2 de noviembre de 2013

Crítica de cine: La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche

La flamante y unánime Palma de Oro en Cannes 2013 llega a las salas comerciales y pone a prueba al espectador. Para bien, no se preocupe. Tres horas de película, sin intermedios y en un número moderado de salas, para contar una historia que podría parecer tópica de entrada: el despertar sexual y amoroso de una joven, la mencionada Adèle, una adolescente de una ciudad francesa media como es Lille. No es lo mismo ubicar la acción en una metrópolis como París que en una ciudad "de provincias", y sin embargo contemplas esta película sin apenas percatarte de la diferencia que pueda haber. Y es curioso, porque con sus 230.000 habitantes, Lille tiene locales gays y de lesbianas muy definidos, salas de exposiciones, red de transportes y todo lo que necesita una ciudad moderna para definirse como centro urbano de primer orden. Y es el lugar en el que transcurre esta vida de Adèle en dos capítulos, si hacemos honor al subtítulo original. Una historia que ya intuyes que te atrapará con sus primeras imágenes, mostrándonos la vida cotidiana, casi anodina, de una adolescente que, para variar, no sabe adónde va ni en ocasiones dónde está, pero que tiene mucho que contarnos. Mucho de sí misma y del mundo que la rodea, la acoge, la acepta... pero en ocasiones no la comprende.

Adèle (Adèle Exarchopoulos) es muy joven, su vida es como la de cualquier adolescente: acude al liceo, tiene su grupo de amigas, sus primeros escarceos con un chico, Thomas, aunque no queda satisfecha; le gusta la literatura, pero no le gusta que un profesor haga un estudio completo de los libros que está leyendo pues opina que eso le resta espacio para su imaginación; es de buen apetito, le encanta comer; le cuesta entender la filosofía y apenas conoce el arte, al menos no más allá de Picasso. Es inquieta pero callada, muy callada. Y su vida cambia cuando al cruzar la calle se fija en una chica con el pelo azul y del brazo de otra joven; no puede evitar fijarse en ella, y ahí empieza la historia de amor que marcará sus siguientes años, y podríamos decir que, de algún modo, toda su vida. Esa chica es Emma (Léa Seydoux), estudiante de último curso de Bellas Artes, declarada abiertamente lesbiana, que desea hacerse un hueco en el mundo del arte de la ciudad con sus dibujos y pinturas, y que también se ha fijado en Adèle. No espere el espectador que la relación se inicie en los primeros minutos de la película: Abdellatif Kechiche, director y coguionista de la película, a partir de la novela gráfica Le bleu est une couleur chaude de Julie Maroh, se toma su tiempo para contarnos esta relación. Hay que conocer a los personajes, especialmente a su protagonista, esa Adèle cuya vida a lo largo de varios años (calculo que en torno a casi una década, por las diversas elipsis cronológicas). Y es necesario: debemos conocer a Adèle, cuando va al liceo, cuando duerme, cuando habla con sus amigas, cuando tiene una primera relación con una compañera de clase, cuando está con su familia, cuando vive, definitivamente. De este modo, y a lo largo de toda la película, sentiremos de primera mano la multiplicidad de sentimientos y situaciones de Adèle en la relación con Emma: el descubrimiento, el conocimiento, la adoración, la presentación a los múltiples padres, la vida en común, la soledad (o lo que Adèle siente como tal), los celos, la traición...

La vie d'Adèle. Chapitres 1 et 2 es una película viva, muy viva, en sus dos "capítulos": la Adèle adolescente y que sabe/no sabe lo que quiere, y la Adèle "adulta" y maestra de escuela. La Adèle cuyo mundo gira alrededor de Emma y que es incapaz de vivir sin ella, incluso cuando no lo hace. Y cuya relación tiene en el sexo un elemento fundamental. Mucho se ha hablado de las largas secuencias sexuales entre dos mujeres, en la autenticidad que desprenden las dos actrices. Independientemente de esas escenas, y que de cualquier modo son necesarias (absolutamente) para comprender hasta dónde llega la pasión de Adèle con Emma, esta es una película de sentimientos llevados al límite. Adèle llora más que ríe, sufre más que disfruta, siente más que piensa. La autenticidad de la actriz a la hora de construir el personaje es tal que te la crees de principio a fin, incluso cuando la (pre)juzgas (¿no lo hacemos con todos los personajes?) desde tu cómoda butaca en la sala de cine. Pero más allá de esos juicios de valor (y que tienen que ver con sus actitudes, en ocasiones erráticas), durante esas tres horas de metraje has empatizado con Adèle, con sus miedos, dudas, deseos y desilusiones. Y aún querrías conocer más de su vida, qué será de ella cuando la ves alejarse por la calle con su vestido azul y con el corazón desgarrado.

Extraordinaria película, de principio a fin, en la que la naturalidad y la autenticidad (repito por tercera vez una palabra que la define por completo) son sus señas de distinción. Una película sobre la fortaleza y las grietas de una relación. De cualquier relación. Y con unos personajes tan cercanos que conectan contigo desde el primer momento en el que aparecen por la pantalla.

7 comentarios:

María dijo...

Yo al ver la película me quedé con la impresión de que esas escenas tan explícitas desvirtúan o desprestigian aquello que considero importante o poseedor de cierta profundidad. Creo que “La vida de Adèle” convierte el sexo en pornografía. Algo que es digno se banaliza y se convierte en mierda. Es indignante que el sexo lésbico haya quedado sólo en puro voyerismo y morbo despreciable de la mano de un director heterosexual sin ningún pudor. Por algo la propia autora del cómic las ha criticado tanto, y con toda la razón.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Yo me pregunto, y os pregunto: en una gran historia de amor clásica como por ejemplo, pongamos por caso "Los puentes de Madison" o "Casablanca", ¿habría "necesidad" de mostrar una escena de 10 minutos con Ingrid Bergman a cuatro patas y Humphrey Bogart jadeante encima para "entender" su pasión y su amor? No, ¿verdad? ¿A que no sería necesario ni estaría justificado y nos indignaríamos si nos obligaran a creer lo contrario? ¿Entonces por qué en esta película es así?

Isabel dijo...

A mí la película no me ha enseñado nada; sólo sexo. Las escenas de sexo son largúísimas, demasiado explícitas y no aportan nada, salvo dejar claro que entre ellas la carnalidad les une mucho (¿cuantos orgasmos son necesarios para hacernos entender que se desean y se aman?); pero no es necesario tantos minutos que rozan lo porno, rozan pero no es porno, que quede claro. He leído por ahí a críticos consagrados decir que no, que son preciosas, que son las mejores escenas de cama que se han rodado, blablabla. Indignante. Son pornografía pura y dura y creo que no hay necesidad de que cada una dure 15 minutos porque acaba siendo incómodo. A veces lo sugerido es mucho mas intenso que lo mostrado y me parece que Kechiche se recrea en exceso con la morbidez de sus protagonistas retozando... El monotema de la película era la obsesión de la protagonista por su pareja. Nada más. Por la buena puntuación me había esperado una película con más fondo, más argumentos, no este monotema sexual. Provocación y nada nuevo. Supongo que éxito asegurado, mucho ruido, nada de nueces, insulsez (reconozcamos que la protagonista es una chica aburrida y de lo más vulgar), pero eso sí provocación y sexo, que es lo único que entienden los culturetas modernos... Qué pena.

G. dijo...

Creo que estas escenas causan tanta indignación porque en ellas el director está lejos de ser ingenuo o esteta al haberlas rodado, sino morboso. Ni las lesbianas practicamos tan frecuentemente las tijeras (de hecho es una postura poco común y que está más presente en las fantasías heteros que en nuestras prácticas reales) ni desde luego tampoco follamos así la primera vez, como dos actrices porno que ya lo supieran hacer todo. No seamos inocentes, por favor: nuestra indignación radica en el hecho de que la mirada de este director es bastante hipócrita, porque nos quiere vender unas escenas sexuales supuestamente filmadas con realismo, belleza y sensibilidad cuando lo que vemos es pura recreación pornográfica con fines comerciales. El sexo lésbico vende, y eso el director lo sabía y por eso lo ha explotado, por eso todas las justificaciones de estas escenas nos parecen cuentos y engaños bastante perversos. De ahí nuestra indignación. Aunque quizá es difícil de comprender por el colectivo ajeno a las lesbianas… es como si hubieran cogido algo importante o valioso para nosotras y lo hubieran pervertido y convertido en algo barato y ofensivo, algo que sirviera para que el público se excitara y se regodeara vulgarmente. Nuestra indignación viene de que se haya manipulado y ninguneado el sexo lésbico por parte de un director heterosexual, y en esto tengo que darle la razón a la autora del cómic: ¿tanto habría costado contar con la opinión de alguna lesbiana durante el rodaje?

Delatte dijo...

Pues sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… Mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance. Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
Y conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo.
Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino).
Si habéis leído el cómic (que os recomiendo para que veais por vosotras mismas la diferencia), comprobaréis que las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.

Unknown dijo...

¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
- Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
- Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, #Elazuleselcolormascalido, de #JulieMaroh, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
- Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
- Cosifica y explota a las actrices, #LeaSeydoux y #AdeleExarchopoulos, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
- Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
- Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
- Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
- #AbdelatifKechiche demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
- Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
- Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
- Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
- Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
- Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.