Un 3 de noviembre de 1534 el Parlamento de Inglaterra aprobó la (primera) Acta de Supremacía por la que se establecía que el rey, entonces Enrique VIII, sería "la suprema y única cabeza [Supreme Head] en la Tierra de la Iglesia en Inglaterra". De esta manera, Inglaterra rechazaba la autoridad del Papa de Roma y daba inicio a su particular Reforma anglicana. Todo comenzó, como sabemos todos, con un divorcio, o el intento, según las leyes canónicas, que intentó Enrique para poder anular su matrimonio con Catalina de Aragón y casarsae con Ana Bolena. La reina se negaba a aceptar la nulidad y con ella su sobrino, el emperador Carlos V, con quien inicialmente barajó Enrique casar a su hija María; futura reina María I Tudor, que a la postre se casaría con el hijo de Carlos, Felipe II, quien durante cuatro años, además de sus títulos hispánicos y en varios territorios europeos, fue rey consorte de Inglaterra (1554-1558)... pero esa es otar historia. El asunto del divorcio real duró varios años, acabó con la preeminencia del principal ministro de Enrique, el cardenal Wolsey, hartó al rey, al Papado, a media Europa y acabó como el rosario de la aurora. Puesto que Clemente VII se negaba sistemáticamente a conceder la nulidad y menos con la burda alegación de los abogados de Enrique de que, puesto que Catalina estuvo prometida y casada previamente con el malogrado hermano mayor de Enrique —Arturo, de quien enviudó sin haber consumado el matrimonio, se decía—, pues en realidad el matrimonio de Catalina era nulo, lo cual suponía considerar a la hija de ambos, María, ilegítrima. Todo un culebrón en la época; acerca de los pormenores del proceso de divorcio recomiendo leer la biografía de Catalina a cargo de Giles Tremlett que publicó Crítica en 2012.
Enrique VIII, ca 1536, retrato de Hans Holbein el Joven. Museo Thyssen- Bornnemisza, Madrid. |
Enrique tenía una hija, pero ansiaba un varón que heredase el trono. Por ello, y ya enamorado de otra mujer (algunos dirán que encoñ...), la dama de la corte Ana Bolena, inició la demanda de divorcio ante el tribunal eclesiástico, que como sabemos bien la denegó. El papa por entonces, finales de la década de 1520, estaba prácticamente atado de pies y manos con el emperador, sobrino de la reina inglesa. Tomas Moro (Thomas More), como gran canciller del reino, heredó el litigio pero tampoco logró nada con su influencia en la curia papal. El advenedizo Thomas Cromwell se convirtó en 1531 en mano derecha de Enrique —tenéis que ver Wolf Hall, la miniserie de la BBC sobre este personaje— y se inició la senda para hacer lo que finalmente se consideró inevitable: romper con Roma, asumir el rey la supremacía religiosa en Inglaterra y, como cabeza de la Iglesia anglicana, deshacer el matrimonio con Catalina y casarse con Ana Bolena (simplifico una cuestión mucho más complejo). Dicho matrimonio se realizó en enero de 1533, iniciándose el proceso para disolver el matrimnio previo de Enrique con Catalina, que perdió la diginidad de reina y pasó a ser princesa viuda de Gales, pues se asumía que el único matrimonio válido era el que tuvo con Artuto; de paso, María, considerada una bastarda, perdió el título de princesa de Gales que le correspondía como heredera del trono, que pasó a la pequeña Isabel, de meses, hija de Enrique y Ana Bolena. El Parlamento aprobó designar reina a Ana, que fue coronada como tal. El papa Clemente VIII no lo dudó un instante y excomulgó a Enrique, que respondió urgiendo al Parlamento a aprobar una serie de leyes que significaban la ruptura con Roma, y entre ellas el Acta de Supremacía. Moro, apartado del poder y encarcelado por no acatar esta ley,sería ejecutado en 1535.
Pero romper con Roma suponía también que el rey se hacía cargo de los conventos, monasterios, iglesias, catedrales y demás propiedades eclesiásticas del reino; en pocas palabras, recaían en la corona «todos los honores, dignidades, preeminencias, jurisdicciones, privilegios, autoridades, inmunidades, beneficios y bienes propios de esa dignidad [la cabeza de la Iglesia]». Empezó un auténtico proceso de "desamortizaciones" de los bienes eclesiásticos, cuyos beneficios pasaron a la corona. Se clausuraron numerosos monasterios y tuvo lugar una persecución del clero que se consideraría católico y no anglicano, y cuyas repercusiones durarían décadas. La muerte de Eduardo VI (1553), hijo de Enrique que falleció siendo adolescente, hizo recaer la corona en María, quien fue incluida en la línea de sucesión por su padre en sus últimos años de vida. María, devotamente católica, derogó el Acta de Supremacía y durante su breve reinado Inglaterra regresó a la senda de la obediencia a Roma. Una obediencia que se frustraría, y de manera definitiva, con la promulgación de una segunda Acta de Supremacía en 1559, con Isabel I como reina, añadiéndose un matiz: la reina sería "Gobernadora Suprema" de la Iglesia de Inglaterra, y no cabeza de la misma, y como tal debía ser jurada por sus súbditos, católicos y anglicanos.
La consecuencia del Acta de Supremacía es que en la corona recayó la jefatura política del Estado y la de la Iglesia anglicana, condición que hoy en día sigue existiendo, aunque con matices; a nivel doctrinal y espiritual es el Arzobispo de Canterbury y Obispo Primado quien ejerce el liderazgo en la Comunidad Anglicana, mientras que la reina ostenta un poder simbólico como Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra (Supreme Governor of the Church of England).
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