El cine del espacio es un género propio, en el que a veces se mezcla el retrato de misiones reales con lo fantástico, el terror o incluso el thriller (ejemplos hay tantos que cada cual puede mencionar los que quiera). En clave más “histórica” hemos tenido desde las pruebas del Proyecto Mercury (1961-1963) para enviar tripulantes al espacio en Elegidos para la gloria (Philip Kauffman, 1983) a un “glorioso fracaso” como fue la misión de Jim Lovell, Fred Haise y Jack Swigert en el Apolo 13, en abril de 1970, en la película homónima de Ron Howard (1995). Pero sobre el primer alunizaje en nuestro satélite, la misión Apolo 11 (julio de 1969), el cine aún no se había acercado. Y es curioso, pues se trató del mayor éxito que logró la NASA hasta entonces (y casi me atrevería a decir que también desde entonces): lograr que dos hombres, Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin, pasearan por la superficie lunar (con un tercero, Michael Collins, orbitando alrededor del satélite). “Este es un pequeño paso para [un] hombre, un gran salto para la humanidad”, la famosísima frase que pronunció Armstrong cuando pisó por primera vez la superficie de la Luna, pasó a la historia, de la misma manera que lo hizo el personaje, que, como Charles Lindbergh cuando cruzó el océano Atlántico en avión por primera vez en 1927, ya no pudo despegarse de la leyenda de lo que hizo entonces. Un Neil Armstrong, no obstante, que pudo no ser ese “primer hombre” al que hace referencia la película de Damien Chazelle y no buscó una fama que prefería evitar. Su vida pareció encauzada para lograr aquella hazaña, pero en su interior había otras cosas aparte de la épica y el triunfalismo: había mucho dolor y un sentimiento de pérdida que quizá no le abandonó jamás.
13 de octubre de 2018
12 de octubre de 2018
11 de octubre de 2018
10 de octubre de 2018
9 de octubre de 2018
8 de octubre de 2018
5 de octubre de 2018
4 de octubre de 2018
3 de octubre de 2018
2 de octubre de 2018
Crítica de cine: El reverendo, de Paul Schrader
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
La carrera de Paul Schrader estuvo durante un tiempo vinculada a la de Martin Scorsese. Ambos se criaron en familias en las que la religión era importante: Schrader creció con el calvinismo (o cristianismo reformado, para ser puristas) y Scorsese en el catolicismo, y ello se nota en las películas que han escrito y/o dirigido. En el caso de Scorsese, la culpa y el perdón son dos de los temas que suele tratar en su filmografía; para Schrader, el remordimiento y la angustia (existencial) son elementos constantes en su obra. Vaya dos personajes, a priori tan diferentes en cuanto a formación y creencias, se podría decir. Pero el suyo ha sido un viaje personal hacia una modulación de la fe religiosa desde puntos de vista ortodoxos y con caminos que en cierto modo divergen de lo más “canónico”, por emplear esta palabra. Ambos trabajaron juntos en películas como Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980) y Al límite (1999), filmes en los que muchas de sus cuitas personales están muy presentes; y también estuvieron detrás de una cinta tan polémica en su momento como fue La última tentación de Cristo (1988). No deja de ser curioso que las últimas películas que ambos han estrenado sean precisamente obras en las que la religión es el tema (¿o quizá la excusa argumental para ir más allá?) como son Silencio (2017) en el caso de Scorsese y El reverendo (2018) para Schrader. Películas muy alejadas de la premura y la pirotecnia que suele pulular en las salas de cine actualmente y que apuestan por la reflexión y la incertidumbre como marcas de distinción.
1 de octubre de 2018
Crítica de cine: Searching, de Aneesh Chaganty
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
El thriller hay que saber llevarlo, de principio a fin, y no es fácil: para un Seven (David Fincher, 1995) que lo peta hay mil ejemplos de filmes que tratan de seguir la senda y fracasan. Menciono la película de Fincher pues es uno de esos casos claros en los que la trama funciona tan bien que resiste muy bien los revisionados, pues no es tanto el desenlace lo que importa sino el camino que nos conduce a este (por cierto, la semana pasada se emitió en un canal generalista y de madrugada, y volvió a atraparme; no la pasan a menudo por la tele, por desgracia). Y es que construir una buena historia, una trama sin agujeros ni incongruencias, que sepa mantenerte en vilo y conducirte a un clímax que, por muchas veces que lo veas aún te sigue impactando, no es nada fácil. El lector de esta crítica podrá cambiar Seven por otros títulos que funcionan muy bien y, al mismo tiempo, mencionar aquellos que no lo lograron. Las hay que tienen todos los elementos para petarlo: la historia, los personajes, la ambientación, la dosificación de la tensión… y luego resulta que, por muy bien que te lo hayan puesto en la hora y pico precedente, en la media hora final la cosa se derrumba como un castillo de naipes. Le sucedió a Grand Piano (Eugenio Mira, 2013), por citar un ejemplo reciente y que suelo mencionar a menudo: una película que lo tenía todo –guion de Damien Chazelle (Whiplash, La La Land), personajes potentes a cargo de Elijah Wood y (en la sombra) John Cusack, una historia de miedos y fracasos en torno a una pieza musical clásica contemporánea a piano, una banda sonora espectacular a cargo de Víctor Reyes, una tensión bien llevada–… y sin embargo lo tiró todo por la borda en su tramo final. Y es una lástima, porque la película iba por muy bien camino.
28 de septiembre de 2018
Efemérides historizadas (XXX): 28 de septiembre de 48 a.C. - asesinato de Gneo Pompeyo Magno
Litografía francesa del siglo XIX. |
Un 28 de septiembre del año 48 a.C., el militar y político romano Gneo Pompeyo, apodado “el Grande” (Magnus), fue asesinado cuando aún no había desembarcado en la playa de Pelusio, Ciudad situada en la desembocadura más oriental del río Nilo en el mar Mediterráneo. Su asesinato, considerado una vileza pues fue cometido por agentes del monarca Ptolomeo XIII, hermano de Cleopatra VII –la posterior amante de Gayo Julio César y Marco Antonio–, ambos correyes de Egipto pero enfrentados en una guerra civil; una guerra civil en paralelo a la que se producía entre los propios romanos. Y fue considerado un acto de vileza pues Ptolomeo aparentemente accedió a acoger a Pompeyo en su reino –de hecho, no se atrevía a rechazar su acogida, pues el romano había colocado a su padre, Ptolomeo XII, en el trono de Egipto once años antes y con el apoyo de Craso y el cónsul del año, César–, pero decidió asesinarlo para congraciarse con el enemigo y reciente vencedor de Pompeyo en Farsalia: el propio César.
27 de septiembre de 2018
26 de septiembre de 2018
25 de septiembre de 2018
Crítica de cine: El escándalo Ted Kennedy, de John Curran
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Presentada en la segunda edición del Barcelona Film Fest, el pasado mes de abril –previamente se ofreció en el Festival de Cine de Toronto, en septiembre de 2017–, finalmente llega a las salas de cine El escándalo Ted Kennedy –título que descafeína en parte el original, Chappaquiddick, palabra que desde hace tiempo se ha trasladado en inglés al argot popular–, película dirigida por John Curran y que lleva a la gran pantalla un oscuro episodio en la vida y la carrera política del senador estadounidense Edward “Ted” Moore Kennedy (1932-2009), el último de los hijos varones de la extensa familia que forjaron el magnate y embajador Joseph P. Kennedy y su esposa Rose Fitzgerald (cinco hijas y cuatro hijos). Ted fue el más pequeño de la camada y el que a priori no iba a seguir los pasos de sus hermanos; de hecho, Joe Jr, el mayor, tenía que haber sido el que hiciera carrera política, de no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial. Su testigo lo asumió el segundo de los muchachos, John “Jack” Fitzgerald, que lograría el ansiado sueño de su padre (¿no tanto el suyo, quizá?): la presidencia de los Estados Unidos en 1960 y en unas disputadísimas elecciones frente a Richard Nixon (y por un ajustado margen de apenas 112.000 votos populares, aunque, como bien sabemos, lo que importan son los votos electorales y ahí Kennedy superó claramente a Nixon por 303 votos contra 219). Jack Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, un magnicidio que, ante las numerosas lagunas en la investigación, siempre será pasto de interpretaciones y conspiranoias varias. El tercer hermano, Robert "Bobby" Francis, quien durante la presidencia de su hermano fuera Fiscal General de los Estados Unidos –el equivalente a Ministro de Justicia en nuestros lares, con algunas competencias en Interior, pues el FBIdepende de su Departamento–, asumió la tarea de “continuar” el legado de Jack Kennedy y, como senador por Nueva York entre 1965 y 1968, preparó su carrera para alcanzar el máximo cargo, la presidencia. Asesinado también, en junio de 1968 (otro luctuoso caso que abona teorías de la conspiración), cuando iba camino de conseguir la nominación demócrata a las elecciones de noviembre de ese mismo año, su legado y puesto en el Senado (por Massachussetts, ganando el cargo que ostentara su hermano Jack en unas elecciones parciales en 1962) pasaron a Ted, que a sus treinta y seis años comenzó a engrasar la maquinaria de campaña para concurrir a las elecciones de 1972.
Presentada en la segunda edición del Barcelona Film Fest, el pasado mes de abril –previamente se ofreció en el Festival de Cine de Toronto, en septiembre de 2017–, finalmente llega a las salas de cine El escándalo Ted Kennedy –título que descafeína en parte el original, Chappaquiddick, palabra que desde hace tiempo se ha trasladado en inglés al argot popular–, película dirigida por John Curran y que lleva a la gran pantalla un oscuro episodio en la vida y la carrera política del senador estadounidense Edward “Ted” Moore Kennedy (1932-2009), el último de los hijos varones de la extensa familia que forjaron el magnate y embajador Joseph P. Kennedy y su esposa Rose Fitzgerald (cinco hijas y cuatro hijos). Ted fue el más pequeño de la camada y el que a priori no iba a seguir los pasos de sus hermanos; de hecho, Joe Jr, el mayor, tenía que haber sido el que hiciera carrera política, de no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial. Su testigo lo asumió el segundo de los muchachos, John “Jack” Fitzgerald, que lograría el ansiado sueño de su padre (¿no tanto el suyo, quizá?): la presidencia de los Estados Unidos en 1960 y en unas disputadísimas elecciones frente a Richard Nixon (y por un ajustado margen de apenas 112.000 votos populares, aunque, como bien sabemos, lo que importan son los votos electorales y ahí Kennedy superó claramente a Nixon por 303 votos contra 219). Jack Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, un magnicidio que, ante las numerosas lagunas en la investigación, siempre será pasto de interpretaciones y conspiranoias varias. El tercer hermano, Robert "Bobby" Francis, quien durante la presidencia de su hermano fuera Fiscal General de los Estados Unidos –el equivalente a Ministro de Justicia en nuestros lares, con algunas competencias en Interior, pues el FBIdepende de su Departamento–, asumió la tarea de “continuar” el legado de Jack Kennedy y, como senador por Nueva York entre 1965 y 1968, preparó su carrera para alcanzar el máximo cargo, la presidencia. Asesinado también, en junio de 1968 (otro luctuoso caso que abona teorías de la conspiración), cuando iba camino de conseguir la nominación demócrata a las elecciones de noviembre de ese mismo año, su legado y puesto en el Senado (por Massachussetts, ganando el cargo que ostentara su hermano Jack en unas elecciones parciales en 1962) pasaron a Ted, que a sus treinta y seis años comenzó a engrasar la maquinaria de campaña para concurrir a las elecciones de 1972.
Efemérides historizadas (XXIX): 25 de septiembre de 1555 - firma de la paz de Augsburgo
Un 25 de septiembre de 1555 se firmó la Paz de Augsburgo entre el emperador germánico Carlos V y la Liga de Esmalcalda. Bien, será mejor que maticemos: en realidad entre la Liga de Esmalcalda y el archiduque austriaco (y rey de Hungría) Fernando, hermano del emperador, que fue quien se encargó de las negociaciones en nombre de un cansado y prematuramente envejecido Carlos V, quien ya había tomado la decisión de abdicar y retirarse al monasterio de Yuste. Y en realidad era más una tregua que una paz: la firma del tratado ponía punto y final a la primera gran etapa de disputas religiosas en torno a la Reforma luterana y abría el camino para la mal llamada Contrarreforma católica, pero a la vez inauguraba un escenario de guerra fría religiosa que no estallaría de nuevo hasta la (tercera) defenestración de Praga en 1618, antesala de la Guerra de los Treinta Años. Todo empezó con un monje alemán clavando (según la leyenda) un papel en la puerta de la Schlosskirche (“iglesia del Palacio”) de Wittenberg (Sajonia) el último día de octubre de 1517. El monje era Martin Lutero y el papel las ’95 Tesis’, un desafío en toda regla contra la Iglesia católica a raíz de las escandalosas indulgencias por parte de la alta jerarquía eclesiástica alemana y con la bendición del papa León X. Con su escrito, Lutero rompía con Roma, denunciando sus vicios y desvergüenzas, e iniciaba el camino de separación de gran parte de la Iglesia alemana respecto el Vaticano.
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