5 de mayo de 2019

Crítica de cine: Leonardo V Centenario, de Francesco Invernizzi

Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 6 y 7 de mayo, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emitirá.

Esta semana, concretamente el 2 de mayo, se cumplieron quinientos años de la muerte de Leonardo da Vinci (1452-1519), uno de esos genios que a lo largo de la historia lograron destacar en prácticamente en cualquier disciplina en la que trabajaron; para el caso del personaje en cuestión, tenemos que se dedicó a la pintura, la escultura, la arquitectura y el urbanismo, indagó en la anatomía, la ingeniería y la botánica, y cultivó también la poesía, la música y la música, y probablemente nos dejemos algo más en el tintero. Desde luego, la etiqueta de «hombre del Renacimiento» se le queda corta. Y es que Leonardo era un curioso por encima de todo y muchos de sus dibujos conservados son una buena muestra de aquellas materias del conocimiento que trabajó a fondo, llevado por esa curiosidad y por el sueño de llevar al ser humano hacia adelante. La Última Cena (c. 1495-1498) y La Mona Lisa –o La Gioconda– (c. 1503-1519) constituyen dos piezas únicas en la historia del arte y son quizá dos de sus obras que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en su nombre; y añadiríamos a una lista de cuadros suyos obras como La dama del armiño (1490), La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana (c. 1510-1513), el San Juan Bautista (c. 1508-1513) o La Anunciación (1472-1473), pintura de su período de formación y que nos sirve para, en comparación con sus óleos posteriores, comprobar hasta qué punto evolucionó Leonardo en su arte.

4 de mayo de 2019

Crítica de cine: El bailarín, de Ralph Fiennes

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En español tenemos la expresión «ser un mirlo blanco» para referirnos a alguien cuya rareza brilla entre lo común; los rusos utilizan una expresión parecida, «cuervo blanco» (belaya borona) y básicamente significan lo mismo. Con algún matiz, desde luego: para los rusos, la rareza de este cuervo blanco se asimila a la originalidad, la transgresión, la irreverencia incluso. Pocos dudarán –algunos echamos la memoria atrás y recordamos sus últimos años de vida, ya enfermo de sida– que Rudolf Nuréyev (1938-1993) era la encarnación del cuervo negro precisamente por esto último: su desafío a la autoridad, su manera de transgredir las normas de una Unión Soviética que trató de atarle corto (sin conseguirlo, desde luego) a la par que reconocía e incentivaba su talento, y su carácter explosivo, tiránico incluso, hacia los demás (superiores incluidos). Alguien capaz de exigir que se le cambie de profesor en la academia de danza porque no quiere amoldarse a los métodos del que se le ha asignado (a él y al resto de bailarines). Alguien que hacía buenas migas con los extranjeros, a diferencia de los demás miembros del Ballet Kirov, que se mantenían aparte en los encuentros con otras compañías de danza. Alguien que paseaba por las calles de París y conocía de cerca sus monumentos tras retar los horarios impuestos por unos comisarios políticos de la propia compañía que le dejaban volar suelto (no sin que un par de agentes de la KGB siguieran sus pasos). En definitiva, Nuréyev era un cuervo blanco.

1 de mayo de 2019

Crítica de cine: Vitoria, 3 de marzo, de Víctor Cabaco

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Para ese “revisionismo” de barra de bar muy de moda hoy en día (pónganse los ejemplos que se considere), la lucha obrera es una cosa del pasado, tan desfasada como los sindicatos. Al margen de la mala imagen (o incluso la utilidad) que puedan tener las centrales sindicales en la actualidad, negar que los avances sociales y laborales no han venido otorgados, sino que ha habido que luchar por ellos desde hace mucho tiempo, supone no ver el presente con la perspectiva que supone echar la vista al pasado y comprenderlo. Supone no conocer la historia de un movimiento obrero cuyos logros hoy en día disfrutamos todos y que afectan a nuestro día a día: la jornada de ocho horas, el día de fiesta semanal, un salario estable, las vacaciones pagadas, etc., y por poner algunos pocos ejemplos que damos por sentados, no se consiguieron por que sí, sino que fueron fruto de una lucha obrera para conseguir unos derechos laborales que la patronal (y los Gobiernos) no iba a dar tan tranquilamente, sino que había que arrancarles y negociar constantemente. Esto no es demagogia, es historia, pues también remite a derechos que hoy en día damos por seguros como los de reunión, manifestación y huelga, y más en unos tiempos en los que estos derechos estaban vedados en la sociedad española; unos derechos por los que también hubo que luchar durante la dictadura franquista. Quizá por ello una película como Vitoria, 3 de marzo, y al margen de las virtudes y defectos cinematográficos que pueda tener, deviene necesaria. Y además recupera un episodio de violencia que ha quedado impune de una Transición que aún estaba en pañales. 

Canciones para el nuevo día (2723/1942): "Gouge Away"

Pixies - Gouge Away 

Disco: Doolittle (1989)


29 de abril de 2019

Crítica de cine: Gracias a Dios, de François Ozon

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Quienes nos acercamos siempre con interés al estreno de una película de François Ozon, que ya va dejando atrás la etiqueta de enfant terrible del cine francés, hemos quedado sorprendidos con el cambio de registro del director galo en Gracias a Dios. Y en cierto modo resulta algo lógico: el tema, los abusos a niños durante años por parte de un sacerdote y que ha convulsionado a la sociedad del país vecino, requiere que quien está tras la cámara –autor de películas interesantes y a menudo más centradas en la forma que en el fondo, como Swimming Pool (2003), Ricky (2009), Potiche (2010), En la casa (2012), Joven y bonita (2013) y El amante doble (2017), entre otras– se deje de veleidades artísticas y alguna que otra boutade, y asuma como creador menos protagonismo que la propia historia que quiere relatar. Y menuda historia: el de algunas víctimas del sacerdote Bernard Preynat que, entre los años setenta y noventa del pasado siglo, abusó de decenas de niños a su cuidado en campamentos de boy scouts. El arzobispado de Lyon, del que dependía Preynat, zanjó el asunto durante años trasladando al sacerdote de una parroquia a otra, sin asumir responsabilidades, hasta que el caso salió a la luz pública gracias al testimonio de algunas de las víctimas, ya adultas, que descubrieron por su cuenta que Preynat seguía con su labor como sacerdote y seguía cerca de niños en actividades pastorales. Su preocupación, furia y doloroso recuerdo del pasado les llevó a crear una asociación, La Parole libérée (la palabra liberada) en la que se reunieron afectados por los abusos de Preynat y publicaron sus testimonios. El caso de Preynat pasó a los tribunales, afectó al actual arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin (François Marthouret en el filme), y ha generado, a raíz de la película, una enorme atención mediática y con consecuencias que se “actualizan” (como se destaca en una nota previa a los títulos de crédito finales) más allá de la misma.

Canciones para el nuevo día (2721/1940): "Busman's Holiday"

Allah-Las - Busman's Holiday 

Disco: Allah-Las (2012)


27 de abril de 2019

Crítica de cine: El joven Picasso, de Phil Grabsky

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.


Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 28, 29 y 30 de abril, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emitirá. 


Sobre Pablo Picasso (1881-1973) sabemos mucho, lógicamente, al tratarse de unos de los artistas universales más reconocidos, y documentales, libros e incluso alguna película han versado sobre su vida y obra. Incluso ha sido protagonista en series de televisión recientes, como en la segunda temporada de Genius (National Geographic: 2018), serie de antología que versó sobre la figura del pintor malagueño, interpretado por Antonio Banderas (que ganó una nominación a los Premios Emmy en la categoría de mejor actor en serie limitada) en su madurez y vejez y por Alex Rich en su etapa joven (grosso modo, hasta la década de 1920). La serie se centraba sobre todo con su biografía y la relación con las diversas mujeres de su vida, pero aquellos espectadores que la vieron y se acerquen a ver El joven Picasso, documental dirigido por Phil Grabsky, ya curtido en estas lides, todo les resultará bastante familiar.

23 de abril de 2019

Reseña de Roma. La creación del Estado mundo, de Josiah Osgood

Resulta mucho más que un lugar común hablar de la «crisis» de la República romana, que la tradición historiográfica «inicia» con el tribunado de Tiberio Sempronio Graco (133 a.C.) y que, en diversas etapas, «finaliza» con la victoria de Gayo Julio César Octaviano –nunca utilizó el segundo cognomen, que denota su adopción por parte de su tío abuelo y dictator perpetuus Gayo Julio César: él se consideraba «César», sin más, y si acaso Divi Filius (el Hijo del Divino [César]) o Imperator Caesar Divi Filius a lo largo del período triunviral, pero los historiadores solemos emplearlo para diferenciarlo de su padre adoptivo– en la batalla de Accio (septiembre del 31 a.C.) y con su (aparentemente indolora) «conversión» en Augusto en enero del 27 a.C. Mucho tiempo, demasiado, para una «crisis», del mismo modo que demasiado tiempo tardó la tópica «caída» del Imperio romano (¿un par de siglos?). En esta última fecha, en una sesión en el Senado (toda una farsa perfectamente coreografiada), Augusto «renunció» a los poderes extraordinarios que aún acumulaba, si bien, de hecho, al dejar de tener vigencia el triunvirato a finales del año 33 a.C., formalmente no era más que un cónsul que, desde el mismo año 31, había mantenido esta magistratura de manera ininterrumpida (lo haría hasta el 23 a.C.) y desde el 28 había añadido el título de princeps Senatus, hasta entonces un honor más que un cargo estable y con el que asumió una primacía en aparente igualdad respecto a los demás senadores y el resto de ciudadanos romanos.

Canciones para el nuevo día (2717/1936): "Pale Blue Eyes"

The Velvet Undergound - Pale Blue Eyes 

Disco: The Velvet Underground (1969)