16 de abril de 2020
15 de abril de 2020
14 de abril de 2020
Reseña de Escape from Rome. The Failure of Empire and the Road to Prosperity, de Walter Scheidel
¿Pudo ser la caída del Imperio Romano un hecho positivo para el mundo moderno, a pesar de una tradición catastrofista que nos obliga a ver la «caída» de Roma con tintes negativos, incluso peyorativos? Esta es LA pregunta que se plantea Walter Scheidel en Escape from Rome. The Failure of Empire and the Road to Prosperity (Princeton University Press, 2019), un libro extenso y con una cierta tendencia a alargarse y «contrafactualizar» en exceso, pero que también aporta un muy interesante análisis sobre la pervivencia de los imperios. De hecho, tomando la famosa y divertidísima secuencia de la película La vida de Brian (Terry Jones, 1979) sobre «¿qué han hecho los romanos por nosotros?», podríamos responder que sí, que fueron «el alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras, los baños públicos e incluso la paz», pero también que aportaron una «herencia cultural y política» que, parafraseando al ínclito Donald Trump en un discurso ante el presidente italiano Sergio Mattarella en octubre de 2019, «se remonta miles de años» hasta ellos.* Un legado que ha pervivido a pesar de esa «caída» de Roma, que la tradición (y la convención historiográfica) sitúan en la deposición del último emperador romano de Occidente en el año 476 por el líder de un ejército de «bárbaros».
13 de abril de 2020
10 de abril de 2020
9 de abril de 2020
8 de abril de 2020
Reseña de The Last Stone: A Masterpiece of Criminal Interrogation, de Mark Bowden
El 25 de abril de 1975 Sheila y Kate Lyon, de 12 y 10 años respectivamente, desaparecieron sin dejar rastro tras visitar un centro comercial en la ciudad de Wheaton, en el estado de Maryland y el área metropolitana de Washington, D.C. Durante semanas se puso en marcha un dispositivo de búsqueda policial que no tuvo ningún resultado: las niñas no fueron halladas. Treinta y ocho años después, la investigación de un equipo del departamento de policía de Maryland en el condado de Montgomery, puso el foco en Lloyd Lee Welch, Jr., quien se presentara como testigo del secuestro de las niñas Lyon en los días siguientes a su desaparición y diera algunas pistas falsas acerca de un posible secuestrador, que llevaba un maletín y un micrófono y se acercaba a niñas para atraer su atención; no superó un detector de mentiras, admitió que había mentido, su testimonio fue desechado y liberado sin cargos. Desde 2013 Lloyd Welch fue interrogado en diversas ocasiones mientras cumplía condena por abusos a menores en una penitenciaría de Delaware, el último escalón de una carrera de atracos y asaltos sexuales que comenzara a finales de los años setenta; las transcripciones y las grabaciones en vídeo serían la base del libro de Mark Bowden, que lo visitaría más adelante, y que en aquellos meses de 1975, a los veinticuatro años de edad, trabajaba como reportero en el periódico The Baltimore News-American y realizó un seguimiento del caso hasta que la atención mediática se fue desvaneciendo.
7 de abril de 2020
6 de abril de 2020
3 de abril de 2020
2 de abril de 2020
Reseña de Brujas: ¿estigma o la fuerza invencible de las mujeres, de Mona Chollet
Nota: la reseña de este libro parte de la lectura del original en francés, Sorcières: la puissance invaicue des femmes (La Découverte, 2018).
Hace un tiempo (junio de 2018) contemplé una pintada en una de las paredes de la 3ª planta de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Una de esas frases que se hacen ubicuas y que podemos encontrar en cualquier parte, incluso en camisetas.* La frase, cuyo origen desconozco, suele repetirse a menudo en el discurso feminista y se erige en un mantra que, no por mucho repetirse, deja de perder significado. La asociación de la bruja con la mujer que ha sufrido (y sufre) represión a lo largo de la historia es más que evidente: remite, así, a la persecución de las mujeres que no siguen un comportamiento ortodoxo” con la sociedad, un lugar que se reserva al hogar y el cuidado de la familia. La caza de brujas de los siglos XVI y XVII –con el caso famoso de Salem, en Massachussetts, en 1692, recreado por Arthur Miller en su obra de teatro The Crucible (Las brujas de Salem)– pasó, en el argot popular, a significar la persecución de los disidentes (los comunistas en los Estados Unidos de la década de 1950, por ejemplo) y de aquellos grupos sociales considerados “peligrosos”. A finales de la década de 1960 la bruja fue recuperada como símbolo de un feminismo que se rebelaba contra el heteropatriarcado, en particular por los grupos feministas que confluyeron en W.I.T.C.H. (siglas en inglés de Women's International Terrorist Conspiracy from Hell), organización en la que el activismo político se mezclaba con un cierto credo neopagano en relación con la brujería, y que tuvo un cierto éxito. Sea como fuere, la asociación de la bruja con una mujer (más o menos) “liberada” de las normas sociales “convencionales” (sea eso lo que quiera ser, desde luego), ha permanecido.
1 de abril de 2020
31 de marzo de 2020
30 de marzo de 2020
27 de marzo de 2020
26 de marzo de 2020
Reseña de The Habsburg Empire: A Very Short introduction, de Martyn Rady
En el párrafo final de su libro, Matyn Rady relata una anécdota muy definitoria:
«En una ocasión, el conde húngaro Kállay digirió la atención del emperador a la antigüedad de la familia Kállay, que, como explicó con orgullo, había producido grandes señores cuando los antepasados de Francisco José eran sólo pequeños barones en Suiza. “Sí, pero nosotros lo hemos bastante mejor”, respondió el emperador. Allí donde estuvo el Imperio de los Habsburgo la Europa Central ahora hay trece repúblicas, muchas de ellas gobernadas por matones y ladrones que han saqueado a sus poblaciones. Los Habsburgo, en efecto, lo hicieron bastante mejor» (traducción propia).
La imagen que tenemos del entramado imperial de los Habsburgo –Imperio austriaco a partir de 1806, Imperio Austrohúngaro desde 1867– suele ceñirse a la de un decadente y mastodóntico viejo imperio, anclado en un pasado absurdo y desfasado, como en cierto modo parodió Anthony Hope con el ficticio país de Ruritania en la novela El prisionero de Zenda (1894), adaptada al cine en dos ocasiones (la más conocida, la de 1952, protagonizada por Stewart Granger y Deborah Kerr).
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