El lector que se aproxime a esta novela
encontrará un título que enmascara en parte la “realidad” del texto. No
tardará en descubrir, en el último tercio de la novela, quién es ese
Ernesto G., pero en cierto modo la novela podría haberse titulado Los
años vividos por Joseph K, pues aun teniendo un componente coral, el
protagonista de esta novela es Joseph Kaplan, un
héroe-que-no-quiere-serlo, un hombre producto del siglo XX que le ha
tocado vivir. La utopía forja su destino, la misma que le impulsa a
buscar discos de Caros Gardel y bailar el tango sin que nadie le enseñe o
tratar de encontrar una cura para el paludismo, aunque sea en una aldea
perdida en Argelia durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial.
La utopía del comunismo en su país de origen, Checoslovaquia, que
pronto se troca en dictadura de unos que se llaman comunistas pero que
en realidad sólo tratan de aferrarse al poder. La utopía de quien forma
una familia sin haberlo pretendido, de quien encuentra y huye del amor
cuando menos lo espera. Pero al lado de la utopía, junto a ella en la
balanza, la realidad y el peso de la historia que a todos nos atenaza y
rodea. Los sueños están para vivirlos, pero la realidad moldea la vida a
su conveniencia, siendo el sueño la materia de la que se forjan las
utopías.
Jean-Michel Guenassia |
Jean-Michel Guenassia (Argel, 1950) es quizá uno de los narradores
europeos más cautivadores que tenemos actualmente… o eso me pareció con
su anterior y primera novela (no exactamente…), El club de los
optimistas incorregibles (RBA, 2010): la historia de un muchacho francés
en los años sesenta, que encuentra su particular refugio en un local en
el que unos cuantos exiliados del comunismo (rusos, checos, búlgaros,
rumanos…) encuentran un lugar en el que reunirse. El telón de fondo de
la guerra de Argelia, el Mayo del 68, la contracultura de una década
convulsa nos traslada a un mundo en el que la narración de Guenassia, su
particular manera de relatar, se erigía como un aliciente (y de los
buenos) en una novela de iniciación… que también es un canto a la
utopía, velada, amarga, nostálgica. Esa noción de la utopía se mantiene
en esta segunda novela, mejor si cabe que la anterior. La novela narra
la vida de Joseph Kaplan, nacido en 1910 y que pronto demuestra ser un
joven judío inquieto en la Praga de los años veinte. Estudia medicina,
se traslada a París y trabaja en el Instituto Pasteur y en 1935 se le
ofrece la oportunidad de trasladarse a Argel, a investigar de lleno en
el terreno de la epidemiología. Y allí, en el Argel que evoca novelas de
Camus (no es casual que Joseph asista a la epidemia de peste que vivió
la ciudad y que Camus evocaría en una de sus novelas más aclamadas), es
donde Joseph Kaplan conoce la vida en todo su esplendor. No es tampoco
casual que en un momento determinado Joseph converse con un director
teatral acerca de las novelas de Kafka e incluso de la similitud de su
nombre con el de Joseph K, protagonista de El proceso del autor checo;
comparte nacionalidad y nombre con el autor de La metamorfosis o El
castillo, aunque a nuestro Joseph no le gustan las novelas de Kafka: «Es
un error hacer una lectura metafórica de Kafka. Él es la nada,
confinado en un mundo descarnado, mientras que ellos [los fascistas] son
la negación de los derechos» (p. 96). La sombra del existencialismo de
Sartre también planea sobre la novela, pero Guenassia no se aferra a
nada: su novela fluye entre un cierto romanticismo y nostalgia por el
Argel pre guerra de independencia, el Argel de antes de su infancia, con
el restaurante Padovani como otro lugar de encuentro y refugio (como el
club de ajedrez en su anterior novela) para Joseph y los amigos que
encuentra en la capital argelina, en esa parte de la Francia que en 1940
será ocupada y dividida por los alemanes. Joseph iniciará una nueva
vida, que le llevará a conocerse a sí mismo hasta límites no sospechados
por él mismo, huyendo de las leyes raciales que el régimen de Vichy
impone también al otro lado del Mediterráneo.
Guenassia traslada a su personaje de la Praga de su infancia al
París de los años treinta y el Argel de la época anterior y durante la
guerra. Y de ahí de regreso a Praga, una ciudad que ya no es la que
viviera en su infancia y (airada) juventud. Regresa a casa para
encontrarse un país que inicia su particular revolución comunista, la
utopía del socialismo más romántico… que pronto se troca en lugar del
absurdo y de la dictadura de quienes se llaman comunistas pero que en
realidad son simples tiranos. Joseph se entregará a esa nueva etapa de
su vida, ya en la madurez, y conocerá los sinsabores de la cara B de los
sueños. Y es, ya en 1966, cuando, como director de un sanatorio a
doscientos kilómetros de la capital checoslovaca, tiene que encargarse
de cuidar a un paciente que viene protegido desde las altas instancias
del país. Un hombre roto por el paludismo, al borde de la muerte, y cuyo
pasado y presente es símbolo de esa utopía que marcó las décadas
centrales del siglo XX. No destripo nada si desvelo la identidad de ese
Ernesto G., de ese guerrillero que también fue médico. Y comienza esa
“vida soñada”: la del hombre de acción que se plantea volver a ser
médico, el reverso de nuestro Joseph, médico que nunca quiso ser un
hombre de acción (y mucho menos un héroe), que salva vidas, que cura a
la gente, que era consciente de que la peste es endémica en el
Mediterráneo y que siempre está ahí, agazapada, esperando el momento
para asomar su rostro más mortífero. Joseph ya es un hombre de cincuenta
y seis años, ya no tiene el ímpetu ni el aura romántica de décadas
atrás, y se encontrará con un hombre roto que trata de sobrevivir, un
hombre que encarna la revolución, que es temido y odiado, que es
consciente de su propia etiqueta de guerrillero… y que por unos meses
sueña con esa nueva vida que parece ofrecérsele. Aunque todo parezca
producirse en el país real de Kafka.
La novela de Jean-Michel Guenassia es un canto a soñar y a dejarse llevar por esos sueños, sí, pero también es una oda a la creatividad de un autor que seduce con cada página y que nos cuenta una historia de personajes que tratan de continuar con sus vidas mientras la historia les sorprende cuando pensaban que el mundo era exactamente como pensaban que era. Es una novela, como El club de los optimistas incorregibles, de lugares que ya no existen y de heroicidades cotidianas que ya no pueden realizarse. El mundo de unos soñadores que sobrevivieron a sus propios sueños.
Praga, 1966, fotografía de Charles Bridge. |
La novela de Jean-Michel Guenassia es un canto a soñar y a dejarse llevar por esos sueños, sí, pero también es una oda a la creatividad de un autor que seduce con cada página y que nos cuenta una historia de personajes que tratan de continuar con sus vidas mientras la historia les sorprende cuando pensaban que el mundo era exactamente como pensaban que era. Es una novela, como El club de los optimistas incorregibles, de lugares que ya no existen y de heroicidades cotidianas que ya no pueden realizarse. El mundo de unos soñadores que sobrevivieron a sus propios sueños.
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