Nota: la reseña de este libro parte de la lectura del original en francés, Sorcières: la puissance invaicue des femmes (La Découverte, 2018).
Hace un tiempo (junio de 2018) contemplé una pintada en una de las paredes de la 3ª planta de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Una de esas frases que se hacen ubicuas y que podemos encontrar en cualquier parte, incluso en camisetas.* La frase, cuyo origen desconozco, suele repetirse a menudo en el discurso feminista y se erige en un mantra que, no por mucho repetirse, deja de perder significado. La asociación de la bruja con la mujer que ha sufrido (y sufre) represión a lo largo de la historia es más que evidente: remite, así, a la persecución de las mujeres que no siguen un comportamiento ortodoxo” con la sociedad, un lugar que se reserva al hogar y el cuidado de la familia. La caza de brujas de los siglos XVI y XVII –con el caso famoso de Salem, en Massachussetts, en 1692, recreado por Arthur Miller en su obra de teatro The Crucible (Las brujas de Salem)– pasó, en el argot popular, a significar la persecución de los disidentes (los comunistas en los Estados Unidos de la década de 1950, por ejemplo) y de aquellos grupos sociales considerados “peligrosos”. A finales de la década de 1960 la bruja fue recuperada como símbolo de un feminismo que se rebelaba contra el heteropatriarcado, en particular por los grupos feministas que confluyeron en W.I.T.C.H. (siglas en inglés de Women's International Terrorist Conspiracy from Hell), organización en la que el activismo político se mezclaba con un cierto credo neopagano en relación con la brujería, y que tuvo un cierto éxito. Sea como fuere, la asociación de la bruja con una mujer (más o menos) “liberada” de las normas sociales “convencionales” (sea eso lo que quiera ser, desde luego), ha permanecido.
*Al respecto, Rosa Montero hacía una referencia en un artículo, “Las nietas de esas brujas”, en El País Semanal, 26 de marzo de 2017.
La pintada en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, junio de 2018. Foto propia. |
En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, las acepciones para la palabra “bruja” son varias y diversas; no faltan las que, desde el registro coloquial, asimilar la bruja con la “mujer de aspecto repulsivo” y “mujer malvada”. Decir “eres una bruja” es prácticamente un sinónimo de mala persona, a la que se añaden “calificativos” como “puta”, “fea”, “gorda”, “mal follada”, etc., que suelen además lanzarse contra mujeres feministas que destacan en la política (Anna Gabriel de la CUP, por ejemplo), y que además no suelen seguir los “patrones de belleza” y de “moda” que se asocian a las mujeres en la esfera pública: “bien” vestidas, maquilladas, “puestas” en un sitio determinado y que deben lucir más que decir.
En su libro, Mona Chollet, periodista y escritora franco-suiza, se centra en la figura de la bruja, desde los tiempos medievales y hasta la actualidad, pero no como un estudio histórico per se, sino en relación con su asociación al feminismo. Nada nuevo, se podría decir. En un tema tan amplio, sin embargo, la autora acota la cuestión a cuatro aspectos determinados, como se afirma en la extensa introducción, en cuanto a lo que subyace actualmente, en esa asociación entre bruja y mujer: los prejuicios sobre la independencia de la mujer como tal (capítulo 1), la elección o no de la maternidad (capítulo 2), la vejez como estigma social (capítulo 3) –a fin de cuentas, suele asimilarse en el imaginario colectivo a la bruja con una mujer anciana–, y conceptos como lo irracional y la histeria que suelen utilizarse como armas arrojadizas contra las mujeres, tratando de minimizar su inteligencia (capítulo 4).
En cierto modo, y es lo esperable, el libro abunda en lugares comunes. Pero no se queda en ellos, sin más, ni utiliza de modo gratuito la figura de la bruja. Hay muchos conceptos antropológicos e históricos en este libro, y muchas lecturas académicas que se citan de manera pertinente y sin un mero alarde de erudición, del mismo modo que ejemplos y referencias a acontecimientos históricos relacionados con la brujería y la persecución de las mismas. Y también la autora bebe de muchísimos aspectos de la cultura popular (cine, televisión, literatura, música, deportes) para tratar el tema –o los temas– de fondo de su libro.
Mona Chollet. |
Así, para un lector no necesariamente especializado en literatura feminista (no pretende la autora darle una lección magistral al respecto), el texto resulta asequible y estimulante, pues apela a muchos ejemplos que conoce y, de hecho, “vive” en su cotidianeidad. Lectores y lectoras, desde luego. Muchas lectoras, de hecho, se sentirán identificadas con los diversos ejemplos y cuestiones que Chollet desarrolla: de la idea de que ser mujer está asociado a un determinado rol social, en el que incluso la elección de un “señorita” o un “señora” delante de su nombre determina su “lugar” en la sociedad; que la maternidad es algo obligatoriamente “deseable” –y que el hecho de que “se pase el arroz” es mucho más que un comentario coloquial–, y que quien no tiene hijos está incomplet(a); que las mujeres mayores sufren una invisibilización social a diversos niveles, de modo que la madurez en un hombre está bien vista –por mencionar un ejemplo de muchos: cómo no recordar las películas de Sean Connery en los años noventa, siempre relacionado con mujeres mucho más jóvenes que él–, mientras que una mujer madura debe apartarse “sutilmente” y ceder el paso a las nuevas generaciones (o que un hombre maduro casado con una mujer joven no es tan “escandaloso” como una mujer madura casada con un hombre joven, caso de Brigitte Macron); que la naturaleza ha hecho diferentes a hombres y mujeres respecto a su inteligencia (“ay, qué tonta eres… yo te explico las cosas”), o que una mujer que protesta por una injusticia acaba siendo una “histérica”.
Entre las virtudes del texto, además de su amenidad y claridad expositiva, incluso a la hora de desarrollar conceptos que podrían ser pasto de un academicismo algo denso, está que se mantiene al tanto de lo que sucede en la actualidad, nutriendo el libro de ejemplos múltiples y en diversas esferas: de la política a las series de televisión, del cine clásico a la literatura, pasando por lo que a grandes rasgos es la “crónica social. Ejemplos que el propio lector ya puede anticipar mentalmente a medida que va leyendo. Chollet es incisiva y expone sus puntos de vista; de hecho, los comparte con el lector, no necesariamente buscando su complicidad. No es un libro que, desde un feminismo de poltrona (y sería fácil citar algún que otro ejemplo) o de simple postureo, trate de “aleccionar” al respecto de la desigualdad y los prejuicios contra las mujeres. Hay una reflexión previa y el desarrollo de un discurso que no se queda en un “feminismo de etiqueta”; ayuda a ello que las referencias sobre las brujas sean constantes y permitan elaborar una argumentación sólida (y sin necesidad de que este lector en particular se muestre condescendiente a la hora de hacer su valoración, por otro lado; algo que parece casi “natural”: “oh, una mujer hablando de/denunciando la desigualdad, qué bien lo hace…”).
Las redes sociales son cada vez más receptivas a la denuncia del machismo en la sociedad actual y este libro parece ser un paso más para reflexionar sobre cuestiones que atañen a mujeres (y a hombres). Casos infames como el de “La Manada” muestran que hay mucho camino aún por recorrer en cuanto a la educación (sobre todo) como herramienta esencial para luchar contra el maltrato, el acoso y el abuso sexual, y el estigma social que acompaña a las mujeres que se niegan a reproducir roles y convenciones sobre cómo debe ser una mujer. La historiografía francesa (de los Annales, en sus diversas etapas, al posmodernismo) ha analizado figuras como la madre, la esposa, la monja, la beguina/comadrona, la puta y la bruja. Este libro, tomando como sustrato antropológico las múltiples lecturas sobre estos conceptos, no tan alejados unos de otros, incide en cómo las mujeres de hoy en día que tratan de huir de estereotipos y compartimentos sociales estancos son herederas de figuras perseguidas, reprimidas y estigmatizadas como fueron las brujas: la reprobación de éstas en el pasado parece repetirse en mujeres del presente. Quizá por ello, y volviendo a la frase con la que abríamos la reseña, este libro sea muy necesario (y no solamente) para las nietas de las brujas que no se pudo quemar en el pasado, y más en estos tiempos que corren,
Estamos, en conclusión, ante un libro que sobre todo destaca por su estimulante reflexión sobre aspectos diversos relacionados con las mujeres, desde un feminismo activista que sigue luchando por desterrar mitos, prejuicios y estigmas, y en pos de la igualdad. Un libro “político”, en este sentido, asumiendo lo “político” en su sentido más amplio y no estricto; y del mismo modo que Juliette Binoche comentó, en el Festival de Cine de San Sebastián de 2018, al decir “creo que ya el elegir las películas que uno hace es ya un mensaje, desde el principio. Es un acto político. Y tiene que haber coherencia entre las películas que eliges y cómo actúas en la vida” (noticia en El Español, 26 de septiembre de 2018). Este, sin duda, es un libro “político”.
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