En una reseña de La Alemania nazi
de Álvaro Lozano (Marcial Pons, 2008), comentaba las virtudes de un
libro general, sintético y necesario sobre el Tercer Reich. Es uno de
los temas más atractivos en el panorama historiográfico actual: más de
cuarenta mil títulos sobre un período de la historia alemana breve
(1933-1945) pero que ha dejado una huella imborrable en la historia de
la humanidad. Es fácil decir frases ampulosas como ésta, pero qué duda
cabe que el período nazi ha marcado a varias generaciones; hoy en día
seguimos espeluznándonos ante el horror de los millones de asesinatos,
ante la fascinación que una nación sintió por un líder carismático, ante
las consecuencias para toda Europa sobre las ansias expansionistas de
unos dirigentes. Se ha escrito mucho, muchísimo, sobre el régimen nazi,
sobre sus fundamentos, sus flaquezas, sus líderes, su modernidad o su
barbarie, su éxito y su derrota más absoluta. Son muchos los temas que
rodean al Tercer Reich, no siendo menor la cuestión (todo un universo
en sí misma) del Holocausto. ¿Qué han debatido los historiadores al
respecto, desde sus inicios y hasta la actualidad? ¿Cuáles han sido los
principales temas de discusión? ¿Cómo ha evolucionado el estudio del
nazismo como ideología y como Estado racial, xenófobo, expansionista y,
por qué no decirlo, moderno?
Libros sobre la historiografía del Tercer Reich
hay unos cuantos en inglés, francés o alemán. Pero en castellano, y
escrito por un autor español, apenas había nada. Y este es el proyecto
que ha asumido Álvaro Lozano, sobre el que ya se comentó su trayectoria
en al anterior reseña. Un libro sobre historiografía del nazismo:
Anatomía del Tercer Reich. El debate y los historiadores (Melusina,
2012). Un libro, pues, sobre libros. Empeño fácil, se dirá. No tanto si
pensamos en la exigua parte que de esos cuarenta mil títulos publicados
hasta ahora (y en constante crecimiento) se ha traducido al castellano.
Porque, seamos sinceros, pocos lectores españoles se aventuran a leer
sobre el Tercer Reich en los idiomas en que mayoritariamente se escribe,
siendo además el general desconocimiento del idioma alemán un hándicap
suplementario. Por tanto, que un autor haya acometido la empresa de
analizar y sintetizar en poco menos de 300 páginas lo más granado,
destacado y esencial de la historiografía del nazismo es un mérito
enorme. Un mérito que se acrecienta si, a lo comentado, añadimos el
hecho de que los libros sobre debate historiográfico no son de lectura
ágil, fáciles de leer o directamente asequibles para lectores profanos;
y, de hecho, se venden poco, no más allá del círculo de especialistas
académicos, generalmente, y lectores… muy aficionados al tema. Por
tanto, congratulémonos de tener en nuestras manos un libro de este
calibre.
Hecho el elogio inicial, pasemos a comentarlo. Dos partes esenciales nutren este libro: por un lado, historiografía del nazismo en general; por otro, historiografía del Holocausto en particular. En ambos casos, aunando un repaso cronológico con un tratamiento temático o de cuestiones concretas, se analiza las diversas interpretaciones sobre la cuestión a tratar. Sería un resumen del libro la enunciación de las diversas interpretaciones analizadas, pero en el caso de la historiografía del nazismo se pasa de los análisis conservadores a las tendencias marxistas antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Se trata el análisis del nazismo como ideología totalitaria o moderna. Se plantea, especialmente, la dicotomía entre los análisis de los historiadores «intencionalistas» (o también «Hitlercéntricos») y las interpretaciones de autores «estructuralistas» (o «funcionalistas»), que no focalizan el estudio únicamente en las intenciones y los actos del Führer, sino que consideran que el régimen estuvo muy marcado, en su creación y funcionamiento, por la presión de las circunstancias existente. Se comentan las diversas controversias sobre los orígenes de los objetivos nazis (¿en la Primera Guerra Mundial?, como planteaba Fischer), o el debate establecido en los años ochenta entre los historiadores (la Historikerstreit), centrada en Ernst Nolte y los autores conservadores que le apoyaron, acerca de la teoría del primero sobre el surgimiento del nazismo como un «fenómeno que hizo época» y que dominaría la «era de las guerras mundiales» (la «guerra civil europea», que decía Nolte en un libro con este título). En esta parte también se analizan las tendencias más recientes, desde los estudios posmodernos sobre los modelos ce comportamiento social, los objetivos de guerra alemanes o la querella acerca de los alemanes como «verdugos» (Robert Gellately), para actos seguido comentar Lozano el debate acerca de los propios alemanes como «víctimas», llegando por último a las nuevas síntesis (siendo Ian Kershaw uno de los autores más destacados) que tratan de superar la dicotomía entre «intencionalismo» y «estructuralismo».
Como puede comprobar el lector, es un repaso amplio y que inevitablemente puede decaer en una densidad conceptual y analítica. Pero, sorprendentemente, no lo es. Sin necesidad de un aparato crítico que entorpezca la lectura, Lozano nos lleva a conocer las principales tendencias historiográficas sobre el Tercer Reich en general, para luego, como segundo plato de este menú, llevarnos a la panorámica concreta del Holocausto, la principal obra y el legado más nefasto realizados por los nazis. En esta segunda parte sobrevuela también el debate antitético entre autores «intencionalistas», que consideran que Hitler, incluso antes de llegar al poder, ya tenía en mente el exterminio de la población judía europea (así como de aquellos colectivos considerados subhumanos, Untermenschen, e indeseables), y autores «estructuralistas», que entienden el Holocausto como un proceso gradual, marcado por las circunstancias del período, con etapas en el tratamiento de la población judía alemana (expulsión de la cultura y el funcionariado, retirada de la condición de ciudadanos, expulsión y asesinato) para, una vez iniciada la guerra, complicarse la situación ante el control de millones de judíos en la Europa del Este. Se plantea también el debate del momento en que se toma la decisión del exterminio físico de millones de personas (¿el invierno de 1941? ¿tras la invasión de la URSS?), el papel rector de Hitler en esta decisión o la plena autonomía en sus hombres de confianza (Heydrich, Himmler). Otras de las cuestiones tratadas son el despertar de la conciencia sobre el Holocausto, las diversas etapas de estudio (desde finales de los años cuarenta hasta los grandes debates de los años noventa) o la importancia de la Conferencia de Wannsee en enero de 1942. Lozano dedica también su atención a los autores esenciales: Raul Hilberg o el estudio del Holocausto por etapas, la intencionalista Lucy Davidowicz, el estructuralismo de Kart Schleunes, la nueva síntesis de autores como Kershaw, Götz Aly y la reorganización étnica de la Europa central, Zygmunt Bauman y la concepción modern[izador]a de la burocracia alemana, la generación actual, etc. Y además sin olvidarnos de la responsabilidad de Hitler, como líder supremo o la de sus secuaces; o incluso, ya planteado en la primera parte, la cuestión de todo un entramado institucional de alemanes que, no siendo necesariamente considerados unos exterminadores, trabajaron «en la dirección del Führer» en la cuestión de la puesta en marcha del Holocausto; una cuestión que también nos remitiría al propio funcionamiento del Reich ante un líder tan notoriamente perezoso, absentista o simplemente desinteresado por las labores de gobierno. Añadamos la responsabilidad de verdugos y víctimas, de países e instituciones en torno al Holocausto. Pero no podríamos pasar por alto, por último, la controversia Goldhagen y la «responsabilidad de los alemanes corrientes», tema que jalonó un áspero debate a mediados de los años noventa, o la eterna presencia del negacionismo en torno al Holocausto.
Como observamos, pues (e inevitablemente he hecho lo que no me proponía, resumir el libro), estamos ante un libro que nos ofrece una panorámica global sobre cuestiones historiográficas relacionadas con el Tercer Reich. Y, siga sorprendiéndose el lector, con un estilo ameno (y no es nada fácil conseguirlo), ágil y sin que por ello se pierda rigor o profundidad. Porque el tema es denso, complejo y no apto para lectores profanos en la materia. Pero cualquier lector más o menos interesado en el Tercer Reich y el Holocausto se dejará llevar por el ritmo que imprime este libro. Y en ese sentido valorará todavía más el esfuerzo realizado por el autor para acercarnos a cuestiones que no suelen suscitar demasiado interés, pero que son esenciales y que ayudan a entender un período de la historia tan lejano en algunos aspectos pero tan reciente y tan actual en otros. Porque la memoria de las víctimas es frágil y cada vez van quedando menos supervivientes (e incluso perpetradores de la violencia), pero nos queda el estudio de lo que sucedió. Y ese es el propósito de la historiografía: no perder ocasión de recordar lo sucedido, analizarlo, discutirlo y, además, mantenerse alerta ante aquellos que traten de negar los hechos.
No me queda más tarea que recomendar este valioso libro, desde luego no definitivo, probablemente no perfecto, pero que, sin ánimo de una exhaustividad imposible en apenas 300 páginas, nos introduce al universo del debate entre historiadores y nos anima a seguir en la senda del conocimiento. Bravo por ello, bravo por el empeño.
Hecho el elogio inicial, pasemos a comentarlo. Dos partes esenciales nutren este libro: por un lado, historiografía del nazismo en general; por otro, historiografía del Holocausto en particular. En ambos casos, aunando un repaso cronológico con un tratamiento temático o de cuestiones concretas, se analiza las diversas interpretaciones sobre la cuestión a tratar. Sería un resumen del libro la enunciación de las diversas interpretaciones analizadas, pero en el caso de la historiografía del nazismo se pasa de los análisis conservadores a las tendencias marxistas antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Se trata el análisis del nazismo como ideología totalitaria o moderna. Se plantea, especialmente, la dicotomía entre los análisis de los historiadores «intencionalistas» (o también «Hitlercéntricos») y las interpretaciones de autores «estructuralistas» (o «funcionalistas»), que no focalizan el estudio únicamente en las intenciones y los actos del Führer, sino que consideran que el régimen estuvo muy marcado, en su creación y funcionamiento, por la presión de las circunstancias existente. Se comentan las diversas controversias sobre los orígenes de los objetivos nazis (¿en la Primera Guerra Mundial?, como planteaba Fischer), o el debate establecido en los años ochenta entre los historiadores (la Historikerstreit), centrada en Ernst Nolte y los autores conservadores que le apoyaron, acerca de la teoría del primero sobre el surgimiento del nazismo como un «fenómeno que hizo época» y que dominaría la «era de las guerras mundiales» (la «guerra civil europea», que decía Nolte en un libro con este título). En esta parte también se analizan las tendencias más recientes, desde los estudios posmodernos sobre los modelos ce comportamiento social, los objetivos de guerra alemanes o la querella acerca de los alemanes como «verdugos» (Robert Gellately), para actos seguido comentar Lozano el debate acerca de los propios alemanes como «víctimas», llegando por último a las nuevas síntesis (siendo Ian Kershaw uno de los autores más destacados) que tratan de superar la dicotomía entre «intencionalismo» y «estructuralismo».
Como puede comprobar el lector, es un repaso amplio y que inevitablemente puede decaer en una densidad conceptual y analítica. Pero, sorprendentemente, no lo es. Sin necesidad de un aparato crítico que entorpezca la lectura, Lozano nos lleva a conocer las principales tendencias historiográficas sobre el Tercer Reich en general, para luego, como segundo plato de este menú, llevarnos a la panorámica concreta del Holocausto, la principal obra y el legado más nefasto realizados por los nazis. En esta segunda parte sobrevuela también el debate antitético entre autores «intencionalistas», que consideran que Hitler, incluso antes de llegar al poder, ya tenía en mente el exterminio de la población judía europea (así como de aquellos colectivos considerados subhumanos, Untermenschen, e indeseables), y autores «estructuralistas», que entienden el Holocausto como un proceso gradual, marcado por las circunstancias del período, con etapas en el tratamiento de la población judía alemana (expulsión de la cultura y el funcionariado, retirada de la condición de ciudadanos, expulsión y asesinato) para, una vez iniciada la guerra, complicarse la situación ante el control de millones de judíos en la Europa del Este. Se plantea también el debate del momento en que se toma la decisión del exterminio físico de millones de personas (¿el invierno de 1941? ¿tras la invasión de la URSS?), el papel rector de Hitler en esta decisión o la plena autonomía en sus hombres de confianza (Heydrich, Himmler). Otras de las cuestiones tratadas son el despertar de la conciencia sobre el Holocausto, las diversas etapas de estudio (desde finales de los años cuarenta hasta los grandes debates de los años noventa) o la importancia de la Conferencia de Wannsee en enero de 1942. Lozano dedica también su atención a los autores esenciales: Raul Hilberg o el estudio del Holocausto por etapas, la intencionalista Lucy Davidowicz, el estructuralismo de Kart Schleunes, la nueva síntesis de autores como Kershaw, Götz Aly y la reorganización étnica de la Europa central, Zygmunt Bauman y la concepción modern[izador]a de la burocracia alemana, la generación actual, etc. Y además sin olvidarnos de la responsabilidad de Hitler, como líder supremo o la de sus secuaces; o incluso, ya planteado en la primera parte, la cuestión de todo un entramado institucional de alemanes que, no siendo necesariamente considerados unos exterminadores, trabajaron «en la dirección del Führer» en la cuestión de la puesta en marcha del Holocausto; una cuestión que también nos remitiría al propio funcionamiento del Reich ante un líder tan notoriamente perezoso, absentista o simplemente desinteresado por las labores de gobierno. Añadamos la responsabilidad de verdugos y víctimas, de países e instituciones en torno al Holocausto. Pero no podríamos pasar por alto, por último, la controversia Goldhagen y la «responsabilidad de los alemanes corrientes», tema que jalonó un áspero debate a mediados de los años noventa, o la eterna presencia del negacionismo en torno al Holocausto.
Como observamos, pues (e inevitablemente he hecho lo que no me proponía, resumir el libro), estamos ante un libro que nos ofrece una panorámica global sobre cuestiones historiográficas relacionadas con el Tercer Reich. Y, siga sorprendiéndose el lector, con un estilo ameno (y no es nada fácil conseguirlo), ágil y sin que por ello se pierda rigor o profundidad. Porque el tema es denso, complejo y no apto para lectores profanos en la materia. Pero cualquier lector más o menos interesado en el Tercer Reich y el Holocausto se dejará llevar por el ritmo que imprime este libro. Y en ese sentido valorará todavía más el esfuerzo realizado por el autor para acercarnos a cuestiones que no suelen suscitar demasiado interés, pero que son esenciales y que ayudan a entender un período de la historia tan lejano en algunos aspectos pero tan reciente y tan actual en otros. Porque la memoria de las víctimas es frágil y cada vez van quedando menos supervivientes (e incluso perpetradores de la violencia), pero nos queda el estudio de lo que sucedió. Y ese es el propósito de la historiografía: no perder ocasión de recordar lo sucedido, analizarlo, discutirlo y, además, mantenerse alerta ante aquellos que traten de negar los hechos.
No me queda más tarea que recomendar este valioso libro, desde luego no definitivo, probablemente no perfecto, pero que, sin ánimo de una exhaustividad imposible en apenas 300 páginas, nos introduce al universo del debate entre historiadores y nos anima a seguir en la senda del conocimiento. Bravo por ello, bravo por el empeño.
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