Durante los últimos 28 días, 155 episodios, me he adentrado de cabeza en el mundo de la política norteamericana a través de la pequeña pantalla. Y quién mejor que Aaron Sorkin (n. 1961), que actualmente también nos deleita mostrando los vericuetos del periodismo en The Newsroom (HBO, 2012), para enseñarnos realmente lo que es la política. la política partidista, sí, la de demócratas y republicanos, la de los lobbys de presión, la pòlítica internacional y doméstica... pero sobre todo la política en el sentido más clásico de la palabra. Aristóteles decía que el hombre es un zóon politikon, un animal político, en el ensayo sobre la política que escribió. El ser humano se relaciona socialmente, está obligado a ello desde que nace. Gobernar ciudades, países, imperios. ¿Cómo hacerlo? ¿Con qué mecanismos cuenta? ¿A qué problemas se enfrenta en el día a día? Lógicamente, la política que concebía Aristóteles se refería al ámbito reducido de las poléis griegas, las ciudades-estado. ¿Cómo habría concebido el estagirita regir una superpotencia mundial? Los romanos le sacaron ventaja en ello, pues sí que tuvieron que enfrentarse a la irresoluble e incómoda cuestión de la administración de un imperio. El político romano republicano concebía también de forma local la facultad de gobernar: la Urbe, ocasionalmente una provincia. Los principes, los emperadores, con Roma en el centro, tuvieron que aprender a gobernar vastas extensiones, a mantener la paz, a a conceder autonomía cuando convenía, a no dejarse influir exclusivamente por lo que hoy en día llamamos un lobby de presión. ¿No había acaso, además del ejército, sectores comerciales y/o empresariales como los navicularii, las societates publicanorum, los consorcios contratistas, los comerciantes relacionados con la annona militaris? Durante los ocho años de su administración, Josiah Jed Bartlet (Martin Sheen), nos ha llevado desde una ficción muy real a esa política que aquí está desprestigiada desde hace años. El espectador de El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing, NBC, 1999-2006) tiene la sensación no sólo de acercarse al día a día de una administración presidencial cada semana, sino que también, como en el ágora ateniense o en el foro romano, de asistir puntualmente a una lección de educación política.