La literatura es libre, es ilusión, es magia, es mantenerte en vilo y dejarte llevar por la imaginación. La literatura escapa a los convencionalismos del papel, los márgenes, el estilo, las propias palabras en sí. Scheherezade salvaba su vida todas las noches contándole una historia al sultán; el resultado fueron los relatos de Las mil y una noches. A su manera, Claude Garcia (Ernst Umhauer), el joven alumno de Germain (Fabrice Luchini), se convierte en Scheherezade, pero no para mantenerse con vida, sino para narrar una historia que quisiera vivir/narrar/leer y que atrapa al espectador en la butaca. ¿Recordáis el concepto de storytelling que mencionaba a vueltas de La vida de Pi? Tenedlo en mente.
Dans la maison, que es el título original de esta película, bien podía ser un ejercicio de literatura sobre pantalla grande. François Ozon, flamante ganador de Concha de Oro en el último Festival de Cine de San Sebastián atrapa al espectador con una película basada muy libremente en una obra de teatro, El chico de la última fila de Juan Mayorga. Germain comienza a trabajar en un instituto francés como profesor de literatura francesa. Desencantado con unos alumnos que apenas son capaces de mostrar interés por la literatura o por siquiera escribir bien en francés, descubre a un alumno enigmático, Claude, de quien apenas sabe nada; sólo que se sienta en la última fila del aula ("desde puede verse todo") y que escribe redacciones con un estilo muy personal. Claude escribe sobre una familia, formada por un compañero de clase, Rapha (Bastien Ughetto), su madre Esther (Emmanuelle Seigner), una ama de casa frustrada y decoradora vocacional, y su padre también llamado Rapha (Denis Ménochet), un anodino oficinista agobiado por su trabajo.
Dans la maison, que es el título original de esta película, bien podía ser un ejercicio de literatura sobre pantalla grande. François Ozon, flamante ganador de Concha de Oro en el último Festival de Cine de San Sebastián atrapa al espectador con una película basada muy libremente en una obra de teatro, El chico de la última fila de Juan Mayorga. Germain comienza a trabajar en un instituto francés como profesor de literatura francesa. Desencantado con unos alumnos que apenas son capaces de mostrar interés por la literatura o por siquiera escribir bien en francés, descubre a un alumno enigmático, Claude, de quien apenas sabe nada; sólo que se sienta en la última fila del aula ("desde puede verse todo") y que escribe redacciones con un estilo muy personal. Claude escribe sobre una familia, formada por un compañero de clase, Rapha (Bastien Ughetto), su madre Esther (Emmanuelle Seigner), una ama de casa frustrada y decoradora vocacional, y su padre también llamado Rapha (Denis Ménochet), un anodino oficinista agobiado por su trabajo.
Claude encuentra en la fmailia de Rapha, en la casa en la que viven, los personajes de una familia, el escenario de una historia, las frustraciones de una familia de clase media, la inspiración para contar una historia, por episodios, y quizá el refugio en el que cobijar su propia soledad. De Claude apenas sabemos nada; de los Rapha conocemos lo que Claude escribe y Germain lee. Porque, además, la lectura de las redacciones de Claude, como episodios de una novela en ciernes que parece no tener fin, son también el mecanismo para conocer al profesor/lector, de modo que nosotros, espectadores/lectores, nos sumergimos en una historia de diversos niveles.
Ozon crea una historia personal a través de la obra teatral de Mayorga y remite a temas eternos: la literatura como modo de vida, como escape de las frustraciones personales, como relato vivencial de experiencias conocidas, imaginadas o apenas transitadas. La literatura como espejo de la vida, sí, pero también con su reverso más ambiguo, con la fina y tenue línea que separa ficción y realidad, mezclándolas, confundiéndolas, ampliándolas. Germain (como el espectador) no puede dejar de leer los capítulos que, siempre con un "continuará" al final, le pasa Claude; el escritor frustrado o fracasado siente reverdecer sus inquietudes literarias ante las historias que le cuenta su joven alumno. Al punto de que él mismo, así como su esposa Jeanne (Kristin Scott Thomas), se convierten también en materia ficcional, en personajes de una historia que ellos mismos leen. A la frustración de Germain por no haber podido triunfar como escritor se une el miedo de Jeanne, que trata de salvar su galería de arte contemporáneo, sabedora de que ni siquiera su marido es capaz de comprender la amplitud de su trabajo. Claude se erige en autor libre, inquietante, desbocado, en busca de un relato/unavida que narrar/vivir. Germain aparece en sus historias, se intercala en lo que sucede, constantemente le plantea a Claude dudas sobre las motivaciones de los personajes/personas de sus historias, sobre el mejor modo de encarar el conflicto que debe/existe en el relato/la vida. La búsqueda del final, que toda historia debe tener, será el (anti)clímax de una película que ha mantenido en vilo al espectador/lector.
Dans la maison es una película que vale la pena contemplar/ver/leer. Es un ejercicio de metarrativa que busca en explorar los límites de la propia literatura el anzuelo para convertir el cine en mucho más que una parábola de imágenes y palabras. Es quizás una de las películas más interesantes de los últimos años. Y uno de los mejores ejercicios metaliterarios que el espectador disfrutará. Sin dudarlo. Si os gusta el cine. Si os gusta la literatura.
Ozon crea una historia personal a través de la obra teatral de Mayorga y remite a temas eternos: la literatura como modo de vida, como escape de las frustraciones personales, como relato vivencial de experiencias conocidas, imaginadas o apenas transitadas. La literatura como espejo de la vida, sí, pero también con su reverso más ambiguo, con la fina y tenue línea que separa ficción y realidad, mezclándolas, confundiéndolas, ampliándolas. Germain (como el espectador) no puede dejar de leer los capítulos que, siempre con un "continuará" al final, le pasa Claude; el escritor frustrado o fracasado siente reverdecer sus inquietudes literarias ante las historias que le cuenta su joven alumno. Al punto de que él mismo, así como su esposa Jeanne (Kristin Scott Thomas), se convierten también en materia ficcional, en personajes de una historia que ellos mismos leen. A la frustración de Germain por no haber podido triunfar como escritor se une el miedo de Jeanne, que trata de salvar su galería de arte contemporáneo, sabedora de que ni siquiera su marido es capaz de comprender la amplitud de su trabajo. Claude se erige en autor libre, inquietante, desbocado, en busca de un relato/unavida que narrar/vivir. Germain aparece en sus historias, se intercala en lo que sucede, constantemente le plantea a Claude dudas sobre las motivaciones de los personajes/personas de sus historias, sobre el mejor modo de encarar el conflicto que debe/existe en el relato/la vida. La búsqueda del final, que toda historia debe tener, será el (anti)clímax de una película que ha mantenido en vilo al espectador/lector.
Dans la maison es una película que vale la pena contemplar/ver/leer. Es un ejercicio de metarrativa que busca en explorar los límites de la propia literatura el anzuelo para convertir el cine en mucho más que una parábola de imágenes y palabras. Es quizás una de las películas más interesantes de los últimos años. Y uno de los mejores ejercicios metaliterarios que el espectador disfrutará. Sin dudarlo. Si os gusta el cine. Si os gusta la literatura.
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