Estarán muchos de acuerdo conmigo en que Ang Lee
es uno de los directores más polifacéticos de las última décadas. No hay
más que mirar su carrera desde que salió de Hong Kong a principios de
los 90: el retrato de la Inglaterra pre-victoriana (Sentido y sensibilidad), una ácida visión de los USA nixonianos (La tormenta de hielo), un western atípico (Cabalga con el diablo), una visión a lo matrix del cine de artes marciales (Tigre y dragón), una introspectiva y atormentada puesta en escena del cine de superhéroes (Hulk) y una historia de amor homosexual entre dos vaqueros modernos estadounidenses (Brokeback Mountain). Y ahora nos llega Deseo, peligro,
llamada a ser una de las películas del año, multipremiada y con muchas
posibilidades en los próximos Oscars (donde puede acumular
nominaciones).
Película de intriga y suspense, retrato histórico del Shanghai ocupado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial (y antes), Deseo y peligro es sobre todo un drama sobre la pasión, sobre el control que la pasión ejerce sobre las personas y sobre sus consecuencias. Pues en esta película, más aún que en Brokeback Mountain, Ang Lee ahonda en la sexualidad, mostrada de un modo descarnado, explícito (duras escenas de pasión sexual entre los dos protagonistas) y sin complejos.
Película de intriga y suspense, retrato histórico del Shanghai ocupado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial (y antes), Deseo y peligro es sobre todo un drama sobre la pasión, sobre el control que la pasión ejerce sobre las personas y sobre sus consecuencias. Pues en esta película, más aún que en Brokeback Mountain, Ang Lee ahonda en la sexualidad, mostrada de un modo descarnado, explícito (duras escenas de pasión sexual entre los dos protagonistas) y sin complejos.
La acción, con un prólogo que lleva a un dilatado flashback,
se sitúa entre 1938 y 1942. Tras la invasión japonesa de China, un
grupo de estudiantes idealistas captados por la resistencia china, que
hasta entonces mostraban su protesta mediante la representación de
patrióticas obras de teatro, decide pasar a la acción directa: el
asesinato de un influyente colaboracionista (Tony Leung), que sería
seducido por uno de sus miembros (Tang Wei)., capaz de utilizar todas
sus tretas sexuales con tal de conseguir captarlo y llevarlo a una
trampa asesina. Las cosas se tuercen y ambos protagonistas no volverán a
encontrarse hasta tres años después, reiniciándose la trama
conspirativa (ahora el personaje que encarna Leung es mucho más podeross
e onfluyente que antes). Y con el reencuentro, la pasión, una pasión
enfermiza, posesiva, rozando el sado-masoquismo y que recuerda a lo que
Polanski narrara en Lunas de hiel, por poner un ejemplo.
La película, de generoso metraje (casi tres horas), se inicia con un
cierto titubeo, un largo prólogo en el que se fragua el plan de los
jóvenes estudiantes, hasta crecer en intensidad desde la mitad del filme
y hasta el final, y todo ello en medio de partidas de mahjong, miradas, deseos y pasiones encubiertas.
Película sensacional en muchos aspectos, con una factura visual
impecable, una reconstrucción del Shanghai de los años 40 fabulosa, unas
interpretaciones excepcionales (a los dos protagonistas, añádase Joan
Chen como la esposa del personaje que encarna Leung, o Lee-Hom Wang,
como el líder estudiantil enamorado del personaje de Wei, incapaz de
demostrar sus sentimientos hasta que ya es demasiado tarde). La música
de Alexandre Desplat (atención a este nombre, que está sonando mucho en
los últimos años y que puede dar mucho de sí en el futuro, formando
parte de una nueva generación de compositores de cine, junto con Gustavo
Santaolalla, Michael Giacchino y Alberto Iglesias) ayuda a
contextualizar una historia, perfectamente orquestada, y que no deja
indiferente al espectador. .
No quiero desvelar mucho más, pues la película merece ser disfrutada sin
demasiados apriorismos ni ideas preconcebidas. Más que recomendable,
estamos ante una película de visión casi obligatoria. Reitero: llamada a
ser una de las películas del año.
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