El cine canadiense también existe. Y eso que la película parece francesa, pero no, se ambienta en Montreal e incluso estuvo nominada este año a los Oscars como mejor película de habla no inglesa. Y eso que al verla en sus primeras secuencias pensaba eso, que paecía francesa. Igual tenía en la cabeza películas compo El erizo (por la estética) o La clase (2008), por el tema en este caso. Y seguramente pensaremos que, vaya, otra película sobre profesores y alumnos. Pero qué queréis que os diga, me llamó la atencion y me he acercado a una sala de cine; sabiendo de antemano que no, no habrá criajos armando jaleo, aunque a mi lado había un par de chicas que tenían pinta de estudiantes de magisterio.
Bachir Lazhar (Fellagg) llega a un colegio tras el suicidio de una profesora. Temendo trauma para los alumnos, que les perseguirá durante el curso. Lo que no saben es que el nuevo profesor tiene su propio trauma, como a pinceladas se nos cuenta en el primer tramo del filme: asilado político (o en trámites), huyó de una Argelia que sigue sin encontrar la paz que tanto ansía, tras perder a su familia en un incendio con evidencias de haber sido un atentado. Y suple a la profesora muerta, no sin ciertos reparos por parte de todo el mundo. Pero si sospecharan que en realidad la profesora era su fallecida esposa, y que él es tan alumno como los niños a su cargo...
La película tiene una estructura de típica cinta sobre profesores y alumnos que tantas veces hemos visto; incluso ese tono edulcorado, incluso buenrrollista. Pero tiene más: tiene reflexiones por todos lados (imagino que los que vieron La clase entre los docentes, verán también aquí mucho que comentar). Porque nos acerca a temas como el desarraigo, el tratamiento de los alumnos en un aula, el rol pedagogo/terapeuta, que en la cinta se trata de romper, estableciendo diferencias claras (es curiosa la discusión acerca de no tocar a los alumnos, ya no tanto de modo violento, sino incluso para mostrar cariño o apoyo, pues ello puede ser malinterpretado y contraproducente). El profesor Lazhar no es perfecto, y el espectador lo percibe desde el principio. Los alumnos también notan que es alguien diferente. Su predilección, o al menos su interés por algunos de los niños, es puesta a prueba por sí mismo. Y por el resto de profesores...
Hay una historia con más aristas de lo que parece, un guión que sin embargo no acaba de explotar, un deseo involuntario de no caer en lo previsible y en el maestro perfecto que acaba ganándose el cariño de sus alumnos (aunque algo hay). Hay desolación escondida, miedo y soledad. Y no sólo en el profesor Lazhar. Y hay una película muy interesante a pesar de algunas carencias...
Bachir Lazhar (Fellagg) llega a un colegio tras el suicidio de una profesora. Temendo trauma para los alumnos, que les perseguirá durante el curso. Lo que no saben es que el nuevo profesor tiene su propio trauma, como a pinceladas se nos cuenta en el primer tramo del filme: asilado político (o en trámites), huyó de una Argelia que sigue sin encontrar la paz que tanto ansía, tras perder a su familia en un incendio con evidencias de haber sido un atentado. Y suple a la profesora muerta, no sin ciertos reparos por parte de todo el mundo. Pero si sospecharan que en realidad la profesora era su fallecida esposa, y que él es tan alumno como los niños a su cargo...
La película tiene una estructura de típica cinta sobre profesores y alumnos que tantas veces hemos visto; incluso ese tono edulcorado, incluso buenrrollista. Pero tiene más: tiene reflexiones por todos lados (imagino que los que vieron La clase entre los docentes, verán también aquí mucho que comentar). Porque nos acerca a temas como el desarraigo, el tratamiento de los alumnos en un aula, el rol pedagogo/terapeuta, que en la cinta se trata de romper, estableciendo diferencias claras (es curiosa la discusión acerca de no tocar a los alumnos, ya no tanto de modo violento, sino incluso para mostrar cariño o apoyo, pues ello puede ser malinterpretado y contraproducente). El profesor Lazhar no es perfecto, y el espectador lo percibe desde el principio. Los alumnos también notan que es alguien diferente. Su predilección, o al menos su interés por algunos de los niños, es puesta a prueba por sí mismo. Y por el resto de profesores...
Hay una historia con más aristas de lo que parece, un guión que sin embargo no acaba de explotar, un deseo involuntario de no caer en lo previsible y en el maestro perfecto que acaba ganándose el cariño de sus alumnos (aunque algo hay). Hay desolación escondida, miedo y soledad. Y no sólo en el profesor Lazhar. Y hay una película muy interesante a pesar de algunas carencias...
2 comentarios:
Veo que relees a McCullough y es que hay cosas de las que uno no se cansa.
Terminando ya el primer volumen... Y disfrutándolo como si fuera la primera vez.
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