En 2007 descubrí una novela, El caso de Jane Eyre, de Jasper Fforde, y un personaje, Thursday Next, una detective literaria. Y un mundo narrativo extraordinariamente atractivo (¿se han dado cuenta, por cierto, de mi afición por el adverbio cuando me dejo llevar por las emociones?): Inglaterra, un 1985 alternativo en el que la Guerra de Crimea aún dura, megacorporaciones industriales como Goliath son el poder en la sombra, Gales es una república soviética y existen agencias gubernamentales literarias; y como agente de una de ellas, la peculiar Thursday es capaz de meterse en los libros, conocer a los personajes literarios (un lector anglosajón se encuentra en su salsa), perseguir criminales que se infiltran, matan y cambian las tramas narrativas. Y comenzaba con esta deliciosa, divertida y sugerente novela una saga continuada por Perdida en un buen libro, El pozo de las tramas perdidas y Algo huele a podrido. En inglés, la saga sigue con otra tetralogía de novelas (de momento dos publicadas), que esperemos que no tarden demasiado en llegar al mercado hispano.
No es gratuita la mención a las novelas de Fforde, pues precisamente una cita de El caso Eyre abre El caso del perro de los Baskerville, de Pierre Bayard (Anagrama, 2011), que sí es la protagonista de esta reseña. Y es que el mundo literario no es tan grande como parece, y las tendencias literario lingüísticas, ajenas a los profanos en la materia y a los que simplemente nos dedicamos a disfrutar con la lectura de un buen libro. Y en este caso, Bayard juega en una división que no es tan sólo suya, sino que, ya puestos, es más habitual de lo que parece. Porque, si echamos un vistazo a la ficción televisiva, ¿no nos gustaría (o no) haber cambiado el final de Lost? ¿No vimos defectos (o no) en esa última temporada y no esperamos (o no) que las expectativas creadas, las preguntas surgidas, encontrasen una adecuada contestación? ¿No habríamos enmendado la plana a los guionistas de la serie? Bueno, yo no, que de esta serie he visto poco, pero pongamos que se trata de otra serie. O de una novela. Y ahí es donde Bayard entra en juego: no contento con la resolución del caso de la novela de Arthur Conan Doyle, decide reabrir el sumario, investigar los agujeros del método holmesiano y llegar a la conclusión de que no, la resolución del caso por parte del detective de Baker Street no fue la adecuada, el criminal se fue de rositas y el caso quedó abierto sine die.Y no sólo eso, sino que Bayard investiga los méritos del método de Holmes, su valía, sus defectos, sus claves, para llegar a la conclusión de que Sherlock se equivocó (algo más común de lo que pudiera parecer a primera vista, pues analizando el corpus holmesiano los errores son legión).
Pero la cosa no queda sólo aquí, pues Bayard, que ya probó su método, la crítica policial, en dos libros anteriores, Qui a tué Roger Ackroyd? y Enquëte sur Hamlet (inéditos en castellano), nos va desmenuzando una idea: que la línea entre ficción y realidad es más delgada de lo que pudiera parecer, que los personajes literarios, en cierto modo, están vivos, que existe una relación entre resolver una trama y resolver una trama (¿se me entiende?). Y que los personajes famosos, mal que le pese a sir Arthur Conan Doyle, viven más allá de los intentos de asesinato (cataratas de Reichenbach) mediante, pues mientras losm lectores los sigan sintiendo como reales, seguirán existiendo. Y lo mismo vale para Sherlock Holmes, Harry Potter o, pongamos por caso, Thursday Next.
Y sí, Bayard da su versión de quién fue realmente el asesino de El perro de los Baskerville. Pero eso mejor que os lo cuente él. ;-)
4 comentarios:
Este cae si o si ;) Soy fan de Holmes desde cría y no me resisto a nada que trate sobre él :) y si encima tu lo recomiendas más todavía
Verás que el autor es holmesiano... a su manera.
Saldrá en formato bolsillo en este mes de mayo.
Apuntado queda, pues. Después de leerte no se puede hacer otra cosa :-)
;-)
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