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17 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Van Gogh y Japón, de David Bickerstaff

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.


Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo y Grup Balañà lo emitirán los días 18 y 19 de noviembre; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines de España se podrá ver. Los cines Verdi de Barcelona lo emitirán el 3 de diciembre en su programación cultural de los martes).


Vincent van Gogh (1853-1890) sintió pasión por el arte japonés: a finales de noviembre de 1885, cuando viajó a París, conoció los crespones japoneses, empezó a estudiar a los artistas nipones y sus grabados, y comenzó a elaborar una colección propia que actualmente se conserva en el Museo Van Gogh de Ámsterdam. Nunca viajó al país del Sol Naciente, pero entabló una «relación» cercana con la pintura de aquel país, que en aquellos momentos (décadas finales del siglo XIX) generó un verdadero furor por todo lo que procedía de allí. El «japonismo» –como las chinoises en el siglo precedente– se puso de moda al mismo tiempo que este país se «abría» al mundo a partir de 1853 y la llegada del comodoro estadounidense Perry a los puertos nipones, y desde que en 1868 se iniciaba la era Meiji con la subida al trono del emperador Mutsuhito (fallecido en 1912). La pintura japonesa gustó especialmente a los pintores impresionistas, su influencia en la composición de cuadros de Manet, Degas y Monet, entre otros, ya era evidente antes de que Van Gogh pintara sus obras avanzada la década de 1880. En una escrita a su hermano Théo a finales de julio de 1888, Vincent escribió: «El arte japonés, en decadencia en su patria, retoma sus raíces en los artistas franceses impresionistas»; en esta misiva afirmaría también: «El arte japonés es algo como los primitivos, como los griegos, como nuestros viejos holandeses: Rembrandt, Potier, Hals, van der Meer, Ostade, Ruysdael. No se termina...».

14 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Pequeñas mentiras para estar juntos, de Guillaume Canet

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En 2010 Guillaume Canet escribió y dirigió el filme Pequeñas mentiras sin importancia: una comedia sobre un grupo de amigos que se conocen desde hace tiempo. Amigos de esos que cuando llegan las vacaciones se reúnen con sus parejas e hijos en la casa de veraneo de Max (François Cluzet), adinerado y algo irascible dueño de un hotel-restaurante, y su esposa Véronique “Véro” (Valérie Bonneton). Ese era el plan que iba a reunirlos a todos como de costumbre, pero uno de ellos, Ludo (Jean Dujardin), tiene un accidente de tráfico con su escúter al salir de un local de copas. Queda postrado en la cama de un hospital y en coma, y el grupo de amigos, tras debatirlo entre ellos, finalmente decide, visto que la recuperación de Ludo va para largo, irse a la casa de veraneo de Max y Véro en la Gironda (en Cap Ferret, para ser exactos: ¡qué panorámicas!), sin dejar de visitar al amigo común cuando sea necesario. Y así, golpeados por el accidente de Ludo, pero con ganas de disfrutar de un tiempo juntos, se dirigen todos a la costa. Son Marie (Marion Cotillard), rebelde y algo inmadura; Éric (Gilles Lelouche), actor de profesión y sinvergüenza por naturaleza, liado con Léa y en realidad medio enamorado de Marie; Vincent (Benoît Magimel), quiropráctico y que considera a Max un hermano mayor, casi un padre… y de hecho algo más; y Antoine (Lauren Lafitte), el eterno adolescente y que acaba de romper con su novia Sophie, pero sin acabar de aceptarlo. Isabelle (Pascale Arbillot), esposa de Vicent y sus hijos, así como los de Max y Véro, acompañan a la troupe, que durante esas semanas de verano compartirá algo más que charlas, risas y fiestas: también esas pequeñas (o grandes) mentiras que se suelen contar para que no caiga la máscara y se muestren esas cosas que nos hacen como somos y no queremos que los demás vean; esas pequeñas mentiras sin importancia que, a la postre, acaban por unir y no por separar: de la bisexualidad de Vincent a la soledad de Marie o el miedo de Antoine a estar solo.

9 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Estafadoras de Wall Street, de Lorene Scafaria


Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.


Durante el visionado de esta película al espectador quizá le vengan a su cabeza ecos de El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) y, dese luego, al margen del propio título que se evoca en esta Estafadoras de Wall Street (resulta mucho más directo el original, Hustlers, que significa eso, estafadoras). Lo que Jordan Belfort hacía en el aquel filme tiene poco que ver con lo que el grupo de estríperes perpetra en esta otra cinta, mucho más limitado. Belfort construyó su fortuna y la de sus colaboradores a partir de, prácticamente, un saqueo de inversores en bolsa. Destiny (Constance Wu), la protagonista de la película que comentamos, sólo busca ganarse la vida y pagar facturas, y lo hace en un club de estriptis en el que los clientes asiduos son agentes bursátiles y similares, y en el que debe competir con mujeres más voluptuosas que ellas, con más tablas sobre el escenario y con mejores artes en la barra fija.

4 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Sorry We Missed You, de Ken Loach

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Hablar de Ken Loach (n. 1936) es sinónimo de hacerlo de compromiso social, una etiqueta que también se aplica a Paul Laverty, quien ha escrito casi todos sus guiones para el director procedente del norte de Inglaterra: una zona depauperada por la reconversión industrial de los años ochenta (durante el largo mandato de Margaret Thatcher) y que, junto a Escocia, suele ser escenario de muchas de sus películas. El realismo social es una seña de distinción en la filmografía de Loach: su crítica de la sociedad burguesa, su interés por las personas corrientes, los trabajadores que sufren los recortes en un Estado del bienestar cada vez más descafeinado (evidentísimo en el caso de los hachazos al que probablemente sea el buque insignia del laborismo británico, el National Health Service o Servicio Nacional de Salud, equivalente a nuestro sistema de la Seguridad Social), las injusticias que de ello deriva y los traumas en unos personajes que viven en grandes ciudades industriales en crisis. Un realismo que se nutre de la crítica política y social implícita en la banda más izquierdista del laborismo del que Loach es militante y que ha conformado su hoja de ruta ideológica. Un filme de Ken Loach, por tanto, no engaña a nadie y todo aquel que acuda a una sala de cine para ver una de sus películas sabe perfectamente qué se va a encontrar. 

23 de octubre de 2019

Crítica de cine: Zombieland: mata y remata, de Ruben Fleischer

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Hace diez años, cuando se estrenó Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), el universo zombi volvió a la palestra (si es que alguna vez lo había abandonado) combinando el gore –con clasificaciones para edades diversas en cada país que iban de la R (mayores de 17 años) en Estados Unidos a los mayores de 13 años en España– y el humor (negro) que pronto encandiló a la audiencia. Aún tendrían que llegar el fenómeno The Walking Dead (AMC: 2010-), series de diferente estilo como In the Flesh (BBC: 2013-2014), Z Nation (Syfy: 2014-2018), iZombie (CW: 2015-2019) o Santa Clarita Diet (Netflix: 2017-2019), entre otras, y películas resultonas como Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013), basada en parte en la novela homónima de Max Brooks, y sucedáneos varios como para que el género se convirtiera casi en algo demasiado recurrente.  Todo ello probablemente haya saturado al personal y la cuestión zombi se haya vuelto un tema tópico y excesivamente revisitado, ya un género que se mezcla con la serie B o crea una propia. Recordemos, incluso, que Amazon encargó en 2013 un piloto para una serie de televisión con los mismos personajes que la película de Fleischer y otros autores, pero que no funcionó como se esperaba y se canceló el proyecto. No era para menos: ¿la misma historia, pero sin aquellos actores que la hicieron atractiva? Aquello no iba a ninguna parte.

21 de octubre de 2019

Crítica de cine: Michelangelo infinito, de Emanuele Imbucci

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y y los cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 21 y 22 de octubre, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emite. 

Michelangelo “Miguel Ángel” Buonarroti (1475-1564) no necesita presentación: qué más se puede decir del genio de la escultura y la pintura, que también demostró dotes de arquitecto (suyo es el diseño de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano). Hombre iracundo, a menudo arrogante, no llevaba bien las comparaciones y rivalizó con pintores de la talla de Rafael Sanzio y Leonardo da Vinci, y lidió con mecenas papales como Julio II, León X y Clemente VII. Qué más se puede decir y que no hayamos visto en documentales de todo tipo e incluso películas: cuesta quitarse de la cabeza a Charlton Heston como el genio renacentista que tuvo sus más y sus menos con un Julio II interpretado por Rex Harrison en La agonía y el éxtasis (Carol Reed, 1965), filme basado en la novela homónima de Irving Stone.

20 de octubre de 2019

Crítica de cine: Día de lluvia en Nueva York, de Woody Allen

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Woody Allen “faltó” a su entrega cinematográfica anual en 2018 y no por decisión propia sino de Amazon Studios, que desde en los últimos años produjo sus filmes. Los ecos del movimiento #MeToo en el otoño de 2017, con Día de lluvia en Nueva York ya rodada, reavivaron la controversia que desde hace años rodea a Allen en relación a las acusaciones de abusos sexuales de su hija adoptiva Dylan Farrow; todo ello impulsó al gigante fundado por Jeff Bezos a congelar el estreno del filme. En el calor mediático del caso Harvey Weinstein algunos de los actores (Timothéee Chalamet, Rebecca Hall y Selena Gomez) anunciaron que donarían el sueldo percibido por este filme a una organización sin ánimo de lucro que denuncia los abusos sexuales (RAINN); algún actor incluso (Griffin Newman) dijo que nunca volvería a trabajar con Allen y otros (Cherry Jones, por ejemplo) le defendieron. Pasó 2018 sin el estreno y el propio director y guionista denunció a Amazon por incumplimiento de contrato en febrero de este 2019; la cosa finalmente resolviéndose en mayo con la rescisión con la compañía del acuerdo de cinco películas firmadas y la cesión a Allen de los derechos de distribución de este filme en Estados Unidos (Amazon mantuvo los del resto del mundo). Mucho ruido mediático alrededor del filme, pues, y del que el propio Allen procuró mantenerse en parte al margen –en las entrevistas que se le han realizado recientemente se muestra harto y reacio a hablar de todo aquello que no sea la película–, dedicándose a lo suyo: escribir la siguiente película, que llegará en 2020 y contará con la producción de la compañía española Mediapro.

19 de octubre de 2019

Crítica de cine: Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Francia, 1770. Una pintora, Marianne (Noémie Merlant) posa para unas jóvenes aprendizas en lo que parece una clase de dibujo. Al finalizar la clase, una de las “alumnas” le pregunta por un cuadro colgado en la pared, lo cual lleva a Marianne a apelar a sus recuerdos. La acción se traslada inmediatamente a una localidad costera de la Bretaña a la que llega Marianne en barca, cargada con sus bártulos. Se dirige a una casa señorial en la que sólo está una jovencísima criada, Sophie (Luàna Bajrami), que atiende sus primeras necesidades. La llegada de la señora, una condesa (Valeria Golino), revela el propósito de la estancia de Marianne: debe pintar un retrato de su hija, Heloïse (Adèle Haenel), un cuadro que servirá para fraguar su matrimonio con un hombre de buena cuna en Milán al que la joven no conoce. Un matrimonio de conveniencia, queda claro, y al que Heloïse, aun queriendo, no puede oponerse de otra manera que con el silencio. Por este motivo, la condesa le pide a Marianne que se haga pasar por dama de compañía de su hija, vaya con ella en sus paseos matutinos y, de este modo, a hurtadillas, se fije en los detalles de su rostro y en la privacidad de su habitación por las tardes la pinte a partir de lo que ha quedado en su memoria reciente. Y así comienza una relación distante, con una Heloïse a menudo malhumorada; una recopilación de detalles por parte de Marianne, una sucesión de miradas furtivas, insistentes, disimuladas, paulatinamente fascinadas… y también una historia de amor y deseo que, desde luego, no puede acabar en un final feliz para las dos jóvenes.

23 de septiembre de 2019

Crítica de cine. Ad Astra, de James Gray

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Prácticamente no hay año, al menos desde hace un tiempo, en el que no llegue a las carteleras una película sobre el espacio; la última frontera, que decían los clásicos. Cuando empezamos a buscar más allá de nuestra madre Tierra (o seguimos haciéndolo) y nos pongamos a buscar vida inteligente o un nuevo hogar para cuando (en un futuro más o menos lejano) este planeta que moramos sea cada vez más inhabitable, el cine (y desde luego la literatura) toman cartas en el asunto. No es algo nuevo: desde siempre el hombre ha mirado a las estrellas y ha explorado desde y más allá de su imaginación. ¿Estamos solos? ¿Podemos vivir en otro planeta, otro sistema solar, otra galaxia? En muchos casos ese viaje a las estrellas no deja de ser una odisea hacia nuestro interior, a lo que nos hace humanos. El viaje puede ser tan lejano y al mismo tiempo sin movernos de donde estamos como ya se planteara en Contact (Robert Zemeckis, 1997, a partir de la novela de Carl Sagan), o puede traspasar dimensiones y agujeros negros como en Interstellar (Christopher Nolan, 2014), y en el fondo no deja de ser un viaje más subjetivo que físico. Algo parecido sucede en Ad Astra, cinta del siempre interesante James Gray –La noche es nuestra, Two Lovers, El sueño de Ellis, La ciudad perdida de Z–, que, sin dejar de lado la esencia introspectiva de su filmografía, apuesta por el género de la ciencia-ficción y los viajes espaciales para hablar de cosas muy mundanas. Como suele pasar en el género.

16 de septiembre de 2019

Crítica de cine: Litus, de Dani de la Orden

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En septiembre de 2012 se estrenó en la Sala Flyhard del Teatre Lliure de Barcelona la obra Litus, escrita y dirigida por la joven dramaturga Marta Buchaca (n. 1979), y que sería publicada. La trama era la siguiente: tres meses después de que Litus se suicidara con el coche, su hermano Toni reúne en el piso donde viviera a la que fuera su novia, Laia, a dos de sus amigos, Pablo y Marco, y a un antiguo compañero del grupo musical que habían formado, Pepe, que ahora ha triunfado en solitario. La convocatoria se debe a que Litus dejó una carta para cada uno de ellos, lo cual despertará emociones nuevas y recuerdos sobre alguien que se fue sin decir adiós ni responder a por qué quiso suicidarse. El formato teatral funcionó muy bien en una obra que desnudó a unos personajes treintañeros y con la que los espectadores de aquella franja de edad podían identificarse. Buchaca escribe ahora el guion de la adaptación cinematográfica junto al director, Dani de la Orden, y en el que se añade algún personaje nuevo (Su, interpretada por Marta Nieto) y alguna trama que, en lo esencial, mantiene el texto original teatral y a los protagonistas de entonces: Pablo (Álex García), Marco (Adrián Lastra), Laia (Belén Cuesta), Pepe (Miquel Fernández) y Toni (Quim Gutiérrez).
 

18 de agosto de 2019

Crítica de cine. Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino

Con un título de cuento de hadas (“Érase una vez…) y con Hollywood como escenario, la 9ª película de Quentin Tarantino –con ese número ordinal que tanto se promociona en carteles y teasers publicitarios, previo a ese supuestamente último y décimo filme original del cineasta estadounidense, si no contamos ese proyecto de Star Trek que tiene más ojos que el Guadiana, que pondrá fin a su carrera… presuntamente– parece ser la culminación de una carrera. De hecho, si tiramos de memoria histórica, resulta lógica una película como Érase una vez en Hollywood en la filmografía de Tarantino, tenía que llegar, contemplas filias cinéfilas (y cinéfagas) de alguien que parece haberse preparado toda su vida para un filme de estas características. Presentada en el Festival de Cine de Cannes el pasado mes de mayo y estrenada en Estados Unidos el 26 de julio, llega a las carteleras veraniegas españolas un filme que en su montaje para salas dura 165 minutos, pero no ofrece todo el metraje rodado por Quentin: tendremos que esperar a la versión extendida (con las escenas eliminadas) de cuatro horas en formato miniserie que ofrecerá Netflix más adelante para disfrutar de todo lo que quiso contar en este filme y finalmente no pudo. (Nota: la verdad sea dicha, a estas alturas de películas de estándares Vengadores, tampoco pasaría nada si se estrenase en salas dicho montaje último, aunque los exhibidores se rasgarían las vestiduras y se estrujarían las meninges para encontrar pases de un filme de cuatro horas.) Cierto es que esas casi tres horas dejan una sensación de que se ha escamoteado (bastante) en la sala de montaje y ello se percibe en una versión para la gran pantalla que tiene algunos problem(ill)as de ritmo.

5 de agosto de 2019

Crítica de cine: El gran Buster, de Peter Bogdanovich

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En una secuencia de Soñadores (Bernardo Bertolucci, 2003), dos de los protagonistas, Theo (Louis Garrel) y Matthew (Michael Pitt) discuten sobre quién es mejor, si Charles Chaplin o Buster Keaton. Todo viene a cuenta a partir de una cita que lee Theo de un libro (no se menciona al autor, pero es de suponer que pertenezca –o Bertolucci la adapte– a algún cineasta francés de la Nouvelle Vague que echara la vista atrás, a las primeras décadas del cine en Estados Unidos): «La diferencia entre Keaton y Chaplin es la diferencia entre la prosa y la poesía, entre la aristocracia y el vagabundo, entre la excentricidad y el misticismo, entre el hombre como máquina o como ángel». La discusión, en cierto modo, es un clásico en los debates cinéfilos que se precien: ¿quién era mejor, quién más gracioso: Keaton o Chaplin? Una “rivalidad” creada más a posteriori que en su momento. (Nota: no olvidemos tampoco al tercero en discordia, Harold Lloyd). 

3 de agosto de 2019

Crítica de cine: Rojo, de Benjamín Naishtat

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Hay ocasiones (y no son pocas) en que uno siente envidia del cine argentino por mostrar, con más o menos tapujos, episodios espinosos de su historia, en este caso la asonada de 1976 que dio paso a la dictadura militar que se mantendría hasta 1983. Un caso (de muchos) es Roma –no confundir con la reciente (y magnífica) película mexicana de Alfonso Cuarón–, filme de Adolfo Aristarain (2004), que nos situaba en la juventud de un futuro escritor en aquel país en las décadas de los años sesenta y setenta. Sobre las consecuencias del gobierno de la Junta Militar, y las desapariciones, me viene también a la cabeza Kamchatka (Marcelo Piñeyro, 2002). Y, desde este lado del charco, mencionaría también Los condenados (Isaki Lacuesta, 2009), que indaga en el concepto de la memoria histórica en relación con aquel luctuoso capítulo de la historia argentina (y que, en cierto modo, simboliza el de otros países hispanoamericanos en aquella época). Desde aproximaciones muy diferentes, estos tres filmes (espolón de proa de muchos más, desde luego) indagan en el camino que condujo al golpe de estado de marzo de 1976. De otra manera lo hace Benjamín Naishtat con Rojo, presentada en la edición de 2018 del Festival de Cine de San Sebastián y que, con cierto retraso, llega a las salas españolas.

28 de julio de 2019

Crítica de cine: La mirada de Orson Welles , de Mark Cousins

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

¿Qué diría Orson Welles si supiera que después de su muerte Estados Unidos tuvo un presidente negro y que ahora se sienta en el Despacho Oval otro que se cree Charles Foster Kane? ¿Qué diría ante elementos de la tecnología, cámaras y teléfonos móviles, que permiten hacer películas con una facilidad inimaginable en su época? ¿Qué diría quien siempre tuvo una fascinación por la imagen al respecto de que la vida es cada vez más visual en estos tiempos actuales? ¿Qué diría ante Internet, la “magia negra” moderna, y qué películas habría rodado al respecto? ¿Cómo, en última instancia, vería ahora el mundo Orson Welles? Son algunas preguntas que Mark Cousins se plantea –y que le plantea directamente al propio personaje– al inicio de La mirada de Orson Welles, documental presentado en el Festival de Cannes de 2018 y que, por fin, llega a nuestras salas; cierto que en muy pocas, de hecho: en Barcelona sólo se emite en una de las salas de los cines Verdi). Un documental que llega en un momento dulce en cuanto al género y a "miradas" de cine: al que sobre  Ingmar Bergman presenta y codirige Margarethe von Trotta, y que se estrenó hace una semana, añadiremos, el próximo 2 de agosto, el que Peter Bogdanovich ha realizado sobre Buster Keaton... y que comentaremos en su momento.

23 de julio de 2019

Crítica de cine: Entendiendo a Ingmar Bergman, de Margarethe von Trotta, Felix Moeller y Bettina Böhler

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Ingmar Bergman (1918-2007) es EL director de cine sueco por antonomasia. Por supuesto, hubo un cine antes y después de él, y sobre todo durante su propia vida, y sería injusto obviar la obra de otros muchos cineastas del país escandinavo. Cierto es que, si le preguntamos al común de los mortales con cierta curiosidad por el cine, su nombre sería el primero que le vendría a la cabeza al respecto de cineastas suecos. “Sí, hombre, el de El séptimo sello, la partida de ajedrez con la muerte, ¡esa la ponían mucho en el cine club de la facu!”, dirían muchos, “¡Fresas salvajes!”, responderían otros. “¡El manantial de la doncella!”, sugeriría alguien. “¡Fanny y Alexander, que antes la ponían mucho por televisión!”, terciaría alguien. “¡Persona! ¡Cómo no podéis mencionar Persona!”, se rasgaría alguno las vestiduras. La disputa, hasta cierto punto gafapasta, quizá acabaría con un duelo a las doce junto a los Carmelitas Descalzos, o puede que a la una detrás del Luxemburgo, si la cosa va muy apurada. Sea como fuere, Ingmar Bergman fue uno de los grandes cineastas de la historia (ganador de tres Oscars en la categoría de mejor película de habla no inglesa y varias nominaciones más en la dirección y el guion original), y su obra ha influido en otros tantos, realizando también una notable carrera como director de teatro, su otra gran pasión. Cine y teatro formaban parte de un mismo todo para Bergman y nutrieron una vida que, en lo personal, también fue compleja: casado en cinco ocasiones, mantuvo también largas relaciones con algunas de las actrices habituales de sus películas (Liv Ullmann y Bibi Andersson, por ejemplo), y tuvo nueve hijos. La vida y la obra de Bergman merecían no uno, sino muchos documentales.

17 de julio de 2019

Crítica de Apolo 11, de Todd Miller

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

El 16 de julio de 1969, a las 9:32 hora de Houston (13:32 horas UTC), la misión Apollo 11 despegó desde la plataforma 39 del centro espacial John F. Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida. Un millón de personas, aproximadamente, se habían trasladado a la zona y, a varios kilómetros de distancia, observaron el lanzamiento de la nave formada por el módulo de mando (Columbia), en el que viajaban los tres astronautas de la misión –el comandante de la misión Neil Armstrong, el piloto del módulo de mando Michael Collins y el piloto del módulo lunar (Eagle) Edwin E. “Buzz” Aldrin–, el módulo de servicio, el citado módulo lunar y el cohete Saturn V (que constaba de tres fases), el cohete más potente de la historia y equivalente a 180 millones de caballos de vapor. El conjunto de la nave, de 111 metros de altura y casi 3.000 toneladas de peso, se elevó sin problemas; tres minutos después se desprendió la primera fase del cohete y se encendió la segunda; a los nueve minutos del despegue se separó esta segunda fase y se produjo la ignición de la tercera; a los once minutos (9:43 horas) se apagaron el motor de la tercera fase y la nave entró en la órbita terrestre, donde se mantuvo durante dos horas y media (y realizó dos vueltas al planeta), tiempo necesario para comprobar que todos los sistemas funcionaban a la perfección. A las dos horas y cuarenta cinco minutos del despegue (12:22 horas), la nave encendió el motor de la tercera fase del Saturn V y mantuvo la ignición durante seis minutos para poder establecer la trayectoria correcta hacia la Luna. Todo salió según lo previsto y se realizó la maniobra de transposición: el Apollo 11 se liberó de la tercera fase del Saturn V, giró sobre sí mismo y se acopló al módulo lunar en forma de araña y que previamente se había sacado de su “envoltorio” (operación que habremos visto en películas como Apollo 13 [Ron Howard, 1995], por ejemplo), entre las 13:01 y las 13.49 horas. El Apollo 11 abandonó la órbita terrestre e inició un viaje de tres días hasta la Luna, a 380.000 kilómetros de distancia.

15 de julio de 2019

Crítica de cine: An Accidental Studio, de Kim Leggatt, Ben Timlett y Bill Jones

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Para el común de los mortales quizá las palabras Handmaid Films no le resulten conocidas; pero si digo La vida de Brian (Terry Jones, 1979) la cosa ya cambia. Y es que uno puede dejar de recordar la película de los Monty Python, que de principio a fin nos regala momentos cumbre: el sermón de Jesús (“¡bienaventurados los gansos!”), la lapidación del blasfemo, la pintada en el muro de la fortaleza romana (“¿gente llamada romanos ir la casa?”), el Frente Popular de Judea (o la burla de la división endémica de la izquierda: “¡idisidente!”), la discusión sobre qué han hecho los romanos por nosotros, Pijus Magnificus (Diggus Bockus, en el original), la parodia del mesianismo … y tantas otras secuencias magistrales de una de las grandes comedias que se han realizado en el cine. Sin embargo, la película de los Python corrió el serio riesgo de no realizarse: es más, la productora inicial, EMI Films, se “rajó” al conocer el guion (y habiendo empezado ya el rodaje en Túnez), que malinterpretó –no es una crítica de la fe religiosa, sino de la intolerancia y el dogmatismo religiosos– y se apartó del proyecto ante las críticas que temía que recibiría el filme cuando se estrenase… si es que se estrenaba. Los Python se quedaron sin financiación y hacían falta 3 millones de libras (de la época) para terminar el rodaje y encarar la posproducción y la promoción. La salvación llegó de la mano de George Harrison, integrante de los Beatles y un fan declarado de todo lo que hacían los Monty Python, quien, en colaboración con su mánager, Denis O’Brien, creó la productora Handmade Films –originalmente iba a llamarse Handmade British Films, “películas británicas hechas a mano”–, puso el dinero (Harrison hipotecó su casa) y permitió que viera la luz el que es, sin duda, el mejor filme del sexteto británico-estadounidense (la cuota de Terry Gilliam) y un hito en la historia del cine. 

29 de junio de 2019

Crítica de cine: Rembrandt, de Kat Mansoor

Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 1 y/o 2 de julio, vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs o en FilmAffinity para saber en qué cines se emitirá. 

Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) es quizá el pintor neerlandés más popular y apreciado, y eso que en los Países Bajos abundan los artistas, especialmente en el siglo XVII. En este 2019 se conmemora por aquellas latitudes el 350º aniversario de la muerte de este pintor: entre los actos que se han celebrado, destacó una exposición (abierta hasta el pasado 10 de junio), All the Rembrandts, en el Rijksmuseum de Ámsterdam. Más cerca, en el Museo del Prado de Madrid, se inauguró esta semana una exposición, Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines (hasta el 29 de septiembre), en el marco de los fastos por su 200º aniversario y que, en colaboración con el mencionado museo neerlandés, establece una comparativa entre las obras de estos gigantes del arte, que además fueron coetáneos (Vermeer fue el más joven de los tres). Aprovechando esta coyuntura, y también como cierre de la Temporada de Arte en algunos cines, llega a algunas salas de cine este documental de 2014, que, con el título original. Rem­brandt from the Natio­nal Gallery and Rijksmu­seum, fue dirigido por Kat Mansoor, contó con la producción del ya veterano en este tipo de películas Phil Grabsky (que también participó en la escritura del guion), tuvo a Robert Lindsay como presentador/narrador y tomó como excusa argumental la exposición Rembrandt: The Late Works, presentada en la National Gallery de Londres y el Rijksmuseum de Ámsterdam en 2014 y 2015, y que, como indica su título, trata sobre las obras de los últimos años de vida de Rembrandt.

19 de junio de 2019

Crítica de cine: Men in Black: International, de F. Gary Gray

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

¿Se están estrenando blockbusters por encima de nuestras posibilidades? Esta pregunta me la hice hace un par de días tras el pase de prensa de Men in Black: International. Repasemos el calendario: Glass (estrenada en enero), Alita: ángel de combate (febrero), Capitana Marvel (marzo), ¡Shazam! y Vengadores: Endgame (5 y 26 de abril, respectivamente), Aladdin (24 de mayo), X-Men: Fénix Oscura (7 de junio), Men in Black; International (14 de junio), Toy Story 4 (llegará el 21 de junio), Spider-Man: lejos de casa (5 de julio)… y lo que llegará en la segunda mitad del año. A estas alturas uno acaba agotado y con una saturación que, además, no permite un período de tiempo mínimo para digerir lo que se ha visto. Hace diez años, gran parte de esos blockbusters, con una promoción de semanas, por no decir meses, se habrían estrenado a lo largo de todo un año. Ahora salimos de uno de esos bombazos cinematográficos y prácticamente nos metemos en otro, y la máquina sigue en danza para seguir produciendo más y más películas que permitan que la cadena de montaje no se detenga y se sacien las exigencias (!) de un (segmento determinado del) público que (teóricamente) quiere más y más películas de este estilo. Pero, ¿realmente lo quiere, lo necesita y lo digiere?

17 de junio de 2019

Crítica de cine: La biblioteca de los libros rechazados, de Rémi Bezançon

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Durante unos años quien esto escribe fue lector profesional de libros de ficción: fueron muchos los manuscritos que leí y pocos los que valoré positivamente (hubo muchísima más paja que grano). Mi labor era esa, valorar un manuscrito, tanto desde el aspecto literario como el comercial: en función de esa primera valoración, a la que seguirían otras en el seno de la editorial, ésta decidía si publicaba el libro o no; que recuerde, dos de esas novelas se acabarían publicando, aunque no parece que tuvieran demasiado éxito de ventas (lástima). Las editoriales no son ONGs y no pueden publicar (lógicamente) todo lo que les llega y los rechazos de manuscritos, tras una valoración, son habituales. ¿Dónde acaban estos libros que no se publican? Quién sabe: es de suponer que muchos de ellos irán de editorial en editorial hasta que, quizá, encuentre un editor receptivo que ha visto algo que los demás no han visto (o valora algo que los demás dejan de lado) y publica el libro, y puede que sea la sorpresa del año… o de la década (añádanse los títulos que el lector de esta crítica considere). Pero es de suponer también muchos de estos libros rechazados acaben el olvido y nunca más se sepa de ellos.