Cuando hace un tiempo comencé a tener algunas noticias sobre
esta película pensé que la vería por una razón: que David Fincher está
tras la cámara. No me llamaba excesivamente la atención la trama, basada
en una novela de éxito de Gillian Flynn que la propia autora ha
adaptado para el guion de la película, y que me sonaba a thriller actual
más o menos vistoso. Tampoco me picaban la curiosidad los actores. Me
interesaba saber qué podía hacer Fincher con una historia que parece,
sabe, huele y casi camina como una telemovie
de esas que emite Antena 3 en la sobremesa de los fines de semana. Qué
iba a hacer con una historia que, también me da la sensación, a él
tampoco le debe decir gran cosa pero que, cinematográficamente hablando,
tiene mucho potencial. A la hora de mirar sesiones en la cartelera
sabes que la película dura casi hora y media y te haces a la idea de que
quizá el metraje sea excesivo y probablemente contraproducente... pero
te pica el gusanillo de la curiosidad de saber cómo Fincher llenará esos
149 minutos y qué te va a mostrar. Quizá con otro director mi
curiosidad no sería tanta, aunque las expectativas podían verse
defraudadas. Me pasó con Zodiac
en su primer visionado: denso, largo, complejo en las tramas... y sin
embargo es un señor peliculón que se disfruta mucho mejor en un segundo y
posteriores visionados. ¿Podría suceder lo mismo con esta Perdida que, ya lo anticipo, se me ha hecho larga como película pero que aporta interesas reflexiones en esos 149 minutos?
Pensaba en Zodiac en algunos momentos de Perdida: la atmósfera que rodea al suspense en sí, la indefinición del criminal como sujeto narrativo per se
y las numerosas aristas que se destacan de la investigación criminal.
También es cierto, no obstante, que pensaba (riéndome sólo) en otra
película protagonizada por Ben Affleck, hace casi veinte años, y cuyo
título, para que quienes vean esta Perdida,
tiene un especial reverso irónico: Persiguiendo a Amy (Kevin Smith, 1997).
Pensaba en lo bien que mueve Fincher el producto a lo largo del
metraje... pero también en sus deméritos, que son unos cuantos. La trama
es sencilla: una mañana, precisamente la de su 5º aniversario de boda,
desaparece Amy (Rosamund Pike), esposa de Nick Dunne (Ben Affleck), y se
pone en marcha toda la maquinaria policial y mediática que rodea a una
desaparición que puede (o se espera) que derive en asesinato. La
parquedad de datos que ofrece Nick, así como su propio carácter y los
rincones oscuros que se van destapando, hacen sospechar que pudiera
estar implicado en la desaparición de Amy, cuando no en su asesinato. Y
ahí es donde nos subimos a esta montaña rusa de emociones, impacto,
suspense, sangre y un misterio por resolver. ¿Dónde está Amy? La
pregunta inicial poco a poco se complementa con otras tantas alrededor
de Nick, de su hermana Margo (Carrie Coon) y de la fachada de ese
matrimonio instalado en una ciudad de Missouri... y que parecían muchas
cosas. Como tantos matrimonios.


Con todo, una película de este calibre no puede ser categorizada como un flojo producto... porque no lo es. Pero (me) queda la sensación de que sin David Fincher, algunos actores y la producción estaríamos hablando de una telemovie del sábado por la tarde...
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