Que Steve Jobs era un genio, ya nos había quedado claro. Que además
fuera un tipo para darle de comer aparte, también. Y que además fuera un
mesías de la informática... pues ¿en qué mundo sin iPod, iPad, iPhone,
iMac, idetodo vives, colega? (bueno, yo no tengo nada de eso y vivo tan
campante). Jobs fue un ipo revolucionario, sin duda uno de los
personajes más influyentes de las últimas décadas. De tanto en tanto
aparecen genios que se convierten en catalizadores del cambio y de la
innovación tal que incluso te hacen preguntarte qué sería del mundo sin
ellos. Cualquiera que escriba con un ordenador personal ya peude
responder a esa pregunta. Por tanto, ante un personaje que cultivó una
imagen sobre sí mismo y que murió prematuramente, ya tardaba en llegar
la película. Hay varios proyectos en danza, uno de ellos con guión de
Aaron Sorkin que esperaremos con notable interés. Y ahora nos a llegado
este Jobs, interpretado y encarnado por Ashton Kutcher (sin duda, da el pego en cuanto al físico).
Vayamos con los pros. De entrada, el personaje, sin ninguna duda. Y el
aliciente de ver cómo han encontrado al actor perfecto para encarnarlo.
Estamos ante una película que tampoco pretende ser un retrato global del
personaje. Para muchos, Steve Jobs era el hombre del iPod, el de la
última década de su vida, el de las innovaciones tecnológicas en cuanto
el teléfono móvil. Para otros, el precursor que comenzó en el garaje de
la casa de sus padres y creó la base del ordenador personal. Para otros
tantos, el tipo estrafalario que se lavaba poco, iba siempre en chanclas
y un más que dudoso estilismo y vestuario, y que especialmente tenía un
ego del tamaño de una catedral. Y para no pocos, un desconocido. ¿De
dónde surge Jobs? ¿Cómo creó, en colaboración con otros ingenieros
informáticos, una empresa como Apple, capaz no sólo de toserle a la
todopoderosa IBM sino también de pasarle la mano por la cara? Jobs,
la película, se centra en el Steve Jobs de veintipocos años a mediada
la cuarentena. Es una historia de auge, primer triunfo, expansión,
crisis, caída y redención. Y ahí podrían empezar los contras...
... pues la película se aparta poco de una construcción convencional del
biopic. Jobs el visionario, el incomprendido, el suficientemente
empático para arrastrar a un grupo de personas a soñar con cambiar el
mundo, pero con un ego tan grande como para aislarse en sí mismo y
acabar siendo su propio enemigo. Es ese estilo de self-made man tan caro al American way of life
el que, por redundante, acaba siendo lastrando y alargando un guión que
no pasa de ser tópico; interesante, pero ya visto; lineal y
reiterativo; largo y lo dicho, convencional. No es una mala película la
que tenemos en la gran pantalla, ni de lejos; pero no es una película
que sorprenda. Además, ya tuvimos ración de genio gilipollas con Mark
Zuckerberg en La red social...
sólo que Jobs no es ni un asocial, ni un gilipollas de ese calibre, pero
sí alguien complicado, de esos cuya convivencia a medio y largo plazo
se hace algo insoportable. Lo que vimos en la película de David Fincher
se repite en muchos sentidos en esta otra; y desde Joshua Michael Stern
no es, tras las cámaras, Fincher, ni el guionista un remedo de Aaron
Sorkin. Quedan mejor perfilados los personajes secundarios (Steve
Wozniak, Mark Makkula o Paul Sculley) que un Jobs que en su monolitismo
acaba resultando cansino. "Sí, tío, ya sabemos que eras el p... amo,
pero estos también acaban tomándose un respiro". Y el sabelotodismo
resulta cargante al cabo de un rato...
Pero, y volvemos a los pros, la película, a pesar de estar algo dilatada
en el metraje y de tener un ritmo de montaña rusa en ocasiones, es un
producto digno; muy digno, incluso. A pesar de su cansinismo, Ashton
Kutcher interpreta con convicción a un Jobs de mirada poderosa. La
historia te atrapa de principio a fin (aunque el tema de la hija quede cuarteado) y, en el fondo (reconozcámoslo), nos
seducen este tipo de cuentos con moraleja de tipo carismático y
precursor. Su discurso empuja hacia adelante, siempre hacia adelante, y
la motivación que desprende la película, en busca siempre de la
excelencia, la calidad y la originalidad, nunca está de más (de hecho,
en estos tiempos lo echamos de menos). Por tanto, y a pesar de sus
grietas, Jobs no es la película
excesivamente pagada de sí misma que me temía y me esperaba. Tiene un
poco de eso, pero no termina de ser tan indigesta como pudiera parecer.
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