In memoriam: Robert Hughes (1938-2012)
Roma, qué decir de Roma que no se haya dicho ya... Y sin embargo, hay tantas Romas en una sola ciudad... La Roma etrusca de la que apenas la Cloaca Máxima y la imaginación desde lo alto del Palatino o el Campidoglio nos queda como sombrío recuerdo y que palidece ante la magnificencia de la Roma clásica, encajonada primero en las murallas servias y liberada después en el Campo de Marte y la colina Vaticana, para terminar siendo cantera local de la Roma medieval, poco conocida, y sobre todo de la Roma renacentista: la ciudad juliana, paulina y sixtina, la ciudad artística y aún en plena ebullición, la ciudad receptáculo y receptora de artistas de toda Italia, por no mencionar Europa. La Roma barroca, borrominesca y berniniana. Risorgimentista. También piononana. Y vittorianesca. Mussoliniana. Posfascista. Felliniana. Eterna.
Roma, qué decir de Roma que no se haya dicho ya... Y sin embargo, hay tantas Romas en una sola ciudad... La Roma etrusca de la que apenas la Cloaca Máxima y la imaginación desde lo alto del Palatino o el Campidoglio nos queda como sombrío recuerdo y que palidece ante la magnificencia de la Roma clásica, encajonada primero en las murallas servias y liberada después en el Campo de Marte y la colina Vaticana, para terminar siendo cantera local de la Roma medieval, poco conocida, y sobre todo de la Roma renacentista: la ciudad juliana, paulina y sixtina, la ciudad artística y aún en plena ebullición, la ciudad receptáculo y receptora de artistas de toda Italia, por no mencionar Europa. La Roma barroca, borrominesca y berniniana. Risorgimentista. También piononana. Y vittorianesca. Mussoliniana. Posfascista. Felliniana. Eterna.
Robert Hughes (1938-2012) |
Los
capítulos centrales del libro, pues, los dedicados al arte de los
pintores y arquitectos del Cinquecento, al enfrentamiento ente
Borromini y Bernini, al genio de Caravaggio, al urbanismo de principios
del siglo XVII, son los mejores, los que cimentan este libro, en cierto
modo. No menos interesantes resultan los capítulos dieciochescos (el
inicio del futuro turismo de masas) y decimonónicos (del desastre
estético del Vittoriano, la Zuppa Inglese como lo llamaron los romanos de la época, para después ser la macchina da scrivere
tras la Segunda Guerra Mundial, a los lamentos de Pío IX sobre la
decadencia de la ciudad). Y se saborean como postre los capítulos
finales, Roma futurista/fascista y, cómo no, la Roma felliniana,
mastroianna y ekbergniana que subyace en la Fontana di Trevi.
Al final del libro finaliza el paseo, pero comienza la nostalgia. Y aunque como en todos los viajes hay momentos que mejor olvidar, el libro de Hughes, no siendo todo lo que uno podría esperar a priori, deja buen poso. Insufla vida, nos llena los pulmones de aire fresco (esperemos que no contaminado por el enrarecido ambiente de la Roma actual), nos invita a hacer la maleta y a dirigirnos al aeropuerto. El viaje terminó, pero quizá vuelva pronto a empezar. Un cappuccino delante de Santa María en Trastevere nos está esperando…
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