Esta es una película ideal para los que no quieren tener hijos. Y muy inquietante para los que los tienen y les han salido, mmmm, digamos que rebeldes. O con complejo de Damien de La profecía. No, no hablamos de niños satánicos. Quizá se trate de dos cuestiones a la vez relacionadas: cómo asumir que un hijo no te quiere o no lo quieres (que puede ser a la inversa) y cómo asumir que tu retoño ha cometido un crimen inimaginable... ¿o quizá ya lo sospechabas?
Basada en una novela publicada en España por Anagrama y que he tenido en mis manos varias veces pero no me he decidido a comprar, es la historia de la relación entre una madre, eva (desasosegante Tilda Swinton) y su hijo Kevin (en tres etapas de su vida, siendo Ezra Miller quien lo encarna con una pose y una mirada casi diabólicas). Por medio, un padre (John C. Reilly) que no ve (o no quiere ver) lo que subyace en su hijo. La trama es inquietante, así que mejor no contar nada. Pero tambien previsible y, especialmente, poco sutil. La directora, Lynne Ramsay, juega con la texturas, ya sea el mar de la tomatina de Buñol, una pintura roja que cuesta sacar, un lichi entre los dientes o una mermelada especialmente viscosa. Con un ritmo lento, casi hipnótico, con susurros de por medio, con más miradas que diálogos, con mucha tensión contenida, la película avanza entre el thriller y una cinta de terror. Y sin sutilezas. más bien con brocha gorda, con muchos tics impostados. Todo ello para desequilibrar al espectador, que de eso se trata. Para acojonarle con una historia que no requiere del terror fantástico, sino con la cotidianeidad. Con la culpa, con el miedo soterrado e íntimo, con el amor quebradzo de una madre que no acaba de entender a su hijo.
Película que deja mal cuerpo, pues, de eso se trata. Pero muy mal cuerpo...
Película que deja mal cuerpo, pues, de eso se trata. Pero muy mal cuerpo...
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