Hay ocasiones en que una mala impresión inicial
puede ser nefasta. Cojamos este libro, observemos la portada: la imagen
es interesante –el rostro de una mujer que no mira de frente,
simbolizando lo poco que sabemos con certeza de la protagonista– y
también estridente –colores vivos, ropaje y joyería que tratan de
seducir simplonamente–, de modo que algunos pensarán que es un intento
por captar a lectores que buscan una lectura ligera y vistosa sobre la
reina de Egipto. Por otro lado –y me incluyo entre quienes buscaban una
lectura ligera–, empiezas a leer y ya en las primeras noventa páginas
encuentras una serie de erratas: por dos veces se dice que Pompeyo era
«cuñado de César» (cuando fue su yerno); lees «sabemos que jugaba con
muñecas y casitas de terracota, juegos de té [...]» (¿juegos de té en la
Alejandría del siglo I a.C.?); te encuentras un veni, vedi, vinci
[sic., es vici] que hace año a la vista; más adelante se menciona que
Juba II, futuro rey de Mauritania e hijo del último rey de Numidia, se
casaría con la hermana de Cleopatra, cuando lo hizo con su hija,
Cleopatra Selene; e incluso en el pliego de imágenes, en la última
imagen, se incluye un busto de Octavia… sólo que no es Octavia, la
hermana de Octaviano, sino su tercera esposa, Livia Drusila (esa
estructura ósea de la cara es inconfundible). Y no son erratas que vayas
buscando, sino que te las encuentras a medida que avanzas en un libro
que, sin embargo, no sólo es bueno, muy bueno, sino que quizá sea una de
las mejores biografías sobre Cleopatra VII de Egipto que hayan caído en
mis manos. Y es una lástima que una serie de erratas, fácilmente
subsanables si uno está atento y concentrado en el proceso de escritura y
especialmente de revisión de un manuscrito, vayan a dejar en mal lugar
un libro que no lo merece. Pues Cleopatra: una nueva mirada a la
deslumbrante vida de la reina que sedujo al Mundo Antiguo de Stacy
Schiff (Destino, 2011) es un excelente libro.
Stacy Schiff |
La autora es una escritora especializada en el género biográfico: ha
escrito libros sobre Antoine de Saint-Exupéry (finalista al premio
Pulitzer en 1995), Vera Nabokov (premio Pulitzer en 2000), Benjamin
Franklin (George Washington Book Prize en 2006) y la presente biografía
de Cleopatra. Que haya ganado premios (y qué premios) es un aliciente;
que escriba sobre personajes tan diferentes me provoca una cierta
prevención: ¿hasta qué punto se ha documentado en épocas y documentación
tan diversas, de la crítica literaria a las cartas y documentos
oficiales, pasando por, para el caso que nos toca, las fuentes clásicas?
Pues aproximarse a Cleopatra es bucear en un buen puñado de autores
(Apiano, Dión Casio, Suetonio, Plutarco, Flavio Josefo, Lucano, Nicolás
de Damasco, Veleyo Patérculo, Cicerón, los poetas elegíacos como
Propercio u Ovidio, Horacio…), todos muy diversos y tendenciosos, la
mayoría al servicio de una propaganda oficial y todos, o casi todos,
ofreciendo una imagen negativa de Cleopatra como reina y, especialmente,
como mujer. Y a veces no es fácil leer entre líneas o superar los
topos literarios que sobre un personaje tan atractivo, denostado y
manipulado existen. ¿La nariz de Cleopatra? ¿La femme fatal que le
sorbió la sesera a un romano? ¿Elizabeth Taylor sobre el diván mientras
le dan un masaje y le recitan a Catulo? Pues, frente a prejuicios
previos y anécdotas archisabidas, Stacy Schiff consigue erigir una
biografía que trasciende el género literario con el que a priori parece
estar categorizada.
Cleopatra ¿VII? Altes Museum, Berlín (Berliner Museumsinsel) |
Porque, sí, es una biografía de Cleopatra VII (VI, en realidad, pues
parece ser que alguien se descontó en la enumeración dentro del frondoso árbol genealógico de los Ptolomeos y los demás mortales hemos
repetido el error), pero como suelen serlo las buenas biografías, es
mucho más. Stacy Schiff realiza, para empezar, una cuidadísima crítica
de fuentes, elemento imprescindible para escribir sobre el mundo
antiguo; se percibe en el texto, en el que las disquisiciones sobre las
afirmaciones de los autores antiguos sobre la reina egipcia son
constantes y huyendo de la mera recitación, y se confirma en las notas
al final del libro (numerosas, ricas en detalles y que incluyen una
relación de libros y artículos de bibliografía secundaria utilizados en
cada capítulo y que sirven de lecturas recomendadas para lectores más
hambrientos). Luego está el hecho de que para la autora el personaje, la
mujer, la reina de Egipto es inseparable del ámbito, el espacio y la
época en los que vivió. Por tanto, a medida que avanzamos en la lectura
de la biografía del personaje conocemos en detalle aspectos diversos
sobre el Egipto de los Ptolomeos: desde el reinado convulso de su padre,
Ptolomeo Auletes, al régimen administrativo y económico de este
territorio (no sólo las instituciones y estructuras de Alejandría, sino
las bases de la economía agraria en el valle del Nilo y el Alto Egipto),
pasando por la importancia cultural de Alejandría, su estatus como
megalópolis de primer orden (frente a la rusticidad de Roma y la
sensación de ciudad desordenada y sucia), o las claves de su riqueza. Y
no sólo Schiff se empapa, y profundiza, sobre el Egipto helenístico y
sus estados vecinos (la Judea de Herodes, por ejemplo), sino que, como
no puede ser de otra manera, imbrica la trama con el contexto de la Roma
republicana de Cayo Julio César, su heredero Octaviano, los magnicidas
de los Idus de marzo y, por supuesto, Marco Antonio. El retrato de todos
ellos (y de otros personajes como Cicerón, al que deja como un
envidioso, vano, timorato y muy pagado de sí mismo) es rico en matices y
detalles, la autora se ha documentado a fondo y huye de estereotipos
culturales. Ya conocemos suficientemente a los personajes de este tapiz
histórico y, sin embargo, Schiff consigue presentarlos con una luz
fresca y en ocasiones novedosa (¿es eso posible a estas alturas?).
El mundo mediterráneo entre los años 44 y 31 a.C. |
Se plantean además ideas interesantes acerca de la relación de César con Cleopatra, y cómo el político y militar romano llegó a Alejandría con unas ideas e imágenes políticas, para luego regresar a Roma con otras, que incluso afectarían a su manera de gestionar el inmenso poder del que gozó en sus últimos años. ¿Es posible que la autocracia (o los tics autoritarios) de César, dictator perpetuus, se vieran influenciados por el modo en que percibió el poder de Cleopatra, una reina helenística en Egipto que no tenía que rendir cuentas ante nadie? ¿De aquí provendrían quizá sus planes de expansión urbanística o la discutida (en su momento) reforma del calendario? ¿Y qué hay que decir de la relación entre Cleopatra y Antonio? Schiff destaca el componente político que desde el principio rodeó la relación entre ambos, que posteriormente evolucionaría (o se complicaría) en un affaire sexual e incluso romántico (sin caer en estereotipos cinematográficos). La guerra declarada por Octaviano contra Cleopatra, la reina egipcia, dejaba al margen a Antonio, formalmente desposeído de poderes tras el fin del triunvirato a finales del año 33 a.C., y potenciaba la imagen de la perversa e inicua mujer, reina y enemiga externa. Sobre la propia muerte de Cleopatra, Schiff discute las diversas fuentes y plantea incluso la posibilidad de que Octaviano “facilitara” una salida a un atolladero en el que él mismo se había metido.
El estilo de Schiff es rigurosamente ameno, la lectura avanza con placer y resulta, por tanto, sorprendente que se hayan cometido esos errores antes mencionados; no cuadran con el fondo metódico de un libro que no se resigna a ser a una biografía más (y que aplaudo). Y lo cierto es que esos errores no empañan la lectura y que a mitad de biografía ya no te acuerdas prácticamente de ellos. Sería, por tanto, una lástima que el lector se dejara llevar por una mala impresión inicial. Pues este libro no la merece y le da al lector, al interesado en este período y al público más especialista, un libro que deja huella. Entre tanta novela tópica y tanta biografía divulgarizadora, el libro de Stacy Schiff destaca con luz propia y se sobrepone a una edición imperfecta.
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