(Harry Lime/Orson Welles en El tercer hombre, 1949)
De Paul Strathern contamos con libros como Napoleón en Egipto pero para los interesados en la filosofía es también conocido por su serie Filósofos en 90 minutos (véase algunos títulos en la web
de la editorial Siglo XXI, y suele aunar un conocimiento casi
enciclopédico con una amenidad y una voluntad de divulgar que lo
convierten en un autor interesante. Por ello, cuando apareció en
castellano El artista, el filósofo y el guerrero: la historia de un encuentro que marcó a Europa (Ariel, 2010) me llamó poderosamente la atención por dos razones: el estilo del autor y el período tratado.
En el verano y otoño de 1502 César Borgia (1475-1507), hijo del papa Alejandro VI y gonfaloniere
de las fuerzas militares de los Estados Pontificios, trató de
conquistar, por tercera vez, el territorio de la Romagna, ocupando una
ciudad tras otra y, según la mala fama del condottiero,
extendiendo el terror por cada ciudad que ocupaba. Esta campaña militar
puso a César Borgia en contacto con dos de las figuras más importantes
del Renacimiento italiano: Nicolás Maquiavelo (Niccolò di Bernardo dei
Machiavelli, 1469-1527) y Leonardo da Vinci (1452-1519), pintor,
científico, ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto,
urbanista, botánico, músico, poeta, filósofo y escritor de origen
florentino pero que llevaba varios años al servicio de la familia Sforza
en Milán. Maquiavelo, el mejor negociador de la Signoria de Florencia,
había sido enviado como diplomático para mediar con el hábil hijo de
Alejandro VI, pues, en última instancia, contra Florencia estaba
destinada la campaña por la Romagna y la Toscana. Por su parte,
Leonardo, quien recientemente había regresado a su ciudad natal,
Florencia, tras varios años en la corte milanesa de los Sforza, entró al
servicio de César Borgia como ingeniero militar. El encuentro de estos
tres hombres, el militar, el filósofo y el artista, fue único, aunque
las consecuencias del mismo no sirvieron para que Italia, acostumbrada a
una endémica y en cierto modo «guerra civil», consiguiera la anhelada
paz general.
El libro se estructura en tres partes, que prefiero no analizar a
fondo (que el lector se deje llevar por una historia atractiva y muy
adictiva) sino sucintamente mencionar: en primer lugar, nos presenta a
los tres actores principales de este drama –Borgia, Maquiavelo y
Leonardo– y cómo fue su vida hasta ese verano de 1502; a continuación,
Strathern nos introduce en el segundo semestre de 1502, siguiendo las
huestes de César Borgia por la Romagna; en una tercera parte, asistimos a
la paulatina caída de César Borgia a lo largo de 1503, después del
exitoso y glorioso año anterior, que comenzó con la muerte de Alejandro
VI y la elección –tras el interludio del breve Pío III– del archienemigo
de la familia Borgia, el cardenal Giuliano della Rovere, es decir,
Julio II. La cuarta y última parte del libro nos muestra un largo
período de tiempo, entre 1504 y 1527: el resto de las vidas de estos
tres grandes personajes, en un nuevo escenario político.
Pero este libro no nos habla sólo de las correrías de César Borgia por la Romagna: en realidad estamos ante un auténtico divertimento
que nos transporta, de manera harto deliciosa, a la Italia de finales
del siglo XV y principios de la centuria siguiente. Un libro que se lee
como si de una novela se tratara, que atrapa desde el principio y nos
permite acompañar a un tímido y habitualmente introspectivo Leonardo,
cuyas experiencias como ingeniero militar al servicio del Borgia le
afectaron especialmente, despertándole una repugnancia por todo aquello
relacionado con el arte de la guerra; seguimos las andanzas del jocoso
pero lúcido Maquiavelo, tratando de acercar las posturas de la Signoria
florentina con las ansias expansionistas del Borgia, aunque apenas tuvo
éxito en su empeño, pues el hijo de Alejandro VI no estaba por la labor
de contemporizar con Florencia; y nos introducimos en el ejército de
César Borgia, protegido aunque también a menudo criticado por su padre
el Papa (que consideraba que no mostraba siempre el rigor que los Borgia
debían imponer en Italia), atacado en su rostro ya entonces por los
efectos de la sífilis, capaz de mostrarse encantador con aquellos a
quienes quería convencer, para, a continuación, mostrar su cara más
salvaje, ya con aliados o con enemigos.
El libro de Strathern seduce por un estilo subyugador, consiguiendo mantener en vilo al lector, que, casi como en un buen thriller,
se mantiene a la expectativa de lo que puede suceder en cada página. Se
nos habla del auténticamente maquiavélico Alejandro VI, de su anhelo de
crear un auténtico reino en Italia para sí y sus hijos, a despecho de
rivales en potencia como la familia Orsini, que basculó entre la alianza
de hoy y la oposición de mañana, o como el no menos pérfido cardenal
Della Rovere; se nos habla de las cabalgadas de Carlos VIII de Francia
sobre Italia, en 1494, cuando el joven César Borgia, que estaba
destinado a la carrera eclesiástica –arzobispo de Valencia con
diecinueve años, cardenal a los veinte–, se forjó en el arte de la
guerra (un aprendizaje que combinó con la diplomacia durante los
primeros años de Luis XII de Francia, cuya alianza siempre buscó); se
nos ilustra sobre la carrera artística (y en cierto modo, espiritual) de
Leonardo da Vinci, genio en múltiples sentidos, pero imbuido de una
piedad y de una sensibilidad que se pusieron a prueba durante el
servicio de César Borgia; y nos divertimos, en cierto modo, con la sorna
y el sarcasmo de quien aspiró a convertir Florencia en la principal
ciudad italiana, Maquiavelo, pero que finalmente vio sus planes
truncados con el retorno, cada vez más despótico, de los Médicis a la
capital de la Toscana.
No sé qué más contar de un libro que cualquier interesado en la
historia debería leer. Porque estamos ante una obra de altísima
divulgación, combinada con una prosa que seduce y en cierto modo
enamora, que no nos cuenta cosas que no supiéramos, pero nos deleita
siguiendo las andanzas de un artista, de un filósofo y de un guerrero
que, por avatares del destino (o no), se encontraron y se separaron
durante un corto período de tiempo. Háganme caso: léanlo, no se
arrepentirán.
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