1 de octubre de 2018

Crítica de cine: Searching, de Aneesh Chaganty

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

El thriller hay que saber llevarlo, de principio a fin, y no es fácil: para un Seven (David Fincher, 1995) que lo peta hay mil ejemplos de filmes que tratan de seguir la senda y fracasan. Menciono la película de Fincher pues es uno de esos casos claros en los que la trama funciona tan bien que resiste muy bien los revisionados, pues no es tanto el desenlace lo que importa sino el camino que nos conduce a este (por cierto, la semana pasada se emitió en un canal generalista y de madrugada, y volvió a atraparme; no la pasan a menudo por la tele, por desgracia). Y es que construir una buena historia, una trama sin agujeros ni incongruencias, que sepa mantenerte en vilo y conducirte a un clímax que, por muchas veces que lo veas aún te sigue impactando, no es nada fácil. El lector de esta crítica podrá cambiar Seven por otros títulos que funcionan muy bien y, al mismo tiempo, mencionar aquellos que no lo lograron. Las hay que tienen todos los elementos para petarlo: la historia, los personajes, la ambientación, la dosificación de la tensión… y luego resulta que, por muy bien que te lo hayan puesto en la hora y pico precedente, en la media hora final la cosa se derrumba como un castillo de naipes. Le sucedió a Grand Piano (Eugenio Mira, 2013), por citar un ejemplo reciente y que suelo mencionar a menudo: una película que lo tenía todo –guion de Damien Chazelle (Whiplash, La La Land), personajes potentes a cargo de Elijah Wood y (en la sombra) John Cusack, una historia de miedos y fracasos en torno a una pieza musical clásica contemporánea a piano, una banda sonora espectacular a cargo de Víctor Reyes, una tensión bien llevada–… y sin embargo lo tiró todo por la borda en su tramo final. Y es una lástima, porque la película iba por muy bien camino.

Canciones para el nuevo día (2571/1790): "Can't Put a Price on Love"

The Knack - Can't Put a Price on Love 

Disco: ...But the Litte Girls Understand (1980) 



28 de septiembre de 2018

Efemérides historizadas (XXX): 28 de septiembre de 48 a.C. - asesinato de Gneo Pompeyo Magno

Litografía francesa del siglo XIX.
Un 28 de septiembre del año 48 a.C., el militar y político romano Gneo Pompeyo, apodado “el Grande” (Magnus), fue asesinado cuando aún no había desembarcado en la playa de Pelusio, Ciudad situada en la desembocadura más oriental del río Nilo en el mar Mediterráneo. Su asesinato, considerado una vileza pues fue cometido por agentes del monarca Ptolomeo XIII, hermano de Cleopatra VII –la posterior amante de Gayo Julio César y Marco Antonio–, ambos correyes de Egipto pero enfrentados en una guerra civil; una guerra civil en paralelo a la que se producía entre los propios romanos. Y fue considerado un acto de vileza pues Ptolomeo aparentemente accedió a acoger a Pompeyo en su reino –de hecho, no se atrevía a rechazar su acogida, pues el romano había colocado a su padre, Ptolomeo XII, en el trono de Egipto once años antes y con el apoyo de Craso y el cónsul del año, César–, pero decidió asesinarlo para congraciarse con el enemigo y reciente vencedor de Pompeyo en Farsalia: el propio César.

Canciones para el nuevo día (2570/1789): "Beds Are Burning"

Midnight Oil - Beds Are Burning 

Disco: Diesel and Dust (1987) 


25 de septiembre de 2018

Crítica de cine: El escándalo Ted Kennedy, de John Curran

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Presentada en la segunda edición del Barcelona Film Fest, el pasado mes de abril –previamente se ofreció en el Festival de Cine de Toronto, en septiembre de 2017–, finalmente llega a las salas de cine El escándalo Ted Kennedy –título que descafeína en parte el original, Chappaquiddick, palabra que desde hace tiempo se ha trasladado en inglés al argot popular–, película dirigida por John Curran y que lleva a la gran pantalla un oscuro episodio en la vida y la carrera política del senador estadounidense Edward “Ted” Moore Kennedy (1932-2009), el último de los hijos varones de la extensa familia que forjaron el magnate y embajador Joseph P. Kennedy y su esposa Rose Fitzgerald (cinco hijas y cuatro hijos). Ted fue el más pequeño de la camada y el que a priori no iba a seguir los pasos de sus hermanos; de hecho, Joe Jr, el mayor, tenía que haber sido el que hiciera carrera política, de no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial. Su testigo lo asumió el segundo de los muchachos, John “Jack” Fitzgerald, que lograría el ansiado sueño de su padre (¿no tanto el suyo, quizá?): la presidencia de los Estados Unidos en 1960 y en unas disputadísimas elecciones frente a Richard Nixon (y por un ajustado margen de apenas 112.000 votos populares, aunque, como bien sabemos, lo que importan son los votos electorales y ahí Kennedy superó claramente a Nixon por 303 votos contra 219). Jack Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, un magnicidio que, ante las numerosas lagunas en la investigación, siempre será pasto de interpretaciones y conspiranoias varias. El tercer hermano, Robert "Bobby" Francis, quien durante la presidencia de su hermano fuera Fiscal General de los Estados Unidos –el equivalente a Ministro de Justicia en nuestros lares, con algunas competencias en Interior, pues el FBIdepende de su Departamento–, asumió la tarea de “continuar” el legado de Jack Kennedy y, como senador por Nueva York entre 1965 y 1968, preparó su carrera para alcanzar el máximo cargo, la presidencia. Asesinado también, en junio de 1968 (otro luctuoso caso que abona teorías de la conspiración), cuando iba camino de conseguir la nominación demócrata a las elecciones de noviembre de ese mismo año, su legado y puesto en el Senado (por Massachussetts, ganando el cargo que ostentara su hermano Jack en unas elecciones parciales en 1962) pasaron a Ted, que a sus treinta y seis años comenzó a engrasar la maquinaria de campaña para concurrir a las elecciones de 1972.
 

Efemérides historizadas (XXIX): 25 de septiembre de 1555 - firma de la paz de Augsburgo


Un 25 de septiembre de 1555 se firmó la Paz de Augsburgo entre el emperador germánico Carlos V y la Liga de Esmalcalda. Bien, será mejor que maticemos: en realidad entre la Liga de Esmalcalda y el archiduque austriaco (y rey de Hungría) Fernando, hermano del emperador, que fue quien se encargó de las negociaciones en nombre de un cansado y prematuramente envejecido Carlos V, quien ya había tomado la decisión de abdicar y retirarse al monasterio de Yuste. Y en realidad era más una tregua que una paz: la firma del tratado ponía punto y final a la primera gran etapa de disputas religiosas en torno a la Reforma luterana y abría el camino para la mal llamada Contrarreforma católica, pero a la vez inauguraba un escenario de guerra fría religiosa que no estallaría de nuevo hasta la (tercera) defenestración de Praga en 1618, antesala de la Guerra de los Treinta Años. Todo empezó con un monje alemán clavando (según la leyenda) un papel en la puerta de la Schlosskirche (“iglesia del Palacio”) de Wittenberg (Sajonia) el último día de octubre de 1517. El monje era Martin Lutero y el papel las ’95 Tesis’, un desafío en toda regla contra la Iglesia católica a raíz de las escandalosas indulgencias por parte de la alta jerarquía eclesiástica alemana y con la bendición del papa León X.  Con su escrito, Lutero rompía con Roma, denunciando sus vicios y desvergüenzas, e iniciaba el camino de separación de gran parte de la Iglesia alemana respecto el Vaticano. 

Canciones para el nuevo día (2567/1786): "Never"

Heart - Never 

Disco: Heart (1985) 



18 de septiembre de 2018

Reseña de Hacia la tormenta: el comienzo del fin de la República romana, de Mike Duncan

Nota: esta reseña parte de la lectura del original en inglés, The Storm Before the Storm: The Beginning of the End of the Roman Republic (PublicAffairs, 2017).

Son muchos, muchísimos los libros sobre la antigua Roma. Inabarcables. Y lo son en sus grandes etapas, especialmente la República tardía: grosso modo, 133-30 a.C., el «último siglo de la República romana». Pero de este último siglo, el interés de los especialistas y de los lectores suele focalizarse casi exclusivamente en la generación de Gayo Julio César (c. 100-44 a.C.), especialmente en los años 78-44 a.C. y en el período final de la República, tras su asesinato, que de República «libre» más bien tiene poco. Pero la etapa anterior a César, las dos generaciones previas, la de los hermanos Graco (133-121 a.C.) por un lado y luego la de Mario y Sila (110-82/78 a.C.), aun siendo esencial para comprender los acontecimientos de la época de los César, Pompeyo, Craso, Cicerón, Clodio, Antonio y Octaviano, suele tener menos seguimiento; cierto es que, desde la novela histórica, Colleen McCullough narró maravillosamente (y con una gran documentación) el período de Mario y Sila en tres de las novelas de su saga Masters of RomeEl primer hombre de Roma, La corona de hierba y Favoritos de la Fortuna—, pero se trata de eso: novelas, y como tal hay que tratarlas Y no no será porque no falten fuentes, que las hay, pero no con el detallismo que ofrecen los discursos y las cartas de Cicerón. Al período de los años 133-78 a.C. le falta un Cicerón, un testigo y al mismo tiempo personaje activo como lo fue el Arpinate en los años 78-43 a.C.

Canciones para el nuevo día (2562/1781): "My Sweet Lord"

Billy Preston - My Sweet Lord 

Disco: Encouraging Words (1970) 



14 de septiembre de 2018

Reseña de Julius Caesar: A Life, de Patricia Southern

Gayo Julio César es el personaje perenne de la historia romana, sobre el que siempre se vuelve. Su vida, carrera y obra es la más conocida de la historia de Roma, gracias al hecho de que su período es el mejor documentado de esta civilización y sobre él hay relatos de autores romanos durante varios siglos. Tuvo el acierto –y el oportunismo propagandístico– de escribir dos esbozos de obras históricas, sus comentarios sobre la guerra de las Galias y sobre la guerra civil de los años 49-47 a.C. (añadamos los textos sobre la guerra africana y la guerra hispana de los años 46-45 a.C incluidos en el Corpus cesariano), que permitieron que generaciones de lectores conocieran, «de primera mano», lo que hizo en ambas contiendas. Contamos con el testimonio explícito de Cicerón en muchos de sus discursos y sobre todo en su correspondencia con Ático y algunos amigos y familiares (Bruto, su hermano Quinto, el propio César en unas pocas epístolas) y con relatos casi contemporáneos como Salustio (su monografía sobre la conjura de Catilina), para, ya en las siguientes dos generaciones, las obras de Tito Livio y Veleyo Patérculo. Con casi dos siglos de distancia nos quedan las biografías de Plutarco (incluida la suya), Suetonio (su biografía, para la que pudo tener acceso a documentación de archivo) y Apiano (su historia de las guerras civiles), siendo la historia de Dión Casio (ya en el primer tercio del siglo III de nuestra era) una obra muy posterior al personaje pero también valiosa (y discutible). Todos ellos, empezando por el propio César, crearon una imagen del personaje «diferente» en cada caso, partiendo de fuentes similares pero también diversas (la historia perdida de Asinio Polión sobre el período de los años 60-42 a.C. influyó en algunos de esos autores). La leyenda, acicateada por el heredero de César, Octavio/Augusto, se forja, mezcla, amplía, difunde y mitifica, hasta el punto de que parece confundirse la vida del personaje con esa leyenda que la cultura popular del último siglo y pico ha llegado a exacerbar (del cine a la televisión, sin obviar la masa de novelas históricas que sobre el personaje se ha escrito, con mejor o peor pluma). Y más en un personaje siempre de candente actualidad: «[…] cada generación lo contempla a la luz de su propios tiempos, por lo que, al final, resulta cuestionable si en algún momento hubo un César real» (p. 9, traducción propia).

Canciones para el nuevo día (2560/1779): "Cum On Feel the Noize"

Quiet Riot - Cum On Feel the Noize

Disco: Metal Health (1982) 


13 de septiembre de 2018

Reseña de Before and After Alexander: The Legend and Legacy of Alexander the Great, de Richard A. Billows

Sobre Alejandro III de Macedonia, Alejandro Magno, se han vertido (literalmente) océanos de tinta sobre miles de páginas. Hasta tal punto que, como suele suceder a menudo, ya casi hastía ver en las mesas de novedades de las librerías “nuevas” biografías y estudios que básicamente vienen a contar lo mismo de siempre –con notables excepciones, por supuesto–; por no hablar de novelas históricas, protagonizadas por el personaje o con éste como excusa argumental. Se ha escrito mucho y básicamente sobre lo mismo; y se ha focalizado en exceso la atención en su vida, su genio militar y su leyenda. Hay espléndidos libros que siguen siendo muy vigentes hoy en día –básicamente los de A. B. Bosworth (en Cambridge University Press), Nicholas Hammond (en Alianza Editorial) y Robin Lane Fox (en Acantilado); y en la última década contamos con los espléndidos libros de Waldemar Heckel y Ian Worthington. Por supuesto, el catálogo puede ampliarse, yendo a Ernst Badian hace décadas (cuya imagen del personaje era negativa). En general, Alejandro suele ser el eje sobre el que giran los estudios y sobre él pivota la narración de los hechos que llevó a cabo durante su reinado (336-323 a.C.). Por ello, es de agradecer que Richard A. Billows haya decidido poner el acento en su padre, Filipo II (r. 360/359-336 a.C.), y en sus Sucesores –los Diádocos–, especialmente en Antígono Monoftalmos (el Tuerto), que durante dos décadas polarizó en torno a sí las guerras que los generales del rey macedonio entablaron tras su prematura muerte (Ptolomeo, Pérdicas, Seleuco, Lisímaco, Eumenes, Casandro, Crátero…). El resultado es Before and After Alexander: The Legend and Legacy of Alexander the Great (Ducksworth Overlook [Bloomsbury Press], 2018), una brillante monografía que va mucho más allá de Alejandro.