Un gélido 15 de enero de 2009, un día normal en
Estados Unidos (a apenas una semana del inicio del primer mandato
presidencial de Barack Obama), un suceso maravilló a la población de
Nueva York, el país, el mundo. Un avión comercial de la compañía America
Airlines, el vuelo 1649, amerizó en las frías aguas del río Hudson,
apenas iniciado su vuelo, unos minutos antes, desde el neoyorquino
aeropuerto LaGuardia. A bordo, entre tripulació0n y pasajeros, iban 155
personas y, a pesar de los temores de una catástrofe aérea, no hubo
víctimas mortales. En apenas 24 minutos desde el amerizaje todos fueron
rescatados. Fue un hecho inaudito, "el milagro del Hudson", como
enseguida los medios lo bautizaron. Y en toda hazaña hay un héroe: el
comandante Chesley Sullenberger, "Sully" para todo el mundo (Tom Hanks).
A su lado estaba el copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart). Sully había
tomado los mandos del avión tras producirse la incidencia que marcó el
suceso: una bandada de pájaros se estrelló contra el avión y varios de
ellos inutilizaron los dos motores, lo cual obligaba a regresar a
LaGuardia, buscar un aeropuerto cercano o probar un aterrizaje de
emergencia. Sully, tras los lógicos momentos iniciales de desconcierto,
se decidió por al última opción en la improvisada "pista" de las aguas
del Hudson (recordemos que era enero y con una sensación térmica de
varios grados bajo cero). Esa decisión logró salvar la situación, pero
también generó dudas en las autoridades del país encargadas de la
seguridad aérea (básicamente, la Junta de Seguridad del Transporte Aéreo
(NTSB, por sus siglas en inglés). A pesar de haber salvado las vidas de
todos los ocupantes del avión, ¿estuvo equivocado Sully? ¿Tomó una
decisión que puso en juego esas vidas humanas? ¿No era acaso más
factible el aterrizaje de emergencia en LaGuardia u otro cercano, una
vez se dio la vuelta? En última instancia, Sully, el "héroe", ¿pudo ser
lo contrario?
El amerizaje de ese vuelo 1649 está fresco en la memoria, a poco que uno
se esfuerce. Para los neoyorquinos de ese enero de 2009 lo que estaba
aún reciente era el trauma del 11-S: los ataques terroristas, aviones
comerciales mediante (uno de ellos también de American Airlines) contra
las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, más el que se estrelló
en Maryland. Entonces "héroes" anónimos (bomberos, policías, personal de
apoyo,...) tuvieron que lidiar con una catástrofe inimaginable. La idea
del "héroe anónimo" sobrevuela (perdón por el juego de palabras) en
esta película y Sully es la encarnación del mismo, aunque con nombres y
apellidos. Un "héroe" que no lleva capa ni tiene súperpoderes, sino
cuarenta años de experiencia y que, gracias a ella, tomó una decisión
que acabaría siendo trascendental. Como los "héroes" del cine clásico,
como el Mr. Smith de Caballero sin espada de Capra o Roger Thornhill de Con la muerte en los talones
de Hitchcock, y perdóneme otra vez el lector, esta vez por evocar quizá
de manera exagerada a "héroes" del cine de hace décadas. Tom Hanks (me)
recuerda a James Stewart y Cary Grant en esta película; añadamos quizá a
Gregory Peck en Matar a un ruiseñor.
Actores que interpretaron a "héroes" corrientes, personas que tomaron
decisiones (cuando algo sucedió) y contra viento y marea las
mantuvieron. No cuesta ver al Sully que interpreta Hanks aquí haciendo
algo muy similar. Un Sully que simplemente respondería: "hicimos nuestro
trabajo", al tiempo que rechazaría la etiqueta de "héroe".
Al rescate de la imagen blanca y honesta del "héroe" americano hay que añadir que Sully
es una película sencilla, artesanal (al margen de los logrados efectos
especiales) y también muy "clásica" en su factura y desarrollo. Pero es
que, claro, quién está tras la cámara es quizá el último director
"clásico" del cine estadounidense. Clint Eastwood asume el reto de
contar una historia cuyo final ya conocemos y está muy reciente, y lo
hace con el talento natural que no ha perdido a sus 86 años. Todo
funciona bien en esta película, con un metraje exacto y adecuado para lo
que se quiere contar (o, se dirá, el necesario para una historia que
tampoco tiene más "historia"). Lo fácil sería hacer como en El vuelo
de Robert Zemeckis, una película también de un (casi) milagro aéreo (y
también muy diferente en planteamiento y desarrollo), y poner toda la
carne en el asador: es decir, la secuencia del accidente y amerizaje al
principio y luego contar las consecuencias. Pero entonces la historia no
sería la misma. El guion de Todd Komarnicki dosifica lo que el
espectador quiere ver mediante flashbacks y centra la trama en la
investigación oficial del accidente y el amerizaje. Pone el foco en
Sully y en las sospechas "oficiales" sobre el error que, se insiste,
pudo cometer. Mantiene la tensión alrededor de las declaraciones de
Sully y Skiles a puerta cerrada y en sesión plenaria, y el choque entre
lo que ambos cuentan (y recuerdan) y lo que las simulaciones realizadas a
posteriori concluyen: que el avión pudo aterrizar sobre una pista y que
la decisión de Sully fue errónea. Quizá se carga demasiado en el peso
del "error humano" sobre las espaldas de Sully, hasta el punto de que
este se pregunte en un momento dado si se equivocó. La trama, pues, y a
pesar de lo que sepamos, tiene la suficiente miga para que la historia
tenga eso, "historia", y que el debate entre la "heroicidad" del
personaje asumida por el hombre de la calle y los medios y las dudas
"oficiales" tenga calado... para el espectador. Y todo ello funciona
bien, probablemente por la honestidad con que se muestra todo, la (en el
fondo) sencillez de un guion bien trabado y el sólido pulso de Eastwood
tras la cámara; cuesta poco imaginarlo diciendo "¡corten!" tras una o
dos tomas, como mucho, algo habitual en él: hay ideas muy claras en esta
película y cero alardes trascendentales.
Se dirá que quizá sobra asepsia y pulcritud, y falta pasión; qué
quieren que les diga, a mí la historia, por la unión de todos los
aspectos ya comentados, me ha "llegado". Y me ha emocionado sin
necesidad de buscarme la fibra. Quizá porque me llega el retorno del
"héroe" clásico (cinematográfico), quizá porque Hanks me vuelve a
convencer como hizo en El puente de los espías,
quizá porque Clint Eastwood me ha ganado casi desde el principio
de la película, como en otras cintas suyas no ha hecho. Sea como fuere,
Sully es una (así me lo parece) muy recomendable película, sencilla y
tomándola como lo que es: pura honestidad cinematográfica. Nada más y nada menos.
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