4 de marzo de 2012

Crítica de cine: Watchmen, de Zach Snyder

[7-III-2009]

Anoche me acerqué al cine. Salí a las tantas, que la película dura casi tres horas (seguidas, que había sesiones con un intermedio y, vamos, si no aguantamos dos horitas y media de película, mal vamos..), pero la experiencia fue positiva. Sobre todo porque no soy lector habitual de cómics, perdón, novelas gráficas, y esta versión cinematográfica me pareció francamente redonda. 

Alan Moore -este pollo- es un genio del cómic, perdón, la novela gráfica, eso dicen; y aunque no suele permitir que en las versiones cinematográficas de sus obras aparezca su nombre en los créditos (eso lo deja para el dibujante de turno, Dave Gibbons, que además cobra los derechos cinematográficos, con lo cual la operación es redonda para el dibujante), sin duda se sentirá satisfecho con los resultados. Al menos de varias de sus obras, como son V de Vendetta o From the hell, consideradas ya películas de culto. Después de mucho dime y direte entre Paramount y la Fox, hasta el punto de que el estreno estuvo en peligro, finalmente nos llegó ayer Watchmen, basada -al pie de la letra- en el cómic, perdón, la novela gráfica de Moore, publicada por capítulos entre 1986 y 1987, y dirigida por Zach Snyder (el hacedor de 300, otra película basada en otra novela gráfica, esta vez de Frank Miller).

3 de marzo de 2012

Crítica de cine: Mi semana con Marilyn, de Simon Curtis

En 1956 Marilyn Monroe viajó a Londres con su reciente marido, el dramaturgo Arthur Miller, para rodar El príncipe y la corista, proyecto que asumió sir (es importante remarcarlo) Laurence Olivier, tras haber interpretado al personaje del rey de la Europa orientan en los escenarios teatrales. Pero, para llevar la obra al celuloide, Olivier pensó en la estrella rutilante del momento, Marilyn Monroe (por delante de su esposa, una Vivien Leigh que a sus 43 años ya era "demasiado mayor" para ese papel, según sir Laurence). El rodaje fue complejo: Olivier trataba a Marilyn como una niña ignorante, molestándole su apego al método del Actor's Studio (el mismo que Leigh aprendió de mano de Elia Kazan en el rodaje de Un tranvía llamado deseo), su anárquico estilo de ensayar, sus reiteradas faltas y que, además, constantemente fuera con ella Paula Strasberg, su profesora de interpretación. Marilyn, por su parte, no lo pasó bien en los estudios Pinewood: no se amoldaba a los horarios, Miller la dejó sola a mitad de rodaje para regresar a Estados Unidos (odiaba estar sola). Pero encontró apoyo en Colin Clark, un joven ayudante de dirección, con el que pasó unos días de relax (¿hubo algo más?). Décadas después de la muerte de Mairilyn, Clark escribió un libro sobre su encuentro con la estrella de cine, y en él se basa esta película. 

Crítica de cine: La invención de Hugo, de Martin Scorsese

Pues en este año de nostalgia cinematográfica, y tras The Artist, llegó la hora para lo último de Martin Scorsese, haciendo uso del 3D y tratando (insidiosamente) de emocionarnos: La invención de Hugo

La película es para todos los públicos y nos traslada al París de finales de los años veinte, con una estación de tren como hogaf de un niño huérfano, Hugo Cabret (Asa Butterfield), que se encarga de poner en hora los relojes y trata de arreglar un autómata. Huyendo del acoso de un inspector de la estación (insopotable Sacha Baron Cohen), Hugo conoce a un cascarrabias y amargado anciano que regenta una juguetería en la estación (Ben Kingsley) y a su pizpireta ahijada (Chloë Grace Moretz). Pero, claro, las cosas no son sólo lo que parecen y el viejo cascarabias resulta ser Georges Méliès, uno de los grandes cineastas de principios de siglo. Y el autómata tiene un papel especial, asi como una llave y la magia del cine de fondo.