Otra película sobre María Antonieta; lo último que recordamos es el toque posmodernista de Sofia Coppola en su película de 2006.
En este caso, la película de Benoit Jacquot no es estrictamente una
cinta sobre la reina francesa de origen austriaco, ni de hecho una
historia de la Revolución Francesa: lo que se nos muestra es cuatro días
en Versalles, partiendo del 14 de julio de 1789, la fecha de la toma de
Bastilla de París. Espacio cronológico acotado, pues, y además desde el
punto de vista de Sidonie Lamborde (Léa Seydoux), lectora de una
peculiar María Antonieta (Diane Kruger), preocupada por el destino de su
amiga (y algo más), Gabrielle de Polignac (Virginie Ledoyen) tras el
estallido de las algaradas de la capital.
Y es que eso es lo que llama la atención de la película: seguimos los
miedos de una corte a través de un personaje de ficción, que podría
haber existido o no, pero que sive de contrapunto a la imagen habitual
de una corte de aristócratas, cortesanos y servidores. Todo pasa por los
ojos de una Sidonie que, rendida a los encantos (y la leyenda) de una
reina caprichosa, voluble y muy diferente de la imagen que nos ofreció
la Coppola, pronto se da cuenta de que los sueños son una cosa, pero la
realidad (equivocada o no), otra. Llamará la atención la imagen de un
Luis XVI no tan timorato como suele verse. Pero lo que especialmente
sorprenderá es la relación de la reina con la polignac (¿lésbica?) y el
modo en que la corte lo percibe (o lo ignora, según se vea).
El toque de cámara al hombro persigue a Sidonie, a la que seguimos por pasillos, habitaciones y jardines. Esa viveza se complementa con un estilo narrativo rápido e intenso (a pesar de que se narra poco, la verdad), con el modo en que se perciben los avatares revolucionarios en la capital (¿cómo calificar la reacción de nobles y cortesanos?) y con una puesta en escena que rezuma verosimilitud y no demasiado abigarramiento de miriñaques y reverencias. El rey aparece y casi paree una estrella del rock...
Buena película, que se hace corta: al terminar, te queda la sensación de querer más.
El toque de cámara al hombro persigue a Sidonie, a la que seguimos por pasillos, habitaciones y jardines. Esa viveza se complementa con un estilo narrativo rápido e intenso (a pesar de que se narra poco, la verdad), con el modo en que se perciben los avatares revolucionarios en la capital (¿cómo calificar la reacción de nobles y cortesanos?) y con una puesta en escena que rezuma verosimilitud y no demasiado abigarramiento de miriñaques y reverencias. El rey aparece y casi paree una estrella del rock...
Buena película, que se hace corta: al terminar, te queda la sensación de querer más.
1 comentario:
¡Vaya! No había oído hablar de ella, pero seguro que le echo un ojo. Tiene muy buena pinta :) Gracias, Far
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