Segundo episodio (de casi dos horas) de The Hollow Crown, la miniserie de la BBC que adapta a la televisión la segunda (primera, cronológicamente) tetralogía, la particular Henriad
de William Shakespeare. Llegan Falstaff... y Hal, el príncipe frívolo,
bala perdida, díscolo, futuro Enrique V, ahora simplemente Harry o, eso,
Hal (Tom Hiddleston). Y en la piel de sir John, Jack, Falstaff, el
orondo, calavera, bizarro, mentiroso, borrachuzo pero, en el fondo, con
buen corazón, honrado y a su manera galante caballero, está Simon
Russell Beale. Pero al espectador le habrá llamado la atención la
presencia de Jeremy Irons, como un envejecido y enfermo Enrique IV,
Enrique Bolingbroke en Ricardo II, el rebelde contra su real primo,
¿usurpador? y que prometió peregrinar a Tierra Santa para expiar la
muerte de Ricardo. Y quizá haya percatado entre el plantel de actores la presencia de
Julie Walters como Mrs. Quickly. Y es que estamos ante una miniserie
que luce, luce mucho.
Para Henry IV. Part 1, estamos ante un adaptación que mezcla sobriedad en la mayor parte del metraje con la espectacularidad de una batalla en el tramo final. La acción comienza en 1402, con la llegada de las noticias de la victoria de sir Henry Percy, o Hotspur (Joe Armstrong), sobre los rebeldes escoceses del clan Douglas. Una victoria que enaltece el corazón de un Enrique IV que muestra señales de estar enfermo. Pero no todo es felicidad para el rey y su corte: la comparación entre este Henry y el otro, el real, el príncipe Hal, golpea al corazón del soberano. Por otro lado, Hotspur, hijo del conde de Northumberland, uno de los apoyos de Bolingbroke para deponer al malogrado Ricardo II, se niega a entregar a los prisioneros escoceses al rey, salvo a uno. Tamaña osadía despierta la ira del rey, pareja a la del propio Hotspur, herido en su orgullo. Pero la acción, por otro lado, también está en las tabernas londinenses, donde el príncipe Hal dilapida dinero y prestigio compartiendo la compañía de personajes como Falstaff, Bardolph o Poins, para vergüenza de la corte. Seguimos pues a un príncipe Hal que, sin embargo, es consciente del papel vergonzoso que desempeña entre francachelas de bajo tono. Incluso cuando se burla de la majestad real sabe que un día reinará, que un día abandonará a su suerte o desterrará a quienes comparten el vino con él. Mientras, la revuelta de los Percy se extiende en el norte de Inglaterra, con apoyo escocés, y el prematuramente anciano Enrique IV no sabe si podrá contar, por una vez, con la presencia de Hal, de su Enrique, el príncipe de Gales.
Para Henry IV. Part 1, estamos ante un adaptación que mezcla sobriedad en la mayor parte del metraje con la espectacularidad de una batalla en el tramo final. La acción comienza en 1402, con la llegada de las noticias de la victoria de sir Henry Percy, o Hotspur (Joe Armstrong), sobre los rebeldes escoceses del clan Douglas. Una victoria que enaltece el corazón de un Enrique IV que muestra señales de estar enfermo. Pero no todo es felicidad para el rey y su corte: la comparación entre este Henry y el otro, el real, el príncipe Hal, golpea al corazón del soberano. Por otro lado, Hotspur, hijo del conde de Northumberland, uno de los apoyos de Bolingbroke para deponer al malogrado Ricardo II, se niega a entregar a los prisioneros escoceses al rey, salvo a uno. Tamaña osadía despierta la ira del rey, pareja a la del propio Hotspur, herido en su orgullo. Pero la acción, por otro lado, también está en las tabernas londinenses, donde el príncipe Hal dilapida dinero y prestigio compartiendo la compañía de personajes como Falstaff, Bardolph o Poins, para vergüenza de la corte. Seguimos pues a un príncipe Hal que, sin embargo, es consciente del papel vergonzoso que desempeña entre francachelas de bajo tono. Incluso cuando se burla de la majestad real sabe que un día reinará, que un día abandonará a su suerte o desterrará a quienes comparten el vino con él. Mientras, la revuelta de los Percy se extiende en el norte de Inglaterra, con apoyo escocés, y el prematuramente anciano Enrique IV no sabe si podrá contar, por una vez, con la presencia de Hal, de su Enrique, el príncipe de Gales.
Lo
mejor de este episodio está en el binomio Hal-Falstaff, en sus burlas,
borracheras y francachelas. Por otro lado, la película asume un tono
épico en la media hora final, en la larga secuencia de la batalla de
Shewsbury, donde los rebeldes fueron derrotados y donde Hal consiguió
distinguirse en su particular bautismo de sangre. Una batalla en medio
de la nieve, con crudeza y realismo, que anticipa en ele spectador (y el
lector de la obra) la otra gran batalla de Enrique, Agincourt.
Sobriedad y espectacularidad en este episodio, decíamos, pues en la
primera hora larga de episodio la acción acontece en interiores, en
tabernas y palacios, en casas donde burlarse o donde conspirar contra un
rey. Del mismo modo que en episodio precedente destacaba la
interpretación de Ben Whishaw como Ricardo II, hay que hacer hicapié en
este caso, además de los ya citados Tom Hiddleston y Simon Russell
Bearle a Joe Armostrong como un exagerado Hotspur, expansivo, dispuesto a
todo por vengar su orgullo (cuando no el honor) herido. Pero, está
claro, el lector de la obra espera los parlamentos, charlotadas y
momentos en los que Falstaff, el inefable Falstaff, asume el
protagonismo. Pues Falstaff simboliza las ganas de vivir, desaforadas y
pícaras.
Buen
capítulo, ¿acaso sorprende a estas alturas? Y, como la vez anterior,
queremos más, sabiendo que se aproxima el momento en que Enrique V llega
al trono y con él la gloria que nadie esperaba en quien parecía
dilapidar su vida en alcohol y mujeres...
No hay comentarios:
Publicar un comentario