
En la represión posterior de los galos comandados por Ambiórix, los romanos demostraron una enorme ferocidad; el año 53 a.C. fue de calma tensa en toda la Galia. A César se le acababa la paciencia: consideraba conquistada la Galia y sometidos a las diversas tribus galas, con los éduos como sus principales aliados. Y se le acababa porque cada vez estaba más pendiente de la convulsa situación en Italia, con unas elecciones consulares que se retrasaron de modo que el año 53 a.C. empezó sin cónsules, y éstos no entraron en ejercicio hasta muy avanzado el año. La violencia en las calles entre los partidarios de Clodio, el demagogo popular, y los de Milón, al servicio de los líderes senatoriales más conservadores (e incluso de Pompeyo). La muerte de su hija Julia, tras un complicado parto, comenzó a alejar a César de quien hasta entonces fuera su yerno Pompeyo. Afianzado su poder en el mando gálico, César comenzaba a pensar ya en un retorno a Roma, convertido ya en una figura situada a la par que Pompeyo; el desastre militar y la muerte de Craso en Carrae ese mismo año finiquitó la alianza política mal llamada Primer Triunvirato, y al mismo tiempo aventuraba problemas en el frente oriental contra los partos. El año 52 a.C. comenzó sin cónsules al frente del gobierno y con una violencia constante en Roma. El asesinato de Clodio en una taberna de la Vía Apia, a varios kilómetros al sur de Roma, por parte de los matones de Milón (y muy probablemente por orden directa de éste), a mediados de enero, agudizó la crisis política en la capital. Y César, que se había instalado aquel invierno en la Galia Cisalpina para poder atender los asuntos de la provincia y estar al tanto de la situación en Roma, consideraba la Galia como un frente secundario del que preocuparse. Pero los galos no opinaban lo mismo…
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De Gergovia a Alesia: la campaña gala del año 52 a.C. |
El caudillo galo sorprendió a César con una política de guerra quemada y evitando una batalla campal: por fin un líder galo había comprendido que no se podía derrotar a los romanos en campo abierto a menos que se le rodeara y se le imposibilitara poder reunir víveres. Le costó, sin embargo, imponer su autoridad ante la “confederación” de tribus galas y sus líderes, algunos de los cuales querían atacar a César, basándose en la superioridad numérica de los galos, y destruirle; Vercingétorix era consciente de que sólo el desgaste del enemigo podía conducir a una victoria, y por ello ordenó abandonar e incluso destruir ciudades que César pudiera tomar, quemar cosechas y matar el ganado, de modo que los romanos no pudieran conseguir alimentos y, a la postre, se retirasen a la Cisalpina. La negativa de los bitúrigos a destruir su capital, Avaricum, fue el primer revés de Vercingétorix, que, cuando los romanos la asediaron, se vio obligado a defenderla para mantener su primacía en la alianza de tribus galas. La toma de la ciudad por César y su posterior saqueo (aportando alimentos a los romanos) demostraría a los galos que Vercingétorix tenía razón, pero ello no significaba que aceptaran rendirle obediencia sin más. La falta de cohesión entre los galos “confederados” y los problemas que tuvo Vercingétorix para afianzar su autoridad serían claves para entender el fracaso de la rebelión. César esta vez no se estuvo con componendas y consideró enemigos a cualesquier pueblo galo que no se le sometiera. Confiando en que un ataque contra Gergovia, la capital de los arvernos (la tribu de Vercingétorix), César se dirigió contra ella y trató de asediarla, pero esta vez tuvo que retirarse ante la férrea defensa que los galos hicieron del oppidum. Ya había llegado el verano y, tras la retirada romana de Gergovia, los éduos dieron el paso definitivo hacia la rebelión, atacando la colonia romana de Noviodunum (actual Nyon, en Suiza) y liberando a los rehenes que César tenía instalados allí para lograr la obediencia de algunos líderes galos. Quedando claro que no podría lograr víveres de los galos, César se trasladó a territorio de los parisios, en Lutecia, donde se reunió con Labieno, de modo que puso bajo su mando directo todas las legiones de las que disponía en la Galia.
El camino hacia Alesia comenzó con varias escaramuzas entre las caballerías de ambos ejércitos cerca de la actual Dijon. Vercingétorix perdió varios miles de jinetes y optó por refugiarse con un ejército numeroso en la fortaleza de Alesia, en territorio de los mandubios, al tiempo que hacía una llamada general para que los restantes pueblos galos de la alianza acudieran a Alesia. Si contaba con que César no pondría Alesia bajo asedio, se equivocó. El procónsul romano inició los trabajos para rodear la ciudad con un doble perímetro de muros y torres de vigilancia, impidiendo a los asediados –hasta 90.000 galos bajo las órdenes de Vercingétorix, más la población de la ciudad– salir e impidiendo que llegaran refuerzos desde fuera o un ejército galo atacara a los asediadores romanos. César estaba dispuesto a terminar con la rebelión en Alesia y puso a todo su ejército a cavar y a construir los muros de asedio. Los asediados atacaban con su caballería los trabajos de los asediadores, y éstos se defendían al tiempo que cavaban; para contrarrestar la caballería gala, César utilizó la caballería de sus aliados germanos (los ubios con los que llegó a acuerdos dos años antes). Parte de las tropas de Vercingétorix pudieron escapar a mediados del mes de septiembre, pero siguieron quedando al menos 80.000 soldados galos en Alesia, mientras los alimentos y el agua comenzaban a disminuir; para distribuirlos mejor, el caudillo galo expulsó a niños, mujeres, ancianos y no combatientes de la ciudad, esperando que César los alimentaría, pero el procónsul romano ordenó no darles nada; durante días y noches vagaron entre los muros de la ciudad y el perímetro interior romano, hasta que finalmente la mayoría murió de inanición.
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Viñeta de El escudo arverno, de René Goscinny y Alberto Uderzo (1968). |
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Estatua decimonónica de Vercingétorix. |
La consecuencia de la rendición de Vercingétorix en Alesia es que la
alianza gala se hundió, regresando a sus territorios los hombres del
gran ejército recién llegado a sus territorios, así como se entregan los
que quedaban en el interior de la ciudad, que fueron vendidos como
esclavos… y no sin que antes César recibiera la rendición de éduos y
arvernos y quedándose con miles de rehenes. Distribuye sus legiones
entre las tribus más destacadas en el seno de la rebelión y se dispuso a
pasar el invierno. La Galia, exhausta, se rendía al procónsul romano;
acontecimientos posteriores en lugares como Uxellodunum, al sur, ya
serían revueltas de menor enjundia. La Galia, formalmente, se había
conquistado y podía comenzar a ser administrada como una provincia más,
aunque, con el largo período de guerras civiles (49-30 a.C.), hasta el
período augústeo no fue dividida en cuatro provincias propiamente
dichas: las Galias Narbonense, Lugdunense, Aquitania y Bélgica. El fin
de la rebelión afianzó a César como un comandante militar de enorme
talento, ya fuera en batalla campal o como asediador de ciudades. La
venta de miles de esclavos y el botín de ocho años de guerra
convirtieron a César en un hombre con una enorme fortuna personal,
pudiendo pagar las deudas que a punto estuvieron de impedirle asumir el
mando provincial en la primavera del año 58 a.C. César pondría ahora su
mirada en Roma y ésta descubriría en él a un adalid a la altura de
Pompeyo, lo cual éste no pudo soportar. La situación política en la
ciudad a lo largo del año 52 a.C., y que César se vio obligado a
descuidar para hacer frente a la rebelión gala, cambió radicalmente: el
Senado designó a Pompeyo cónsul sin colega (hasta que unos meses después
éste nombrara a su nuevo suegro, Metelo Escipión, como compañero
consular) y se persiguió a los clodianos, muchos de los cuales acabarían
en las filas de César. Comenzaría entonces el debate en el Senado
acerca del fin del mandato proconsular de César en las Galias, al tiempo
que sus enemigos tratarían de atraer a Pompeyo a su causa y enfrentarlo
abiertamente con quien hasta hacía poco era su suegro y aliado.
Lectura recomendada: sin duda, los Comentario a la guerra de las Galias de César, en la edición de José Joaquín Caerols (Alianza Editorial), que en en libro VII comenta con detalle la rebelión gala del año 52 a.C. y el asedio de Alesia, con ese estilo distante e incluso seco que tan propio era... a la par que una excelente propaganda para él en Roma.
Lectura recomendada: sin duda, los Comentario a la guerra de las Galias de César, en la edición de José Joaquín Caerols (Alianza Editorial), que en en libro VII comenta con detalle la rebelión gala del año 52 a.C. y el asedio de Alesia, con ese estilo distante e incluso seco que tan propio era... a la par que una excelente propaganda para él en Roma.
Ficha del libro.
2 comentarios:
Como te dije mejor aquí que en facebook. No perderé detalle
Me sigue sin convencer en el blog, y me da más trabajo, pero mientras no encuentre la fórmula adecuada...
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