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12 de octubre de 2012

Matrícula curso Sèries 3.0: noves narratives serials

Pues ya se ha abierto el plazo para matricularse en nuestro curso de series de TV. Toda la información está aquí.

Empezamos el martes 6 de noviembre (17h., campus Ciutadella de la UPF, Barcelona) y prometemos no defraudar. Ya estamos en nuestra tercera edición y seguimos con la misma ilusión del principio. Para abrir boca, iniciaremos  el curso con una sesión en la que el eje discursivo será el opening, la intro, como reformulación de la narración televisiva. Y lo haremos relacionando el opening serial con openings de cine y fragmentos de literatura. 

Así pues, alumnos de la UPF y de fuera, ¡matriculáos en el curso y disfrutad de las series televisivas!

3 de octubre de 2012

TV Series: Remember, Remember, the 6th of November...

TV Series Are Coming...

Remember, Remember, the 6th of November... 


No olvidéis esa fecha, porque es cuando se inicia la 3ª edición del curso sobre series de televisión que imparto con Raquel Crisóstomo en la UPF de Barcelona. Tras dos ediciones, llegó la hora de darle un buen lavado de cara al curso y ofrecemos un programa renovado, manteniendo aquellas series que mejor funcionaron en cursos anteriores y siguiendo al día el mundo de la ficción serial televisiva... que cada vez es más inabarcable. 

Esperemos que haya las suficientes matriculaciones para poder tirar adelante en estos tiempos de crisis. ¿Cuál es el programa? Os lo adelanto sucintamente:
I. Opening: una mirada panorámica a la ficción televisiva a partir de la evolución de las intros seriales
II. Series de autor: Alan Ball, Matthew Weiner, David Simon, Aaron Sorkin. La factura britànica: Mark Gatiss & Steven Moffatt y Charlie Brooker.
III. La narrativa Abrams: Lost, Fringe,...
IV.  La serie [política] post 11-S. Ilusión y desencanto: de The West Wing a Boss
V.  La serie musical: Glee, Smash... 
VI La nueva ficción fantástica: Winter Is Coming... 
VII. La ficción histórica: de Rome a Downton Abbey.
VIII. Finale season: ¿hacia dónde va la serie televisiva?
Próximamente, en la pequeña pantalla...

29 de agosto de 2012

The Newsroom o Don Quijote en una redacción de informativos


Quizá viendo la intro de The Newsroom (HBO, 2012-), el (tele)spectador ya se haga una composición de lugar respecto esta serie. Y quizá en comparación con openings de otras series actuales, ésta resulte ser de factura muy clásica; pero precisamente a eso juega Aaron Sorkin (n.1961), presentando una serie que trata el periodismo desde dentro: la redacción de un informativo, News Night's, de la cadena ACN, en una planta de un rascacielos de Nueva York. La intro nos sugiere ese aroma a clásico, a profesionalidad, en las imágenes de tres grandes news anchorsEdward R. Murrow (recordad: "good night and good luck"), Walter Cronkite (anunciando el asesinato de Kennedy) y Chet Huntley, en una sucesión de imágenes que se superpone al trabajo delante y detrás de las cámaras, para luego pasar al elenco de actores. Sorkin muestra desde el principio las cartas: recuperar el legado de los grandes periodistas de la segunda mitad del siglo XX, de la Golden Age de la televisión. Y Will McAvoy (Jeff Daniels) es otro news anchor. O, desde el punto de vista interno de la serie, un moderno Don Quijote.

20 de agosto de 2012

Boss: Shakespeare se pasea por Chicago


El pasado viernes se estrenó la segunda temporada de Boss (Starz) en Estados Unidos y, aunque se trata de una serie digamos corta (ocho episodios en la primera tanda), ya ha entrado en lo que podría ser el canon personal de ficción televisiva de calidad. La primera temporada se estrenó a finales de octubre de 2011 y llegó a tiempo para las nominaciones de los Globos de Oro, compitiendo, en cuanto a serie política, con Homeland, que finalmente se llevó el premio a mejor serie dramática; a cambio, Kelsey Grammer se alzó con el Globo de Oro al mejor actor de serie dramática... premio más que merecido. Inexplicablemente, Boss no ha entrado en las nominaciones para los Premios Emmy 2012 que se entregan el septiembre. Y digo inexplicablemente porque la serie, por su calidad, bien merecía estar en la carrera, aunque todas las apuestas estén con Homeland, que estoy convencido que ganará (rompiendo el dominio de Mad Men de 2007 a 2010); además, si se achaca a falta de memoria por parte de los que nominan, esta serie y Homeland son prácticamente coetáneas, y bien que la ficción de Howard Gordon y Alex Gansa ha recibido multitud de candidaturas. 

17 de agosto de 2012

En torno a A dos metros bajo tierra (y II)



Volvamos por un momento a American Beauty, la madre del cordero. La película exploraba sin ambages, y en momentos de cambio de milenio, temas como la liberación personal, la incomunicación del matrimonio (ese muro casi insalvable); el viaje (quizá el trance o incluso el trauma) a través de la adolescencia, la búsqueda de una felicidad que vaya más allá del éxito económico, por muchos sofás de seda italiana o coches caros que comprases, y que nunca alcanzabas; la familia (el gran tema americano); la vida en un barrio residencial (anticipando la desesperación de Betty en Mad Men, continuando la tradición literaria norteamericana de mediados del siglo XX, de Richard Yates a John Cheever). Carolyn (Annette Bening) simbolizaba ese apariencia ("para triunfar hay que proyectar una imagen de éxito en todo momento", le decía Buddy Kane, 'el rey del inmueble', el espejo en el que ella se miraba), que sin embargo no enmascara la insatisfacción, el miedo y, a la postre, el fracaso. Por su parte, Lester (Kevin Spacey) se liberaba de las trabas de un trabajo que existencialmente no le aportaba nada, mientras buscaba en un restaurante de comida rápida esa ausencia de responsabilidad que, ya en la madurez, el cuerpo le pide, así como la necesidad de escapar, de romper barreras, incluso personales. Como luego se desarrolló en A dos metros bajo tierra, la fantasía era la válvula de escape, la desconexión, siquiera momentánea, que Lester encontraba en el personaje de Angela (Mena Suvari, no es casual su presencia en algunos capítulos de la serie), la amiga de su hija Jane (Thora Birch). La belleza se mostraba como algo cercano pero al mismo tiempo incalzanble. Es inevitable recordar estas secuencias de la película, estos temas: todos ellos, y algunos más, aparecen de un modo u otro en A dos metros bajo tierra.

16 de agosto de 2012

En torno a A dos metros bajo tierra (I)

«Six Feet Under se refiere no solo a ser enterrado como un cadáver, sino a aquellas emociones y sentimientos que se mueven bajo la superficie. Cuando uno se encuentra rodeado de muerte existe la necesidad de tener experiencias de una cierta intensidad que sirvan de contrapeso... una necesidad de escaparse. Es el caso de Nate siendo mujeriego, es el caso de Claire y su experimentación sexual, es Brenda y su compulsión sexual, es David y su homosexualidad, es Ruth teniendo varias relaciones: es la vida que trata de abrirse paso a través de todo ese sufrimiento, dolor y depresión para seguir adelante». (Alan Ball)

Aunque acaba resultando un ejercicio cansino para el espectador (será por variedad...), Paramount Channel suele repetir sus películas. Hace un par de días emitió, again, American Beauty (Sam Mendes, 1999). Grandísima película, no hay motivo para quejarse. Y de hecho me sirve de excusa para comentar cuartro cosillas de la serie que en gran parte bebe de esta película, pues no en balde es Alan Ball el guionista de la película y el creador de la ficción televisiva llamada A dos metros bajo tierra (Six Feet Under, HBO, 2000-2005). LA serie por antonomasia, por ahora y por siempre jamás. Y por muchas hipérboles que servidor quiera añadir. No sólo de esta serie vive el hombre que esto escribe (la ficción televisiva es amplísima), y es cierto que en un hipotético podio estaría la serie de Ball junto con Mad Men y El ala oeste de la Casa Blanca (sin distinguir puestos), pero es de esas pocas series que me apetece revisitar; y aunque su secuencia final (ojo, semi-spoiler) sea vista en innumerables ocasiones, no por ello dejan de manar las lágrimas con su rememoración. 

10 de agosto de 2012

Aristóteles en Washington, D.C.: El ala oeste de la Casa Blanca

Durante los últimos 28 días, 155 episodios, me he adentrado de cabeza en el mundo de la política norteamericana a través de la pequeña pantalla. Y quién mejor que Aaron Sorkin (n. 1961), que actualmente también nos deleita mostrando los vericuetos del periodismo en The Newsroom (HBO, 2012), para enseñarnos realmente lo que es la política. la política partidista, sí, la de demócratas y republicanos, la de los lobbys de presión, la pòlítica internacional y doméstica... pero sobre todo la política en el sentido más clásico de la palabra. Aristóteles decía que el hombre es un zóon politikon, un animal político, en el ensayo sobre la política que escribió. El ser humano se relaciona socialmente, está obligado a ello desde que nace. Gobernar ciudades, países, imperios. ¿Cómo hacerlo? ¿Con qué mecanismos cuenta? ¿A qué problemas se enfrenta en el día a día? Lógicamente, la política que concebía Aristóteles se refería al ámbito reducido de las poléis griegas, las ciudades-estado. ¿Cómo habría concebido el estagirita regir una superpotencia mundial? Los romanos le sacaron ventaja en ello, pues sí que tuvieron que enfrentarse a la irresoluble e incómoda cuestión de la administración de un imperio. El político romano republicano concebía también de forma local la facultad de gobernar: la Urbe, ocasionalmente una provincia. Los principes, los emperadores, con Roma en el centro, tuvieron que aprender a gobernar vastas extensiones, a mantener la paz, a a conceder autonomía cuando convenía, a no dejarse influir exclusivamente por lo que hoy en día llamamos un lobby de presión. ¿No había acaso, además del ejército, sectores comerciales y/o empresariales como los navicularii, las societates publicanorum, los consorcios contratistas, los comerciantes relacionados con la annona militaris? Durante los ocho años de su administración, Josiah Jed Bartlet (Martin Sheen), nos ha llevado desde una ficción muy real a esa política que aquí está desprestigiada desde hace años. El espectador de El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing, NBC, 1999-2006) tiene la sensación no sólo de acercarse al día a día de una administración presidencial cada semana, sino que también, como en el ágora ateniense o en el foro romano, de asistir puntualmente a una lección de educación política.

23 de julio de 2012

The Hollow Crown: Henry V (BBC-2)

Un funeral de Estado. Un rey-héroe que ha muerto prematuramente. Una viuda que apenas tuvo tiempo de conocerlo. Una multitud silenciosa. Un niño que busca una flor en medio de la suciedad de la ciudad para arrojarla al paso del cortejo fúnebre. La escena es el inicio de otra obra (Enrique VI. Primera parte), pero ¿por qué no iniciar así este último episodio de The Hollow Crown, el mejor, el más vibrante, el más emocionante, dedicado a Enrique V? El féretro entra en la catedral. El arzobispo de Canterbury comienza la homilía. Empieza a escucharse la voz del Coro, en la voz grave pero suave de John Hurt:
O For a Muse of Fire, that would ascend
The brightest Heaven of Inuention:
A Kingdome for a Stage, Princes to Act,
And Monarchs to behold the swelling Scene.
Then should the Warlike Harry, like himselfe,
Assume the Port of Mars.
Suppose within the Girdle of these Walls

Are now confin'd two mightie Monarchies
,
Whose high, vp-reared, and abutting Fronts
,
The perillous narrow Ocean parts asunder.
Can this Cock-Pit hold
The vastie fields of France? Or may we cramme
Within this Woodden O the very Caskes
That did affright the Ayre at Agincourt?
And let vs, Cyphers to this great Accompt
,
On your imaginarie Forces worke.
Peece out our imperfections with your thoughts:
For 'tis your thoughts that now must deck our Kings
,
Carry them here and there: Iumping o're Times;
Turning th'accomplishment of many years
Into an Howre-glasse: for the which supplie
,
Admit me
Chorus to this History.
Una bandera, con el escudo de armas de las casas reales de Inglaterra y Francia, cubre el cadáver del rey. Se descubre el cuerpo. En toda su juventud, apenas treinta y cinco años de vida. Disentería, la causa de la muerte. La corona ciñe su frente. El rostro tranquilo, los ojos cerrados. El plano cambia: la mirada del rey vivo. Sólo un segundo. La vida, los colores, todo rodea a Enrique V cabalgando, camino de la corte. Y comienza la épica...

22 de julio de 2012

The Hollow Crown: Henry IV. Part 2 (BBC-2)


La primera parte de Enrique IV terminaba con una victoria real, pero también con un rey mortalmente enfermo; la segunda parte comienza con el conocimiento de la derrota de los Percy en Shewsbury por parte del conde de Northumberland, padre de Hotspur. Pero la revuelta no ha terminado, o así lo creen quienes en el pasado apoyaron al antaño Enrique Bolingbroke, ahora Enrique IV. La revuelta se extenderá, mientras el rey agoniza. Pero con lo que no cuentan los rebeldes es con la redención. al menos personal, del príncipe Hal, el heredero de la corona. Quien dilapidó su juventud en malas compañçias, en la burla constante, las borracheras y la cercanía de sir John Falstaff, una mala influencia, va camino de reformarse, de asumir la corona y el cetro, de hacer olvidar la usurpación manchada con la sangre de la realeza de su padre. El futuro Enrique V llama a las puertas de la monarquía; el disoluto Hal se quedará fuera.

14 de julio de 2012

The Hollow Crown: Henry IV. Part I (BBC-2)


Segundo episodio (de casi dos horas) de The Hollow Crown, la miniserie de la BBC que adapta a la televisión la segunda (primera, cronológicamente) tetralogía, la particular Henriad de William Shakespeare. Llegan Falstaff... y Hal, el príncipe frívolo, bala perdida, díscolo, futuro Enrique V, ahora simplemente Harry o, eso, Hal (Tom Hiddleston). Y en la piel de sir John, Jack, Falstaff, el orondo, calavera, bizarro, mentiroso, borrachuzo pero, en el fondo, con buen corazón, honrado y a su manera galante caballero, está Simon Russell Beale. Pero al espectador le habrá llamado la atención la presencia de Jeremy Irons, como un envejecido y enfermo Enrique IV, Enrique Bolingbroke en Ricardo II, el rebelde contra su real primo, ¿usurpador? y que prometió peregrinar a Tierra Santa para expiar la muerte de Ricardo. Y quizá haya percatado entre el plantel de actores la presencia de Julie Walters como Mrs. Quickly. Y es que estamos ante una miniserie que luce, luce mucho.

10 de julio de 2012

The Hollow Crown: Richard II (BBC-2)

Los británicos siempre han alardeado de su Bardo, de William Shakespeare. Sus obras se representan en innumerables ocasiones en los teatros, se han llevado al cine, a la televisión. Y es precisamente en la televisión donde se ha realizado una nueva versión de la segunda de sus tetralogías históricas en una miniserie que lleva el título de The Hollow Crown. Cuatro episodios (capitulazos, prácticamente películas), conformando cuatro obras de teatro muy relacionadas entre sí: Ricardo II, Enrique IV: Primera Parte, Enrique IV: Segunda Parte y Enrique V. Y muchos quizá se pregunten "¿otra vez Shakespeare?". Pues, bienvenido sea, bienvenidas sean las dramatizaciones televisivas, porque, además, la calidad de la BBC (su segundo canal) está garantizada de antemano. Y si echamos un vistazo al plantel de actores que forman la tetralogía, con mayor motivo: Jeremy Irons, Patrick Stewart, Tom Hiddleston, Rory Kinnear, Ben Whishaw, Julie Walters, David Suchet,... ¿no se os abre el apetito? La serie coge, pues, las cuatro obras de esta particular Henriad, y con estilo clásico, con escenarios exteriores de enorme belleza, con buen pulso narrativo y con esos actorazos, y nos traslada a un período de tiempo, entre 1399 y 1415/1422, con la caída de un rey y, al final, la victoria (y redención) de otro. That's Shakespeare, man!

23 de mayo de 2012

Bye, bye, Doctor House...

El pasado lunes 21 de mayo terminó House M.D., tras ocho temporadas, las tres últimas, en mi humilde opinión, innecesarias. Pero llegó el final y, sorprendentemente ha sido un buen final. Coherente con el personaje. Holmesiano, y hasta ahí puedo leer. Pero lo interesante ha sido que se cierra dignamente la serie, planteándose incógnitas que no es necesario que se resuelvan, quedando a la imaginación del espectador. Se cierran, pues, ocho años. Ocho años de una serie con una fórmula episódica recurrente, y que a pesar de todo funcionaba: el teaser inicial con el paciente, el caso llega a House y su equipo («»¡Diagnóstico diferencial, gente!»), con la pertinente lluvia de ideas y con House escribiendo en la pizarra; se le practican todo tipo de pruebas, House mientras tanto atiende pacientes contra su voluntad enla consulta clínica (y se cachondea de ellos); se producen errores en el diagnóstico, más tratamientos; el paciente mejora, anteriormente House se metía con Cuddy, su escote o su trasero, ahora con Wilson o Foreman; el paciente empeora, más  pruebas, más diagnósticos, el paciente casi muere; House en más consultas o de chascarrillo con Wilson, y por fin la epifanía de House, la revelación, la resolución del caso. Y así ocho temporadas, con pocas variedades. Pero funcionaba. [Un episodio típico de House.]

16 de mayo de 2012

¿Te gusta el musical?: Smash


Quizá al decir que sin Glee no habría Smash me lance a la piscina y no haya agua. ¿Una serie sobre un musical en Broadway? ¿Con todos los topicazos sobre el propio género del musical? ¿Y emitida, episodio tras episodio, tras un programa como The Voice, un sucedáneo de Operación Triunfo a la americana (como lo es American Idol para los seguidores de Glee)? Y es que Smash podría definirse como el Glee adulto, en todo lo que comporta la comparación: lo que en Glee es una mirada (en muchas ocasiones) lúcida sobre los miedos, deseos, inquietudes y sueños de los adolescentes, a los que por una vez se trata con cierto respeto y sin mirarlos por encima del hombro (y especialmente sin tratarlos como descerebrados, aunque lo sean), por su parte en Smash es el seguimiento de la creación y estreno de un musical 100% Broadway, con un aliciente especial: la obra se basa en la vida de Marilyn Monroe, de quien en este 2012 se celebra el 50º aniversario de su (misteriosa) muerte. Mientras en Glee un sentido del humor ácido y en ocasiones transgresor (con todo lo que eso significa para acercarse a un público eminentemente juvenil, pues también a veces se autocensuran), en Smash hay un, como mínimo, intento de acercarse con realismo a las ambiciones, las luchas, las miserias (ya de paso) y, por qué no, los sueños de unos artistas que tratan de triunfar en la escena teatral neoyorquina. Lo que en Glee son versiones (covers), ya innumerables, varios por capítulo, de canciones de hoy, ayer y de siempre (y en esto último quizá radique el relativo fracaso en Europa, evidente en España: cómo el espectador español, y joven, va a captar las sutilezas de un personaje como Rachel Berry cantando Don't rain on my parade de Barbra Streisand), en Smash los números musicales son más limitados, apenas uno o dos por episodio (y en ocasiones ni eso); y aunque ha habido una cierta tendencia por hacer destacar a las dos protagonistas, Karen Cartwright (siempre que oigo a Derek gritar su nombre me imagino estar en La Ponderosa), interpretada por Katharine McPhee, y Ivy (Megan Hilty), con covers actuales (especialmente para Karen), en general lo que se ha querido potenciar en Smash son los números musicales de una obra en permanente construcción.