A caballo regalado... decían los clásicos, y ayer disfruté de una entrada que me habían regalado para esta película. No esperaba gran cosa, todo hay que decirlo, pero lo cierto es que también me picaba un pelín la curiosidad. Han pasado diez años, que se dice rápido, desde que Audrey Tautou se hizo mundialmente fabulosa con su papel de Amélie Poulain. Con Jean-Pierre Jeunet, la Tautour rodó en 2004 otro papel carismático, la Mathilde de Largo domingo de noviazgo. Desde entonces, en cada película que ha hecho parece que trataba de hacer olvidar, o que el público lo hiciera, el papel de la dulce, soñadora y cautivadora Amélie. Pero, inevitablemente, cada papel remite a la Poulain, y esta película, en cierto modo también lo hace... a pesar de ella.
Estamos ante una película que deriva de una novela de enorme éxito en Francia, La delicatesse, de David Foenkinos, editada por nuestros lares por Seix Barral. Una novela que quizá estaba ya prefigurada a adaptarse a la gran pantalla, pues el propio Foeskinos, junto a su hermano Stéphane se encarga de la dirección y el guión. Y e voilà, un producto pensado para enganchar a un público muy abierto. Y muy dispuesto a dejarse llevar. Nathalie (la Tautou), chica pizpireta, aunque más realista (quizá una Amélie treintañera que ha perdido parte de su ingenuidad), pierde a François, su novio de toda la vida. Se cierra a todos, se refugia en su trabajo (con un jefe que sutilmente la acosa, enamorado). Hasta que conoce a Markus (François Damiens), un empleado sueco de la empresa, torpón, enorme, siempre sintiéndose fuera de lugar, pero que esconde una ternura y una delicadeza que nadie más ve... excepto Nathalie.
Película expresamente producida para tocarte la fibra, es entretenida, quizá algo errática en la trama (¿demasiado dependiente de la novela?, no lo sé), que tiene golpes de humor que surgen precisamente de Markus más que peculiar (un eco a 500 días juntos en la secuencia de las top models, su modo de ser ignorado por todos, que apenas sienten su presencia, de lo anodina que es), y bebe en fuentes ajenas (un eco de la Joan Holloway de Mad Men en la secretaría del jefe). Pasas un rato entretenido, pero quizá esperabas algo más (o quizá no esperabas nada), y te queda la sensación de que la cosa se acaba justo cuando parecía que comenzaba algo diferente. Hasta entonces, has sonreído, en algún momento has conectado con François y esa sensación de ser invisible a todo el mundo, te has dicho a ti mismo "cielos, qué esquelética está la Tautou", pero no mucho más. Acaba la película y quizá en unos días te hayas olvidado de ello.
Con todo, seamos justos, la película te ofrece lo que más o menos habías intuido de ella. Y en eso es muy honesta. Aunque también te preguntas si los galos no son pelín exagerados promocionando sus últimas películas.
Con todo, seamos justos, la película te ofrece lo que más o menos habías intuido de ella. Y en eso es muy honesta. Aunque también te preguntas si los galos no son pelín exagerados promocionando sus últimas películas.
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