3 de agosto de 2012

Crítica de cine: Che. El argentino y Che. Guerrilla, de Steven Soderbergh

[7-IX-2008]

Llega a nuestras pantallas la primera parte (por imperativos comerciales) del proyecto cinematográfico de Steven Soderbergh sobre Ernesto Che Guevara. Un proyecto muy personal, en el que también ha corrido con su dinero el actor Benicio del Toro, y que se basa en parte de los diarios del Che.

No se trata de un biopic al uso convencional. No espere el espectador que se nos cuente de pe a pa la vida del Che, porque no lo encontrará. Nos encontamos con una película que narra un período concreto y a salto de mata (entre 1957 y enero de 1959), con constantes flashbacks (a 1955, cuando el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna [Benicio del Toro] se une a los revolucionarios cubanos liderados por Fidel Castro [Demián Bichir]) y también forwards (a 1964, el viaje del Che a Nueva York para comparecer ante las Naciones Unidas y para ser entrevistado por Lisa Howard [Julia Ormond]). Pero la acción se centra entre julio de 1957 y enero de 1959. Unos años en los que la guerrilla, liderada por Castro, su hermano Raún (Rodrigo Santoro), Camilo Cienfuegos (Santiago Cabrera) y el propio Guevara, se enfrentan a las tropas de Fulgencio Batista, el brigadier que pocos años antes dio un golpe de estado y se hizo, con el apoyo de los USA, con el poder en Cuba. 

Es de suponer que la película queda mucho más redonda junto con la segunda parte, Guerrilla, y que todo el conjunto tiene una unidad que es difícil observar en esta primera entrega. Con todo, sí que es posible rastrear aspectos interesantes en este filme de Soderbergh. El personaje del Che queda bastante bien retratado: desde su adhesión al grupo de Castro en México, su embarque a Cuba, sus problemas de asma (no muy recomendables para ser un revolucionario que está constantemente en la selva), su visión de la revolución y su propia vida personal. Lo último es lo que más queda difuminado, apenas una referencia a una esposa y un hijo que le esperan en México.

Tampoco se trata de una hagiografía del personaje, si bien Soderbergh resalta los aspectos más positivos del personaje: su creencia en que es posible un mundo mejor, su fe en la justicia, su tenacidad, su rechazo de la violencia gratuita, el modo en que pone orden ante los desmanes de sus propios hombres. No se menciona la cara oscura del Che, por otra parte lógica en un guerrillero: las ejecuciones de prisioneros, por ejemplo.

Soderbergh alterna el color, en ocasiones sucio, para las secuencias durante la guerrilla, y el blanco y negro para la estancia del Che en Nueva York: sus contactos con políticos norteamericanos, la entrevista que mantuvo con lisa Howard (con la que también mantuvo un affaire sentimental, algo que no se menciona en el filme), la comparecencia ante la ONU y las réplicas con los representantes de Estados Unidos, Nicaragua, Panamá y Venezuela, países contrarios al régimen cubano. Un régimen que, por entonces, se había unido al bloque comunista liderado por la URSS, algo que en la película no se trata apenas. El personaje del Che rechaza la idea de la existencia de los dos bloques y aboga por una coexistencia pacífica, aunque se muestra radicalmente contrario al imperialismo estadounidense... aunque también ciego al que los propios soviéticos intentan constituir.

Apenas hay voces distintas a las del Che que encarna Benicio del Toro. Se nos muestra un Fidel Castro resolutivo y sin dudas. No conocemos apenas nada de los demás personajes, muchos de ellos apenas perfilados. La constante voz en off del Che en ocasiones es reiterativa, aunque le sirve a Soderbergh para que el espectador conozca un poco más del Che, de sus principios y de sus ideales. A destacar el buen hacer, no solo de Del Toro, sino de Demián Bichir como un Fidel bastante mimético con el real; entre los actores secundarios aparecen (y desaparecen) Jorge Perugorría, (protagonista de Fresa y chocolate), los españoles Elvira Mínguez, Unax Ugalde e incluso Óscar Jaenada y Rubén Ochandiano (a los que distinguí sólo en los créditos, no durante el metraje), Julia Ormond, Edgar Ramírez, Catalina Sandino Moreno (María llena eres de gracia) etc. Muchos actores secundarios que apenas aportan un caontrapeso al absoluto protagonismo de un Benicio del Toro que camina a una nominación a los Oscars de este 2008.

A destacar también la música de Alberto Iglesias, que repetirá en Guerrilla: una música que no entorpece la acción de la película, aunque en ocasiones se la echa un poco de menos. A destacar, por último, que en Guerrilla aparecerán más actores españoles, con lo que habrá que estar más atentos.

En definitiva, una más que correcta película, interesante en la estructura narrativa, con un ritmo algo irregular, que es cierto que no acaba de enganchar, pero que se visiona sin aburrir. Soderbergh consigue mantener al espectador interesado en un personaje, unas ideas centrales y una narración bien trabados. Esperaremos ansiosos la llegada de Guerrilla, donde uno se podrá hacer una visión global de esta película no estrictamente biográfica sobre uno de los iconos del siglo XX.


 [28-II-2009]


Si hace unos meses se estrenó la primera parte de este díptico, Che. El argentino, ayer nos llegó la segunda entrega, Che. Guerrilla. Y todo ello, en esencia, es la misma película, de más de 4 horas, que consideraciones comerciales han partido y, en cierto, modo desvirtuado. Porque las dos películas se podrían ver perfectamente en una sola, manteniendo un hilo narrativo e incluso estructural, que se pierde con la partición y, además, con los casi seis meses que han pasado entre el estreno de una y otra. 

Dejamos Che. El argentino con los rebeldes cubanos camino a La Habana, a principios de 1959, tras el éxito de su revolución. Ahora nos encontramos 7 años después, con la llegada de un enviado de la Organización de Estados Americanos (OEA) a La Paz, en Bolivia. Este enviado no es otro que un Ernesto Che Guevara que ha abandonado sus cargos en Cuba y ha decidido continuar la revolución en otro país necesitado de ella. La película da, pues, un largo salto en el tiempo, dejando de lado para el espectador la labor de Guevara como ministro de Industria en Cuba, sus aventuras en el Congo con la guerrilla que se alza contra Mobutu Sese Seko y sus contactos con políticos y periodistas estadounidenses. De este modo, Soderbergh nos sitúa en el último año del Che en Bolivia y en su nueva guerrilla (del mismo modo que la primera película nos situaba en la guerrilla cubana). 

Las cosas han cambiado de una película a otra, de un periodo histórico determinado a otro: la guerrilla que triunfó, con no pocas dificultades, en Cuba en 1959, tras una larga serie de campañas, ahora el Che trata de repetirla en Bolivia, donde gobierna el presidente René Barrientos (Joaquim de Almeida). Che/Ramón/Fernando (los diversos nombres que usa en Bolivia) reúne una guerrilla, con contactos cubanos e incluso intelectuales europeos (Régis Debray, por ejemplo). Trata de repetir el caso de Cuba, pero, claro, Bolivia es otro país, otras circunstancias, otro tipo de lucha. Muchos campesinos empobrecidos y sometidos por el régimen de Barrientos le ven como un extranjero; el Partido Comunista boliviano, liderado por Mario Monje (Lou Diamond Phillips), no le apoya en su lucha armada. Barrientos, además, ha conseguido el apoyo de asesores militares estadounidenses, que adiestran al ejército boliviano, y cuenta con mayores medios técnicos y armamentísticos. Nos podemos imaginar cómo luchan Guevara y los miembros de su guerrilla en estas circunstancias. 

Si Che. El argentino se nos mostraba la utopía, incluso desde un punto de vista pedagógico, ahora en Che. Guerrilla se nos habla de la puesta en práctica de esta utopía, aunque con un resultado diferente al de casi una década atrás. Esta segunda parte es más lenta en su desarrollo, con menos matices, menos épica de lo que uno podría esperar, mucho más pausada. Los críticos con la primera entrega, que consideraban aburrida, podrán decir lo mismo con la segunda, si cabe. Y es cierto que la película tiene un ritmo demasiado pausado; pero también es cierto que el guión de esta entrega lo requiere. Soderbergh dosifica la acción, nos muestra el día a día (constantemente recordado en las fechas) de la guerrilla en las montañas de Bolivia. De una manera curiosamente desapasionada, sin estridencias ni heroicidades. Poca épica hay en esta película, poco apego a la mitología del personaje. Incluso la escena de la muerte del Che, el momento más esperado de la película, apenas causa ruido, como si Soderbergh y Del Toro no quisieran hacer un espectáculo de su ejecución. 

El papel de Benicio del Toro es correcto, quizá con menos matices que en la primera entrega, pero sin duda llena el personaje: mucha concisión, no se le ve sobreactuado, mantiene un ritmo constante en el camino del personaje hacia la muerte. Muchísimos actores españoles llenan los créditos de la película; por citar algunos, en ocasiones en simples cameos, Oscar Jaenada, Eduard Fernández, Jordi Mollà, Carlos Bardem, Jesús Carroza,... Afortunados estamos de pocer ver a Franka Potente en un papel importante. Y curioso el breve papel de un Matt Damon en un más que correcto castellano.

Para ir concluyendo, una buena película, como la anterior; seguramente un visionado único y conjunto de ambas películas, que son una en realidad, dejará mejor sabor de boca y permitirá valorar de forma más ajustada los 268 minutos totales. Para eso tendremos que esperar a la edición del DVD, y quien sabe si a un montaje definitivo del director...

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