En un momento de El Caballero Oscuro,
Joker (Heath Ledger) declamaba uno de esos monólogos que pasan a la
memoria colectiva de la historia del cine y preguntaba: "Why so serious?" (¿por qué tan serio?). Unas pocas palabras, un cuchillo en la
mano y la implícita amenaza de dibujar una siniestra sonrisa en la cara
nos dejaba bien claro la psique de un personaje que convertía el caos en
algo más que un ataque contra el orden establecido. Comentaba Jimmy
Quidd (Jeremy Renner) en un episodio de la 4ª temporada de House, que su
propósito en esta vida era el despropósito, y que la vida le importaba
poco si no había drogas, algo de música, más drogas... El caos por el
caos, el despropósito por el despropósito. Recordemos estas palabras por
qué quizás nos vengan a la mente mientras visionamos The Dark Night Rises, tan sosamente traducida por estos lares como El Caballero Oscuro: la leyenda renace.
Christopher Nolan cierra con esta película la saga sobre el torturado
hombre enmascarado que iniciara (revitalizando la franquicia) con Batman Begins (2005) y continuara con El Caballero Oscuro
(2008). Y esperábamos, ante estas dos magníficas (aunque también
excesivas, especialmente la segunda) películas un final majestuoso, a la
altura de unas expectativas que quizá colmen a muchos, pero que también
decepcionará a otros tantos. Me debato entre ambas posturas. Primer
punto en contra: un metraje dilatado, demasiado (dos horas y cuarenta
minutos), que hastía, agota y en cierto modo cabrea. Se le podría haber
quitado perfectamente cuarenta y cinco minutos a una película que
comienza con una secuencia al más puro estilo James Bond, que ralentiza
el ritmo para presentarnos a los villanos (Bane) y a quienes navegan
entre el egoísmo y la pura redención (Catwoman, una sugerente Anne Hathaway), mientras Bruce Wayne/Batman se debate, una vez más, entre el
peso de sus traumas y fantasmas del pasado, y la presión de la
responsabilidad autoimpuesta. Bruce Wayne, el magnate multimillonario
que por encima de políticos, empresarios y policías encarna el alma
torturada de Gotham City. Para llegar a ello, al planteamiento de una
trama que se presenta paso a paso, Nolan dilata (o quizá dilapida)
prácticamente una hora, hasta que el auténtico propósito (o
despropósito) de Bane se muestre a la luz con toda se crudeza. A partir
de aquí, un ritmo de montaña rusa, de irregulares altibajos que lastran
una película que pone toda la carne en el asador pero no selecciona los
mejores solomillos en mi opinión.
Segundo punto en contra: Bane es mucho Bane, pero su pose (a falta de que el espectador pueda contemplar su rostro por completo), con las manos en las solapas de la chaqueta, su voz de ultratumba (imaginad a Darth Vader declamando los veinticuatro cuantos de la Ilíada con su voz metalizada; acabaríais hartos), su devaneo entre la anarquía pura y la venganza más cruda, acaban por cansar, si no al espectador medio, os aseguro que a mí sí. Dejemos de lado la sorpresa argumental que depara el personaje y centrémonos en esa historia de corte legendario sobre sus orígenes, el mito de su desfiguración física, el inframundo del que surge (recuperando la Liga de las Sombras liderada por Ra's al Ghul), ese Pozo de los Lamentos, de los Castigados, de los que deben subir a la luz (qué platónica imagen de la caverna de las ideas involuntaria...), y que el propio Bruce Wayne deberá experimentar en sus carnes. Pero, Bane, ¿a qué deporte juega?, te preguntas constantemente. Podría ser un punto a favor, como el caos de Joker, pero al final la cosa se desinfla y el personaje en sí pierde esa fortaleza que la trama parece haberle dado.
Segundo punto en contra: Bane es mucho Bane, pero su pose (a falta de que el espectador pueda contemplar su rostro por completo), con las manos en las solapas de la chaqueta, su voz de ultratumba (imaginad a Darth Vader declamando los veinticuatro cuantos de la Ilíada con su voz metalizada; acabaríais hartos), su devaneo entre la anarquía pura y la venganza más cruda, acaban por cansar, si no al espectador medio, os aseguro que a mí sí. Dejemos de lado la sorpresa argumental que depara el personaje y centrémonos en esa historia de corte legendario sobre sus orígenes, el mito de su desfiguración física, el inframundo del que surge (recuperando la Liga de las Sombras liderada por Ra's al Ghul), ese Pozo de los Lamentos, de los Castigados, de los que deben subir a la luz (qué platónica imagen de la caverna de las ideas involuntaria...), y que el propio Bruce Wayne deberá experimentar en sus carnes. Pero, Bane, ¿a qué deporte juega?, te preguntas constantemente. Podría ser un punto a favor, como el caos de Joker, pero al final la cosa se desinfla y el personaje en sí pierde esa fortaleza que la trama parece haberle dado.
Mi sensación al terminar la película era ambigua: hartazgo, agotamiento,
cierto cabreo ante derivas de Nolan hacia un estilo que se aleja del
suyo; pero también satisfacción porque Nolan convierte un guión y un
imaginario en una reflexión sobre los límites del Poder. Quizá, y más
allá del condicional, con desenfreno, exceso y en ocasiones brocha
gorda. Pero que te permita reflexionar es lo mejor de todo; que una
película de acción, de superhéroes, consiga eso, ya es mucho. Más
adelante veremos si matizamos estas sensaciones o las confirmamos...
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