Se emite esta noche en National Geographic Channel de España; en el canal hermano en USA se estrenó hace una semana. En este
año de conmemoración del 50º aniversario del asesinato de John
Fitzgerald Kennedy editoriales, productoras cinematográficas y canales
de televisión se han puesto las pilas presentando libros de todo tipo
(desde recopìlaciones de discursos a monografías sobre la investigación
de la Comisión Warren) y películas. Ya comenté hace unas semanas Parkland,
que era un docudrama que seguía, desde diversos personajes, las horas
(y días) inmediatamente posteriores al magnicidio. Pero el canal de
National Geographic decidió apostar por la mayor y mostrar el asesinato,
pero especialmente el camino hacia el asesinato. Tomando como punto de
partido el libro homónimo de Bill O'Reilly y Martin Dugard (editado en
castellano por La Esfera de los Libros), Matar a Kennedy
es un proyecto que pretende ser de altura, y a ratos lo consigue, pero
que en general no pasará de ser una película para televisión y con
trazas (muchas) de docudrama. Ya la propia estructura de la cinta,
montada escrupulosamente como si fuera un documental dramatizado en el
que las pausas para la publicidad están perfectamente escogidas, nos
predispone a ver una película que en cierto modo quiere erigirse como un
documento histórico. No llega a tanto.
La película comienza con Lee Harvey Oswald (Will Rothhaar) apostado en
la última planta del almacén de libros de textos, arma en mano,
disparando el primer tiro que alcanzó a Kennedy en el cuello. Pasamos a
flashback, cuatro años atrás: Oswald presentándose en la embajada
estadounidense de Moscú para renunciar a la ciudadanía de su país e
iniciar, como marxista convencido, una nueva vida en la URSS. Ya
conocemos la historia: las autoridades soviéticas lo destinarán a una
fábrica en Minsk, conocerá a Marina (Michelle Trachtenberg), con la que
se casará. Por su parte, el senador John F. Kennedy (Rob Lowe) anuncia
su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos, que ganará, y
comienza la etapa más importante de su vida junto a su esposa Jacqueline
'Jackie' Bouvier (Ginnifer Goodwin).
La primera hora de la cinta presenta a los dos matrimonios, los Oswald y
los Kennedy, sus vidas entrecruzadas: la obsesión de Oswald de ser
alguien conocido, una vez regresa a Estados Unidos decepcionado por la
estancia en Rusia y con Marina a su lado. Se nos muestra a un Oswald
solitario, maltratador, marxista convencido, asocial y lleno de rabia
por el asunto de Cuba y Bahía de Cochinos, así como posteriormente la
crisis de los misiles. Este Oswald es el que prefigura el perfil del
loco solitario que acabará asesinando a Kennedy, preparando el terreno
con el intento de asesinato del general derechista Edwin Walker y luego,
cuando se anuncia la visita de JFK a Dallas, decidido a matar al
presidente. Su relación con Marina se basa en un dominio que pretende
imponer en un matrimonio que hace aguas; "soy el hombre de la casa", le
dice varias veces a Marina, a lo que ella responde que no es más que un
niño. Por su parte, la figura de Kennedy es prístina, casi inmaculada de
no ser por las infidelidades a Jackie (que dolorosamente conoce), pero
su presidencia se muestra desde una luz positiva: asume la
responsabilidad de la debacle en Bahía de Cochinos, muestra firmeza en
la crisis de los misiles, prepara su reelección. Sin embargo, se pasa de
puntillas por esa presidencia, apenas unas pinceladas a cada tema,
aunque se ve mucho del presidente como persona: sus problemas de salud,
sus rollos extramatrimoniales (no esperéis ver a Marilyn Monroe, no
obstante), su amor por Jackie, y ahí es donde el buen hacer de Rob Lowe
se nota. Mimetiza al personaje en su manera de moverse, de comportarse,
de hablar; su dicción cuando pronuncia discursos o realiza comunicados
por televisión es clavada a la de Kennedy. Lo demás, lo que rodea a
Kennedy como estadista, pues queda en detalles y relleno de esa primera
hora. Pues el espectador espera la parte final, que es el asesinato de
JFK y la detención (y posterior muerte también asesinado) de Oswald.
Todo está milimétricamente presentado en la película, en su hora inicial
y especialmente en los últimos veinticinco minutos. Y, sin embargo, si
uno se despista un poco el magnicidio en la Plaza Dealey de Dallas puede
perdérselo, tan rápido como sucede todo. No espere detalles escabrosos,
rememorando la grabación de Abraham Zapruder, ni un detallismo
alrededor del traslado del cadáver al hospital Parkland. Pero esde
detallismo milimétrico no oculta la irregularidad: lo que antes era
pausado y siguiendo un orden, en el tramo final es precipitado. Incluso
la detención y asesinato de Oswald se muestran de manera que casi parece
que todo sucedió el mismo día... y conviene recordar que Oswald fue
asesinado un día después que Kennedy. También se puede hacer a la idea
el espectador que todo sigue la senda trazada por la investigación
oficial: Oswald es el loco solitario que dispara tres veces contra
Kennedy, con una puntería asombrosa a pesar de la distancia, su escasa
pericia y las limitaciones del arma que utiliza, y prácticamente no hay
más que hablar. Jack Ruby asesinó a Oswald como venganza por la muerte
de Kennedy, se entierra a los dos personajes... y aquí paz y después
gloria.
Pero, seamos justos, la película no ha pretendido contar más que lo
cuenta. Y lo hace con agilidad, ese toque de docudrama que es la carta
de presentación, cuatro personajes principales que funcionan muy bien, y
la idea de que se trata de un producto para emitir por televisión y sin
demasiadas complicaciones. Y como tal te lo tienes que tomar....
aunque, claro, uno no deja de lado las numerosas lagunas que tiene el
relato que acaba de ver.
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