[7-IX-2008]
Llega a nuestras pantallas la primera parte (por
imperativos comerciales) del proyecto cinematográfico de Steven
Soderbergh sobre Ernesto Che
Guevara. Un proyecto muy personal, en el que también ha corrido con su
dinero el actor Benicio del Toro, y que se basa en parte de los diarios
del Che.
No se trata de un biopic al uso convencional. No espere el espectador que se nos cuente de pe a pa la vida del Che, porque no lo encontrará. Nos encontamos con una película que narra un período concreto y a salto de mata (entre 1957 y enero de 1959), con constantes flashbacks (a 1955, cuando el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna [Benicio del Toro] se une a los revolucionarios cubanos liderados por Fidel Castro [Demián Bichir]) y también forwards (a 1964, el viaje del Che a Nueva York para comparecer ante las Naciones Unidas y para ser entrevistado por Lisa Howard [Julia Ormond]). Pero la acción se centra entre julio de 1957 y enero de 1959. Unos años en los que la guerrilla, liderada por Castro, su hermano Raún (Rodrigo Santoro), Camilo Cienfuegos (Santiago Cabrera) y el propio Guevara, se enfrentan a las tropas de Fulgencio Batista, el brigadier que pocos años antes dio un golpe de estado y se hizo, con el apoyo de los USA, con el poder en Cuba.
No se trata de un biopic al uso convencional. No espere el espectador que se nos cuente de pe a pa la vida del Che, porque no lo encontrará. Nos encontamos con una película que narra un período concreto y a salto de mata (entre 1957 y enero de 1959), con constantes flashbacks (a 1955, cuando el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna [Benicio del Toro] se une a los revolucionarios cubanos liderados por Fidel Castro [Demián Bichir]) y también forwards (a 1964, el viaje del Che a Nueva York para comparecer ante las Naciones Unidas y para ser entrevistado por Lisa Howard [Julia Ormond]). Pero la acción se centra entre julio de 1957 y enero de 1959. Unos años en los que la guerrilla, liderada por Castro, su hermano Raún (Rodrigo Santoro), Camilo Cienfuegos (Santiago Cabrera) y el propio Guevara, se enfrentan a las tropas de Fulgencio Batista, el brigadier que pocos años antes dio un golpe de estado y se hizo, con el apoyo de los USA, con el poder en Cuba.
Es de suponer que la película queda mucho más redonda junto con la segunda parte, Guerrilla,
y que todo el conjunto tiene una unidad que es difícil observar en esta
primera entrega. Con todo, sí que es posible rastrear aspectos
interesantes en este filme de Soderbergh. El personaje del Che queda
bastante bien retratado: desde su adhesión al grupo de Castro en México,
su embarque a Cuba, sus problemas de asma (no muy recomendables para
ser un revolucionario que está constantemente en la selva), su visión de
la revolución y su propia vida personal. Lo último es lo que más queda
difuminado, apenas una referencia a una esposa y un hijo que le esperan
en México.
Tampoco se trata de una hagiografía del personaje, si bien Soderbergh
resalta los aspectos más positivos del personaje: su creencia en que es
posible un mundo mejor, su fe en la justicia, su tenacidad, su rechazo
de la violencia gratuita, el modo en que pone orden ante los desmanes de
sus propios hombres. No se menciona la cara oscura del Che, por otra
parte lógica en un guerrillero: las ejecuciones de prisioneros, por
ejemplo.
Soderbergh alterna el color, en ocasiones sucio, para las secuencias
durante la guerrilla, y el blanco y negro para la estancia del Che en
Nueva York: sus contactos con políticos norteamericanos, la entrevista
que mantuvo con lisa Howard (con la que también mantuvo un affaire
sentimental, algo que no se menciona en el filme), la comparecencia
ante la ONU y las réplicas con los representantes de Estados Unidos,
Nicaragua, Panamá y Venezuela, países contrarios al régimen cubano. Un
régimen que, por entonces, se había unido al bloque comunista liderado
por la URSS, algo que en la película no se trata apenas. El personaje
del Che rechaza la idea de la existencia de los dos bloques y aboga por
una coexistencia pacífica, aunque se muestra radicalmente contrario al
imperialismo estadounidense... aunque también ciego al que los propios
soviéticos intentan constituir.
Apenas hay voces distintas a las del Che que encarna Benicio del Toro.
Se nos muestra un Fidel Castro resolutivo y sin dudas. No conocemos
apenas nada de los demás personajes, muchos de ellos apenas perfilados.
La constante voz en off del Che en ocasiones es reiterativa, aunque le
sirve a Soderbergh para que el espectador conozca un poco más del Che,
de sus principios y de sus ideales. A destacar el buen hacer, no solo de
Del Toro, sino de Demián Bichir como un Fidel bastante mimético con el
real; entre los actores secundarios aparecen (y desaparecen) Jorge
Perugorría, (protagonista de Fresa y chocolate),
los españoles Elvira Mínguez, Unax Ugalde e incluso Óscar Jaenada y
Rubén Ochandiano (a los que distinguí sólo en los créditos, no durante
el metraje), Julia Ormond, Edgar Ramírez, Catalina Sandino Moreno (María llena eres de gracia)
etc. Muchos actores secundarios que apenas aportan un caontrapeso al
absoluto protagonismo de un Benicio del Toro que camina a una nominación
a los Oscars de este 2008.
A destacar también la música de Alberto Iglesias, que repetirá en Guerrilla:
una música que no entorpece la acción de la película, aunque en
ocasiones se la echa un poco de menos. A destacar, por último, que en Guerrilla aparecerán más actores españoles, con lo que habrá que estar más atentos.
En definitiva, una más que correcta película, interesante en la
estructura narrativa, con un ritmo algo irregular, que es cierto que no
acaba de enganchar, pero que se visiona sin aburrir. Soderbergh consigue
mantener al espectador interesado en un personaje, unas ideas centrales
y una narración bien trabados. Esperaremos ansiosos la llegada de Guerrilla, donde uno se podrá hacer una visión global de esta película no estrictamente biográfica sobre uno de los iconos del siglo XX.
[28-II-2009]
Si hace unos meses se estrenó la primera parte de este díptico, Che. El argentino, ayer nos llegó la segunda entrega, Che. Guerrilla. Y todo ello, en esencia, es la misma película, de más de 4 horas, que consideraciones comerciales han partido y, en cierto, modo desvirtuado. Porque las dos películas se podrían ver perfectamente en una sola, manteniendo un hilo narrativo e incluso estructural, que se pierde con la partición y, además, con los casi seis meses que han pasado entre el estreno de una y otra.
Dejamos Che. El argentino con
los rebeldes cubanos camino a La Habana, a principios de 1959, tras el
éxito de su revolución. Ahora nos encontramos 7 años después, con la
llegada de un enviado de la Organización de Estados Americanos (OEA) a
La Paz, en Bolivia. Este enviado no es otro que un Ernesto Che
Guevara que ha abandonado sus cargos en Cuba y ha decidido continuar la
revolución en otro país necesitado de ella. La película da, pues, un
largo salto en el tiempo, dejando de lado para el espectador la labor de
Guevara como ministro de Industria en Cuba, sus aventuras en el Congo
con la guerrilla que se alza contra Mobutu Sese Seko y sus contactos con
políticos y periodistas estadounidenses. De este modo, Soderbergh nos
sitúa en el último año del Che en Bolivia y en su nueva guerrilla (del
mismo modo que la primera película nos situaba en la guerrilla cubana).
Las cosas han cambiado de una película a otra, de un periodo histórico
determinado a otro: la guerrilla que triunfó, con no pocas dificultades,
en Cuba en 1959, tras una larga serie de campañas, ahora el Che trata
de repetirla en Bolivia, donde gobierna el presidente René Barrientos
(Joaquim de Almeida). Che/Ramón/Fernando (los diversos nombres que usa
en Bolivia) reúne una guerrilla, con contactos cubanos e incluso
intelectuales europeos (Régis Debray, por ejemplo). Trata de repetir el
caso de Cuba, pero, claro, Bolivia es otro país, otras circunstancias,
otro tipo de lucha. Muchos campesinos empobrecidos y sometidos por el
régimen de Barrientos le ven como un extranjero; el Partido Comunista
boliviano, liderado por Mario Monje (Lou Diamond Phillips), no le apoya
en su lucha armada. Barrientos, además, ha conseguido el apoyo de
asesores militares estadounidenses, que adiestran al ejército boliviano,
y cuenta con mayores medios técnicos y armamentísticos. Nos podemos
imaginar cómo luchan Guevara y los miembros de su guerrilla en estas
circunstancias.
Si Che. El argentino se nos mostraba la utopía, incluso desde un punto de vista pedagógico, ahora en Che. Guerrilla
se nos habla de la puesta en práctica de esta utopía, aunque con un
resultado diferente al de casi una década atrás. Esta segunda parte es
más lenta en su desarrollo, con menos matices, menos épica de lo que uno
podría esperar, mucho más pausada. Los críticos con la primera entrega,
que consideraban aburrida, podrán decir lo mismo con la segunda, si
cabe. Y es cierto que la película tiene un ritmo demasiado pausado; pero
también es cierto que el guión de esta entrega lo requiere. Soderbergh
dosifica la acción, nos muestra el día a día (constantemente recordado
en las fechas) de la guerrilla en las montañas de Bolivia. De una
manera curiosamente desapasionada, sin estridencias ni heroicidades.
Poca épica hay en esta película, poco apego a la mitología del
personaje. Incluso la escena de la muerte del Che, el momento más
esperado de la película, apenas causa ruido, como si Soderbergh y Del
Toro no quisieran hacer un espectáculo de su ejecución.
El papel de Benicio del Toro es correcto, quizá con menos matices que en
la primera entrega, pero sin duda llena el personaje: mucha concisión,
no se le ve sobreactuado, mantiene un ritmo constante en el camino del
personaje hacia la muerte. Muchísimos actores españoles llenan los
créditos de la película; por citar algunos, en ocasiones en simples
cameos, Oscar Jaenada, Eduard Fernández, Jordi Mollà, Carlos Bardem,
Jesús Carroza,... Afortunados estamos de pocer ver a Franka Potente en
un papel importante. Y curioso el breve papel de un Matt Damon en un más
que correcto castellano.
Para ir concluyendo, una buena película, como la anterior; seguramente
un visionado único y conjunto de ambas películas, que son una en
realidad, dejará mejor sabor de boca y permitirá valorar de forma más
ajustada los 268 minutos totales. Para eso tendremos que esperar a la
edición del DVD, y quien sabe si a un montaje definitivo del director...
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