[22-I-2010]
"Todo comenzó, si mal no recuerdo, con el accidente del doctor. Al entrar en su propiedad, el caballo tropezó sobre un casi invisible cable, tensado entre dos árboles".
Michael Haneke siempre ha hecho un cine comprometido, poco dado a números de circo, seco y muy rigorista (más que riguroso), en el que la imagen forma parte de un discurso narrativo sin que decaiga en un exceso meramente visual. Sus películas no dejan indiferente, crean detractores con enorme facilidad, pero también algunos seguidores. Pero, a veces, crea películas como La cinta blanca que consiguen llegar a espectadores de todo tipo.
En una pequeña comunidad protestante del norte de Alemania, en los años 1913-1914, empiezan a ocurrir sucesos extraños: el médico del pueblo tiene un accidente provocado, muere la mujer de un granjero en la serrería del barón (casi feudal) de la hacienda local, poco después desaparece el hijo del propio barón, siendo hallado más tarde con señales de haber sido maltratado, se incendia un granero, etc. En una comunidad, donde la rutina impera (la siega, los sermones dominicales del pastor, el curso escolar, el azaroso invierno, la confirmación religiosa de los adolescentes,...), estos extraños sucesos indican que algo falla. El maestro del pueblo se erige en narrador (voz en off) muy a posteriori, echando mano de sus recuerdos, y nos narra lo sucedido. Tienen un lugar especial los hijos del pastor, especialmente Clara y Martin, castigados con excesivo rigor por el padre al inicio de la película y obligados a llevar durante una temporada una cinta blanca (símbolo de la pureza y la inocencia perdidas que conviene recordar).