3 de mayo de 2012

Reseña de Breve historia de los gladiadores, de Daniel P. Mannix


Sobre el mundo de los gladiadores, tema sobre el que habitualmente no se escribe demasiadas cosas serias, se suele incidir en los tópicos de las películas hollywoodienses –siendo Gladiator el ejemplo más paradigmático– o de la revuelta de Espartaco –otro tema archirrepetido–. Pero más allá de esos tópicos no se suele ahondar en el tema, en el componente religioso originario, por ejemplo, o en qué dejó en el imaginario colectivo… más allá de lo arquetípico.

Breve historia de los gladiadores de Daniel P. Mannix (Nowtilus, 2009) abunda en lo de siempre y aporta poca cosa a lo ya trillado. No es estrictamente un libro sobre gladiadores, pues también trata las carreras de cuádrigas en el Circo Máximo, las venationes o luchas con animales salvajes, las ejecuciones de condenados a muerte en la arena (cristianos, por ejemplo), las naumaquias o reconstrucciones de batallas navales, o espectáculos más sórdidos como números de bestialismo (violaciones de mujeres por parte de burros o leopardos). El libro, formalmente, acaba en la página 105, de las 250 que tiene, y a partir de ahí Mannix especula cómo sería un día de juegos en el circo o el anfiteatro. Porque el autor se dedica en casi todo el libro a eso, a especular, a suponer, a inventar las biografías de algunos personajes sobre los que tenemos escasas referencias (Diocles el auriga y empresario de las carreras de caballos, Flamma el gladiador, Carpophorus el venator, etc.). Basándose en algunas escuetas referencias de Suetonio, Plinio, Tácito o Séneca, Mannix elucubra sobre el mundo de los gladiadores, de los juegos circenses en general, incidiendo con demasiada retórica y poca sustancia en el componente sádico del populacho romano.

Pues de eso se trata, de sangre y vísceras, de diálogos inventados que dejan bastante que desear, de especulaciones constantes que suenan a irreales. Si a ello añadimos gratuitas aseveraciones que no sabemos de dónde se las saca el autor («se hicieron intentos de abolir el trabajo de los esclavos en las fábricas», p. 24; «los juegos, que venían a costar un tercio de los ingresos totales del imperio […]», p. 27, por citar sólo unas pocas), descripciones novelescas más que verosímiles y un estilo pobre, nos encontramos con un libro más que prescindible. Si a alguien le interesa reincidir en los tópicos, es su libro. Pero los que queremos algo más no nos dejamos tomar el pelo.

2 comentarios:

Ángeles Pavía dijo...

Mil gracias por el aviso. Ya se el qeu no debo buscar. ;) Esto se agradece mucho

Oscar González dijo...

Teniendo a mano el de Fernando Lillo (y no precisamente por hacerle la pelota a Javi y su editorial, jejeje), ya sabes...