4 de octubre de 2013

Crítica de cine: Gravity, de Alfonso Cuarón

Esta es probablemente la única vez que me lamente de no haber visto una película en 3D. Y probablemente esta sea la película para la que el 3D fue concebido. En realidad, viéndola en "analógico", te haces una idea de por dónde van los tiros en el formato tridimensional, y también probablemente la cosa sea espectacular pero en cierto modo accesorio (¿me contradigo?), pues intuyes que una tuerca, unas lágrimas, una nave dando vueltas y desintegrándose te rodean y te hacen vibrar. Y, en el fondo, no me han hecho falta los efectos del 3D para sentir esa sensación, para emocionarme aferrado a la butaca de la sala de cine, para agarrarme a los brazos de esa misma butaca, hecho un manojo de nervios por la tensión que estabas contemplando. Sí, me lamento por no haberme esperado tres cuartos de hora para la sesión en 3D... pero habría estado igual de maravillado ante una película que es redonda, de principio a fin. Perfecta. Hace tiempo que no tenía la sensación de que estaba ante un producto cinematográfico al que no le sobra ni le falta nada. Es simplemente perfecto. Y se llama Gravity

Alfonso Cuarón ha realizado una película que parte de una historia mínima, sólo dos actores, unas cuantas voces más, una nave y la inmensidad del espacio. La doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) participa en una misión en un transbordador especial. Es el último vuelo del veterano astronauta Matt Kowalsky (George Clooney), y lo que aparentemente va a ser un paseo espacial rutinario, el arreglo de un panel, se convierte en un desastre cuando les alcanza una estela de basura espacial: restos de satélites, trozos de naves que se han convertido en escombros, tuercas y tornillos que navegan en órbita alrededor del planeta. Si habéis visto el tráiler de la película, el punto de partida es ese: cómo la basura desencadena la catástrofe. Y como dos personas quedan abandonadas en medio de la inmensidad del espacio, con la Tierra tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, y cómo la peor de las pesadillas de un astronauta puede convertirse en realidad.

Esta es una película de emociones en cada momento. Y no es una meramente una película de ciencia-ficción; de hecho, no lo es. Es una película de aventuras y de supervivencia. Es un drama personal. Es un thriller constante. Es una metáfora de la condición humana y un epítome de su propia esencia. Cuarón no necesita más de 90 minutos para contar una película que empieza in media res, que avanza a partir de un punto de partida que desencadena la acción, y que por muy visto que pueda parecer todo lo que se nos presenta (constantemente me venían a la mente imágenes de Apolo XIII, lo cual no es un demérito, pues me ha permitido sentirme muy cómodo con todo lo que estaba viendo, al resultarme tan familiar), sin embargo (o mejor dicho, gracias a ello), fluye de una manera fácil y natural. No hay necesidad de que los personajes parloteen sin necesidad. Hay diálogos e incluso escenas cómicas, pero no hay redundancias. Ni grandilocuencia: ¿cómo va a haberla si no hay nada más grandilocuente que el espacio exterior? Sandra Bullock compone uno de los personajes más creíbles y naturales que he visto en muchos años de cine. Alguien que arrastra un trauma, como lo hacen muchos, y que en medio de la peor de las catástrofes que pueda imaginar, se sobrepone. Estás con ella constantemente a lo largo de la película; sientes sus miedos, te agarras a la más mínima esperanza que pueda surgir pues te va la vida en ello. Lo cierto es que por mucho que cuente en estas líneas, no hay nada como acercarse a la gran pantalla y seguir al personaje de la doctora Stone como si fueras tú mismo. No peco de exagerado ni pretendo crear falsas expectativas: he vivido junto a la doctora Stone esta película. He estado sufriendo con ella, desando gritar de rabia cuando las cosas no salían, aferrándome a cualquier agarradero en el momento en que estás a punto de salirte de órbita. Y lo he hecho en los 90 minutos de película, en tensión permanente y deseando aterrizar de una vez por todas.

Cuarón ha escrito un guión sencillo y al mismo tiempo universal, en el que la vida y la muerte están pendientes de un hilo, y en el que la esperanza nunca ha sido una palabra tan necesaria. Todo es minimalista, natural, con ritmo, lógico y sin perder de vista al espectador. La simplicidad del mensaje se hermana con una grandeza visual que emociona sin necesidad de apabullar. Hay una enorme humildad detrás de los creadores de esta película y una enorme convicción en los actores que la han interpretado. Y, sobre todo, tanta y tanta belleza...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gravity es un filme que ha impactado a más de uno, por la trama y por el uso de los efectos especiales, en ésta película, Cuarón demostró de lo que es capaz.