[16-VI-2008]
Hace unos días comentaba la última película
de Sidney Lumet, Antes que el diablo sepa que has muerto. Ahora, la caprichosa cartelera ha querido que se
estrene la última película de Nikita Mikhalkov, 12, cuando ya podríamos
pensar que el director ruso estaba de retiro (como Lumet). Y no, sigue
al pie del cañón, interpretando incluso, y vuelve a la carga con esta
película inspirada de manera muy sui generis en Doce hombres sin piedad, que además estuvo entre las nominadas a los Oscars de este año en la categoría de mejor película de habla no inglesa.
Doce hombres se reúnen en el gimnasio de un colegio para dilucidar el veredicto de un caso de asesinato: un chico checheno acusado de asesinar a su padrastro, un militar ruso. Como ya de puede ver, Mikhalkov pone sobre el tapete un tema de actualidad y le sirve de excusa para hilvanar una película que habla sobre la libertad, la justicia, el deber y en última instancia el miedo.
Doce hombres se reúnen en el gimnasio de un colegio para dilucidar el veredicto de un caso de asesinato: un chico checheno acusado de asesinar a su padrastro, un militar ruso. Como ya de puede ver, Mikhalkov pone sobre el tapete un tema de actualidad y le sirve de excusa para hilvanar una película que habla sobre la libertad, la justicia, el deber y en última instancia el miedo.
No es una película cómoda, no es divertida ni entretenida, supera las
dos horas y media de metraje (cuando Lumet había utilizado 95 para su
filme). Pero la película va más allá de la trama argumental inicial, que
comienza de modo muy similar a la película de Lumet, pero que pronto
coge un vuelo propio. Mikhalkov usa constantes flashbacks de la vida
delo muchacho en el Cáucaso, para que sepamos que ha pasado y por qué se
le acusa. Quizá a la postre estos flashbacks sean más enrevesados que
aclaradores, pero contextualizan el caso. Pero lo realmente interesante
de la película es lo que pasa en el gimnasio con esos 12 hombres. Cada
uno juega un papel esencial, cada uno tiene algo que contar, que
contextualizar con el caso, con su vida misma.
El propio Mikhalkov es uno de los 12 actores, guardándose uno de los
papeles esenciales en última instancia. No os quiero contar mucho más,
pues la trama diverge de la película estadounidense, sobre todo en la
parte final. Quizá el epílogo (tras varios falsos finales) sea algo
tramposo y maniqueo, pero la película no sale perdiendo.
En definitiva, un excelente "producto" cinematográfico que vale la pena
visionar. Eso sí, con calma y a veces con la sensación de que con una
hora menos de metraje el director ruso podría haber explicado lo mismo.
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