Este 2013 será mi año con más series de TV vistas. La verdad es que han sido muchas, no tengo una lista al respecto (odio las listas), pero no me equivocaría demasiado si dijese que han sido más de cuarenta. Muchas horas plantado delante de la pequeña pantalla, disfrutando de la serialidad de una trama, de unos personajes que funcionen, sean coherentes (o no), nos mantengan en vilo, nos emocionen o nos cabreen. Porque muchas veces, las series de TV funcionan por personajes, que nos hacemos propios, que a menudo se convierten en parte de nuestra familia; de hecho, con algunos mantienes una interrelación propia, personal.
2013 ha sido el año del cierre triunfal de series como Breaking Bad (que no he visto; me quedé en la 1ª temporada) o del adiós entre la decepción de Dexter (tampoco lo seguí desde su segunda entrega). Ha sido el año del schock de una boda roja en Game of Thrones, de la explotación de un original escandinavo (Bron/Broen y sus remakes estadounidense y franco-británico), del desparrame de American Horror Story (por si no hubiera sido suficiente con su primera temporada), del ¿fracaso? de Homeland (no estoy de acuerdo, pero sí que la serie como la conocíamos ha finalizado), de agradables sorpresas como Utopia, Dates y especialmente Orange is the new black, de la fortaleza de Mad Men (más viva que nunca) y del mantenimiento de los mundos de Yupi de Aaron Sorkin (The Newsroom). Ha sido el año de las enormes decepciones (The Following, Bates Motel, Vicious,... así las series de las que vi apenas uno o dos pilotos y que abandoné, especialmente en otoño). El año de Masters of Sex, en definitiva.