (con los
matices respecto a EEUU como “democracia” a finales del siglo XVIII) y
actualmente es el texto federal más antiguo en vigencia.
No fue un camino fácil. Todo empezó con la Declaración de
Independencia del 4 de julio de 1776, cierto, y que inspiraba el camino a
seguir, pero en realidad, hasta que los colonos americanos no
derrotaron a la metrópoli británica para convertirse en ciudadanos de
una nación independiente, en 1783 (firma del Tratado de París), Estados
Unidos no empezó a redactar el texto de su Constitución. Un texto que,
además, se superponía a los textos legislativos y los ordenamientos
políticos de cada uno de los trece estados, que en puridad eran
soberanos, y que debía ser el símbolo escrito, junto al Congreso y la
Presidencia, del carácter federal de la nueva nación.
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