13 de septiembre de 2013

Reseña de Heydrich: el verdugo de Hitler, de Robert Gerwarth

Hay personajes que crean una mitología propia a su alrededor. El período nazi está lleno ellos, pero sin duda uno de los que llaman más la atención, y que curiosamente reciben menos atención editorial, es Reinhard Heydrich (1904-1942). Alto, rubio, nariz imponente, aspecto ario por los cuatro costados según los cánones raciales del nacionalsocialismo (compárese con Hitler, Himmler, Goebbels y una amplia plétora de gerifaltes nazis). «El ángel rubio», «la bestia rubia», «el carnicero de Praga»… su sola presencia ya provoca curiosidad. Combinaba una resolución ejecutiva con una ausencia de piedad, una fanatismo casi religioso con una dureza que los checos sintieron en apenas sus nueve meses como Protector del Reich de Bohemia y Moravia. Y su muerte a los treinta y ocho años alimentó leyendas de todo tipo, incluyendo aquella que decía que Himmler, su colaborador más íntimo y con quien mantuvo una relación que iba mucho más allá de la de subordinado al Reichsführer de las SS, se alegró de su muerte. Falso, probablemente Himmler lamentó más que nadie la muerte de su más estrecho colega. No en balde, como ya recordamos en la reseña de HHhH de Laurent Binet (Seix Barral, 2011), Heydrich era conocido como Himmlers Hirn heisstn Heydrich, es decir, «el cerebro de Himmler se llama Heydrich». 

Robert Gerwarth
La muerte convirtió en mito del nacionalsocialismo a Heydrich, pero su vida no fue tan estereotipada como suele considerarse a menudo. Su llegada al nazismo fue tardía y su convicción aprendida con fuerza, más que sentida con pasión desde la juventud, como se analiza con detalle en Heydrich: el verdugo de Hitler de Robert Gerwarth (La Esfera de los libros, 2013), una biografía que viene a llenar un cierto páramo en los estudios en castellano sobre los principales jerarcas del Reich nazi. Nacido en una familia de clase media culta de Sajonia, la infancia y juventud de Heydrich se desarrolló entre la educación musical que su padre, Bruno Heydrich, un cantante y compositor de ópera, le insufló desde bien pequeño y los avatares de la Primera Guerra Mundial y sus desastrosas consecuencias en Alemania. Ya el nombre que le puso su padre, Reinhard, que pertenecía a un personaje de una ópera que escribió, tenía resonancias wagnerianas (como Sigfrido). El entorno de Heydrich en una ciudad como Halle, en Sajonia.Anhalt, fue el de un conservadurismo que derivó en posiciones de extrema derecha en los momentos más calientes de la República de Weimar, pero estaba alejado aún de las posiciones que preconizaba con violenta dialéctica el partido nazi. La Marina fue para el joven Reinhard un destino mucho más apetecible que las organizaciones paramilitares que hacían saber su presencia en las calles de las ciudades alemanas. En la carrera militar en la Marina encontró Reinhard un oficio y una pasión, a pesar que su físico no pudiera igualarse al de sus compañeros. En la Marina Heydrich encontró un proyecto de futuro que, sin embargo, él mismo truncó al ser acusado de un comportamiento deshonesto para un oficial: mantener relaciones con una mujer, que aireó que se había comprometido con él, al tiempo que se prometía con una joven de buena familia de la costa báltica, Lina. La expulsión de la Marina en 1931 provocó en Reinhard, con apenas 27 años, una crisis existencial paralela a la crisis social y económica que sufría Alemania por entonces. Sin futuro, presionado por su prometida Lina, ferviente antisemita y entusiasta del NSDAP, y mediante un contacto previo, Heydrich mantuvo una entrevista con el jefe de las SS nazis, un por entonces poco conocido Heinrich Himmler, La entrevista en Munich, sede principal por entonces del NSDAP y de sus organizaciones paramilitares, fue la primera toma de contacto seria de Heydrich con el movimiento nazi; un movimiento que en los años inmediatamente anteriores no despertó más que burlas en Heydrich. Una oferta de trabajo lo cambió todo: a pesar de que en la entrevista Himmler constató que Heydrich no tenía conocimientos sólidos en labores de espionaje e inteligencia, vio en el joven ex oficial de Marina la voluntad y la fuerza para medrar. Y eso es lo que necesitaban las SS por entonces, con apenas unos pocos miles de afiliados y subordinadas todavía a las SA dirigidas por Ernst Röhm. Heydrich entró a formar parte de las SS, se afilió al partido nazi y comenzó a desarrollar las bases para convertir a la exclusiva organización paramilitar nazi en la impresionante maquinaria que se haría con el control del aparato policial del Reich en apenas unos años (la Gestapo o policía política secreta, la policía criminal o Kripo, y la SiPo o fuerzas de seguridad policiales).

Rudolf Hess, Heinrich Himmler, Philipp Bouhler, Fritz Todt, Reinhard Heydrich y Erich Ehrlinger , discutiendo en Berlín loss planes para el dominio de la Europa oriental (marzo de 1941).

Heydrich no fue un nazi de primera hornada, llegó muy tarde al partido y sin embargo pronto se convirtió en una figura insustituible. Siempre le acompañó la sospecha de que uno de sus abuelos (apellidado Süss) era judío, cuando en realidad era el segundo marido de su abuela paterna; esa ascendencia judía que no fue tal le acompañó en sus años de servicio militar y pudo despejar incógnitas, e incluso en 1932 se encargó una investigación interna en las SS para solventar las dudas. Quizá ese estigma, esa sospecha, explique en parte su implacable dureza contra los judíos. No olvidemos que Heydrich fue el ingeniero de todo el proceso que condujo a la Solución Final, el hombre de acción frente al ideólogo y dirigente que fue Himmler. Como el libro de Gerwarth recoge, fue un largo proceso y en él Heydrich jugó un papel esencial: como jefe de la Gestapo, director de la Oficina Central de Seguridad del Reich o RSHA (desde 1939) y convocante y maestro de ceremonias de la Conferencia de Wannsee (20 de enero de 1942), Heydrich controló el proceso para expulsar, deportar y aniquila a la población judía de Europa. Fue un proceso que pasó por una primera etapa de emigración de los judíos alemanes (y austríacos desde el Anschlüss de 1938) fuera del Reich y a otros países; las conquistas de Checoslovaquia y Polonia desde 1939 abrieron un nuevo período: la deportación al este de la población judía de estos países. Esta fase entró en conflicto con diversos ministerios del Reich: el de Justicia, acerca de la condición de aquellos que no eran totalmente judíos (los Mischlinge), la Wehrmacht (acerca del papel y las competencias de las SS en la detención y asesinato de miles de polacos desde septiembre de 1939), el Gobierno General que se creó en la zona central de Polonia, bajo el mando de Hans Frank, y que Himmler y Heydrich pretendían convertir en un «vertedero» de judíos o incluso en una zona de paso temporal. La exitosa campaña occidental de la Wehrmacht en la primavera de 1940 abrió la posibilidad de deportar a todos los judíos que habían caído bajo el poder del Reich a Madagascar, un fantasioso e inoperante proyecto que pronto se demostró inviable. Sería la invasión de la URSS (Operación Barbarroja) la que iniciaría la etapa más sangrienta del Holocausto: los asesinatos en masa mediante fusilamientos en Ucrania, los países bálticos y la Rusia conquistada a los soviéticos, a lo largo de 1941, y posteriormente el asesinato por gaseamiento en campos de concentración o de exterminio existentes o en construcción (Auschwitz, Belzec, Chelmno). Y en todo este proceso gradual, Heydrich se convirtió en el hombre que movió los hilos y controló todo el engranaje, en permanente contacto y discusión con otras esferas nazis (Alfred Rosenberg y el Ministerio del Reich para los Territorios ocupados en el Este, el Gobierno General de Frank…). Pero la decisión de Göring de situar a Heydrich, ya Protector del Reich de Bohemia y Moravia desde finales de septiembre de 1939 (y responsable en esa área únicamente ante Hitler), como alto oficial que presidía la Conferencia de Wannsee, y que decidiría el destino de los millones de judíos europeos, deja bien claro que se le consideraba el hombre adecuado para coordinar, controlar y dirigir con espantosa eficacia el proceso de eliminación de judíos, gitanos y enemigos raciales del Reich alemán. 

Monumento conmemorativo a las víctimas de la población de Lidice,
asesinados como represalia por el atentado contra Heydrich.

Gerwarth nos lleva de la mano en este viaje por los años más importantes de la vida de Heydrich, entre 1938 y su prematura muerte en 1942. Su vida familiar fue compleja: a medida que su posición social y económica mejoraba, se apartó de sus ancestros, al punto de que incluso permitió la ruina de su padre y rompió relaciones con su hermana y cuñado, derrochadores y que incluso presumían de su cercanía a Heydrich. Su relación con su esposa Lina fue fluctuante: de la pasión inicial, que les condujo al matrimonio, a la creciente soledad de Lina, ya que Reinhard dedicaba todos sus esfuerzos a su trabajo. La situación económica familiar mejoró sustancialmente, consiguiendo mudarse cada vez a casas más lujosas, gracias al aumento exponencial del sueldo de Heydrich. Pero la pasión conyugal se vio afectada por los rumores de las numerosas infidelidades de Reinhard, algo que Lina apenas pudo digerir. Por otro lado, el recuerdo del servicio militar en su juventud impulsó a Heydrich a adiestrarse en el pilotaje de aviones de guerra, participando en algunas escaramuzas en Noruega en 1940 e incluso en el frente ruso en el verano de 1941. El nombramiento como Protector del Reich de Bohemia y Moravia abrió una nueva etapa: sustituyendo al débil Konstantin von Neurath, Heydrich dirigió desde Praga la política racial del territorio checo, reprimiendo ferozmente cualquier atisbo de resistencia y efectuando la limpieza racial de la población judía, que progresivamente sería deportada a los campos de exterminio. En Bohemia y Moravia Heydrich se comportó como un virrey más, ejerciendo el poder de manera firme y rindiendo sólo cuentas a Hitler. Sin haber llegado a los cuarenta años, ya era uno de los hombres más poderosos del Reich nazi. Su muerte, a causa de la septicemia provocada por las heridas del atentado que sufrió por parte de dos agentes checos (la Operación Antropoide que narra con detalle Binet en su novela de no-ficción), fue un golpe para Himmler y Hitler. Su muerte dio paso a una durísima represión en territorio checo (desencadenada contra la población de Lidice) y, especialmente, el proceso de la Aktion Reinhard: el programa de de exterminio en los campos de la muerte de Belzec, Sobibor y Treblinka, de julio de 1942 a octubre de 1943, con más de dos millones de judíos y 50.000 gitanos muertos.

El resultado es un libro de lectura adictiva y que fluye con buen ritmo. Conocemos con detalle la personalidad de Heydrich, sus ambiciones y su condición de hombre de acción en la Gestapo, la RSHA y, especialmente, como Protector del Reich en Bohemia y Moravia, la parte que me resultaba más desconocida. En definitiva, es un libro que cuenta con un exhaustivo aparato crítico y una rigurosa documentación, y que debe ser leído por todos aquellos lectores aficionados al período nazi en Europa.

2 comentarios:

Iñigo Pereyra dijo...

Genial reseña... Enhorabuena... Junto con la que se envió a Hislibris en su momento, complementan perfectamente.

Oscar González dijo...

Graciss, Íñigo. Libro muy recomendable, ya sabes...