Bill Clinton (n. 1946) y Tony Blair (n. 1953) tienen, hasta cierto
punto, vidas paralelas, si decidimos asumir un punto de vista
plutarquiano. Eche la cuenta el lector: ambos llegaron al poder en
momentos de cambio para sus respectivos países, un cambio deseado y
propiciado por sus habitantes, tras años de dominio conservador; ambos
presentaron como carta de presentación un ambicioso programa de reformas
que, no obstante, pronto se quedó en el camino; ambos gozaron de un
enorme carisma personal, puesto a prueba por sus propios defectos
personales y políticos; ambos se admiraban mútuamente y vieron el uno en
el otro un espejo en el que mirarse o una senda que seguir; ambos,
también, tuvieron una cuestión que lastró drámaticamente sus respectivos
mandatos –el affaire Lewinsky para Clinton, la guerra de Iraq
para Blair–, y ambos, desde su retirada del poder, a una edad
relativamente joven, aunque avejentados por el ejercicio del mismo, han
visto marchitas no pocas de las ilusiones al inicio de su carrera
política.
No, esta reseña no es un ejercicio de complacencia con ambos personajes.
En este 2009 asistiremos a dos hechos, uno seguro y el otro en la
incertidumbre: la llegada al poder de una nueva esperanza en la Casa
Blanca –Barack Obama– y el posible final de un mandato –el laborista–
en Downing Street. Por un lado, ahora que termina la presidencia de
George W. Bush en Estados Unidos, y con una cierta perspectiva, podemos
vislumbrar con cierta nitidez la presidencia de su predecesor, Bill
Clinton, una vez superados los ecos de uno de los escánalos sexuales más
vergonzosos –ajenamente hablando– de la historia reciente de los
Estados Unidos. Y, por el otro, y aunque quizá nos falte esa
perspectiva, podamos ver con otra óptica el gobierno del primer ministro
laborista con más éxitos de la historia del Reino Unido.
Pero hablemos de los autores de estas dos monografías que reseñamos.
Y, en cierto modo, volvemos al estilo plutarquiano. En cierto modo, Joe Klein y Rosa Massagué
se podría decir que tienen vidas paralelas, al menos profesionalmente
hablando. Periodistas los dos, con una larga trayectoria, han dedicado
gran parte de su profesión a seguir los avatares de ambos personajes;
Clinton y Blair, respectivamente, ya como analista y entevistador de uno
–Klein/Clinton–, ya como corresponsal en Londres para diversos medios
de comunicación –Massagué/Blair–. Desde este punto de vista, pues, el
del periodista y analista político, los dos libros que reseñamos son
breves, concisos, amenos y reveladores, escritos desde la distancia y
con no pocas reservas respecto a los dos personajes tratados.
La historia reciente de Estados Unidos y del Reino Unido no serían
las mismas sin el gobierno respectivo de ambos personajes, Antes
apuntamos algunas semejanzas, hay más; por ejemplo, que tanto Clinton
como Blair proceden de partidos progresistas –por decirlo de alguna
manera– aunque desde luego con notables diferencias entre sí. Clinton,
en cierto modo abanderado de los llamados Nuevos Demócratas,
alcanzó la presidencia estadounidense en 1992 tras 12 años de gobierno
republicano –Reagan y Bush Sr.–, en cierto modo el más conservador de
prácticamente todo el siglo XX. Blair, por su parte, fue elegido primer
ministro británico en 1997, tras casi 20 años de gobiernos conservadores (Thatcher y Major). Sus predecesores, Ronald Reagan y Margaret
Thatcher, también podríamos decir que tenían vidas paralelas (estamos de
un Plutarco…), siendo forjadores de sendas revoluciones conservadoras
en sus países y siendo sucedidos por herederos no tan firmes como ellos
mismos – George H.W. Bush y John Major – y que tuvieron que lidiar con
un desgaste de sus propios partidos, con sus propias carencias
personales y con la derrota electoral, ambos, a manos de Bill Clinton y
de Tony Blair.
Sería largo y extenuante analizar el período anterior y posterior de
los gobiernos de Clinton y Blair, así que acudamos a los dos libros.
En Bill Clinton. Una presidencia incomprendida,
Joe Klein hace balance de los 8 años del mandato de Clinton. Unos años
marcados, en la parte final, por los estragos del caso Lewinsky,
causante de un proceso de de destitución – impeachment – que,
auque no triunfó, dejó claros el hartazgo de la clase política y la
opinión pública estadounidenses respecto a un asunto que marcó la agenda
y la vida personal de Clinton; de mismo modo, oscureció su presidencia y
sus logros. Unos logros que, no obstante y como analiza Klein, acabó
dejando más sombras que luces sobre el gobierno demócrata de Clinton: el
fracaso de la reforma sanitaria –una insensatez política, desde el
punto de vista de Klein– marcó los primeros años de la presidencia
clintoniana. Una presidencia que se inició con muchas esperanzas, con
muchos proyectos de reforma, bastantes de los cuales se quedaron en la
cuneta. Klein nos habla de un Bill Clinton más firme en la forma que en
el contenido, de trato fácil, de elocuencia y encanto personal
formidables, pero con demasiados adversarios –incluso dentro de su
propio partido–, poco habituado al estilo de gobierno de Washington,
incapaz de asumir que en ocasiones es mejor una retirada a tiempo que un
ataque frontal. El fracaso de la reforma sanitaria de los años
1993-1994 dejó en stand by otros posibles proyectos, aunque
Clinton consiguiera finalmente, y en su segundo mandato, algunos éxitos
personales, como una bajada de impuestos o un saneamiento de la
fiscalidad. Capítulo aparte merece una política exterior errática y que
no supo encauzar los nuevos desafíos de finales de centuria: el desafío
del terrorismo islamista radical, el papel de los Estados Unidos en el
mundo después de la Guerra Fría, las relaciones con la nueva Europa o
las renuencias a intervenir en conflictos donde el país creía no tener
gran cosa que decir (la ex Yugoslavia o Ruanda).
El análisis que realiza Klein de la presidencia –y la biografía– de
Clinton incide también en sus problemas para enfrentarse a una
oposición republicana feroz –véase el caso de Newt Gingrich–, que
desde un principio no le dio cuartelillo, las malas relaciones con la
prensa y la pésima gestión de la imagen personal de un presidente,
Clinton, que, no obstante, gozaba del favor de la mayoría de la
población, a pesar de sus deméritos, desastres personales y fracasos.
Klein no hace un relato exhaustivo de la presidencia de Clinton, ni
estructurado en áreas, aunque hay elementos destacables en los que se
centra: la fracasada reforma sanitaia, el bagaje ideológico de Clinton
en el seno del partido demócrata, las vilezas de la política legislativa
en Washington, las relaciones de Clinton con sus asesores y su esposa
Hillary, y, cómo no, el escándalo Lewinsky.
El relato de Rosa Massagué en El legado político de Blair,
en cambio, es distinto en la forma. La autora, de un modo clásico y muy
ordenado, y tras un capítulo que repasa el períoodo conservador de
Thatcher y major, analiza el período gubernamental de Blair en diversas
áreas: la reforma constitucional de los laboristas, en la que destacan
las devoluciones en Escocia y Gales y la restauración de los
ayuntamientos, en especial el de Londres; una política económica con un
fondo más conservador que de izquierdas; la reforma del estado del
bienestar por parte de los laboristas y la política internacional de
Blair, jalonada por la guerra de Iraq. Massagué destaca en su libro los
cauces por los que se ha movido el Nuevo Laborismo desde los
tiempos de Neil Kinnock y John Smith, y cómo alguien tan pragmático en
lo político, tan conservador en lo ideológico –paradójicamente– y tan
imbuido de un estilo presidencialista como Blair. Se analizan los tres
mandatos de Blair –1997-2001, 2001-2005 y 2005-2007– y los resultados
de cada uno de ellos. Blair puede anotarse entre sus éxitos la
resolución del conflicto en Irlanda del Norte, la reforma del estado del
bienestar, la modernidad del Reino Unido – una marca de fábrica, de
hecho – y el paso de una economía desgastada y deficitaria a un modelo
globalizador que de momento acumula más superávits que déficits. Pero
las sombras también son numerosas: el estado del bienestar remozado se
ha convertido en fuente de pobreza para no pocos británicos, que
esperaban que un gobierno laborista velaría por los intereses de los más
desfavorecidos, cuando más bien se ha dedicado a proteger a las clases
medias; la reforma constitucional que Blair abanderó en 1997 se ha
quedado, diez años después, en medias tintas, con pocos cambios
aparentes y más cortinas de humo que realidades; la política económica –dirigida con mano firme por Gordon Brown, entonces ministro del Tesoro y
actualmente [2009] primer ministro– ha sido constante en la macroeconomía y
decepcionante en los aspectos cotidianos que el británico medio más le
importan (la sanidad, el transporte, los impuestos). Ni siquiera la
política de mano dura contra la delincuencia que Blair acaudilló ya
antes de llegar al poder ha podidohacer disminuir el número de delitos o
de presos en las cárceles.
En política exterior, Blair, poco ducho en tales artes en 1997, ha
pasado de una intervención moral en contra de las guerras injustas o de
las agresiones contra poblaciones indefensas –Kosovo, por ejemplo– a
secundar al unilaterismo agresivo y al margen de Naciones Unidas que la
presidencia estadounidense de George W. Bush ha llevado a cabo desde
2001. La guerra de Iraq, en la que Blair ha empeñado su carrera personal
y la estabilidad del gobierno laborista, ha sido en cierto modo su
tumba política. La sumisión de Blair respecto a Bush –el servilismo,
entre los más críticos– le ha ocasionado a Blair la rebelión de
numerosos diputados en sus filas y las manifestaciones en contra de
cientos de miles de británicos en las calles por lo que consideraban una
guerra ilegal. Al mismo tiempo, Blair, imbuido de una concepción
personal del poder, más de presidente que de primer ministro, no ha
podido – o no ha sabido, o no ha querido – establecer buenas relaciones
con la prensa en sus últimos años de gobierno. Blair ha preferido hacer
más caso a asesores de imagen y a analistas de empresas de márqueting
que a sus propios compañeros de partido, lo cual le ha alejado de la
política parlamentaria, enrocándose en su papel de rey no coronado;
presidente más que primer ministro, monarca más que primus inter pares.
El libro de Massagué tiene el hándicap de ser publicado apenas unas
semanas antes de que Blair abandonara Downing Street y cediera el poder a
quien fue su aliado y posteriormente su enemigo en el propio partido:
Gordon Brown. A un año y medio vista, la situación en el Reino Unido ha
cambiado en algunos aspectos. Blair dejó el liderazgo del partido
laborista en unos momentos en que las posibilidades de triunfo de los
conservadores eran muy elevadas. Brown tenía, pues, desde junio de 2007,
casi dos años por delante para enderezar el rumbo de un partido que
parece encaminado a una aplastante derrota – la misma que ellos
inflingieron a los conservadores en 1997. Pero la actual crisis
económica puede hacer cambiar la tendencia: Brown parece renacer de sus
cenizas y el partido laborista ha acortado las distancias con el
conservador en los últimos meses, aprovechando la –de momento [2009]– buena
actuación del primer ministro en la crisis económica y ante casos de
corrupción –again– en el partido conservador, cuyo líder, David
Cameron, parece haberse deshinchado. Estas cuestiones se han
desarrollado en el año y medio posterior a la publicación del libro de
Massagué y es posible, si la tendencia de recuperación de los laboristas
continúa, que las sombras que la periodista remarca en su libro queden
maquilladas o difuminadas de cara a las elecciones generales de este
2009.
En definitiva, y para no enrollarme mucho más, la lectura de los
libros de Klein y Massagué aporta no pocas pistas sobre los gobiernos de
Clinton y Blair, así como detalles de su personalidad. Ambos son breves
– apenas 250 páginas cada uno -, de lectura ágil y amena, con un estilo
de análisis periodístico más de opinión en el caso de Klein, más de
trabajo de archivo y bibliográfico en el libro de Massagué. Muy
recomendables ambos libros, tienen notables puntos en común –algunos de
los cuales he destacado en esta doble reseña–. Ahora que parece que nos
encaminamos, en este 2009, a cambios tanto en los Estados Unidos como en
el Reino Unido, un repaso al gobierno y al legado polítcio de Bill
Clinton y de Tony Blair nos ofrece numerosos elementos acerca de la
historia reciente de ambos países.
Y esto es lo que hay, amigos.
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