A finales de los años setenta, y especialmente
durante la década de los ochenta, hubo cinco hombres que ejemplificaron
la perfección en el hockey sobre hielo. No sólo la perfección que se
traduce en el triunfo (dos oros olímpicos, varios campeonatos mundiales y
premios individuales), sino también la perfección que se visualiza en
un juego hermoso, bellamente coreografiado, técnicamente impecable.
Cinco hombres que representaron a la Unión Soviética por todo el mundo,
mientras que el régimen del interior se hundía en la ineficacia y la
imposible competencia económica ante el bloque capitalista.
14 de febrero de 2015
13 de febrero de 2015
12 de febrero de 2015
11 de febrero de 2015
Canciones para el nuevo día (1623/852): "The Visitors / Bye / End Titles"
John Williams - The Visitors / Bye / End Titles
Disco: Close Encounters Of The Third Kind: The Collector's Edition Soundtrack - score
(1998 [1977])
(1998 [1977])
10 de febrero de 2015
Reseña de Troya, de Gisbert Haefs
«He apurado la copa. Mascado y tragado las amargas heces; la copa está vacía. Que los otros sigan su camino y devasten el rico Tameri; Ulises quiere volver a casa. El tiempo de los grandes príncipes ha pasado; quiere volver a ser el pequeño príncipe de Ítaca.
Los grandes reyes. Agamenón. Príamo. Supiluliuma, despedazado por las mujeres de Azzi en Hattusa después de la última batalla. Maduwattas el tenebroso…
[…] Por todas partes pequeños príncipes, hoy; ¿por qué no yo también en casa? Príncipes hititas en pequeños países entre Ugarit y Carchemish. Pequeños príncipes se repartirán la herencia de Madduwattas, y Mopsos… caerá y tendrá pequeños herederos. Néstor, el pobre y viejo Néstor… ¿Quién le sucederá? ¿Menelao ha desaparecido? Bien está, ¿y ella? ¿La mujer entre todas las mujeres? ¿Desaparecida con él? ¡Ah! ¡Pobre Menelao, a solas con ella! Asur también caerá, Ninurta; y Tameri». (p. 508)
De tanto en tanto, uno echa mano de la relectura como ejercicio que
no sólo significa volver sobre algo que ya se leyó. La relectura es una
nueva aproximación a lo que se recuerda y dejó huella, para trazar un
nuevo camino en la memoria y sentir (otra vez) sensaciones que parecían
olvidadas. Soy un relector impenitente, me gusta volver a degustar un
buen libro como me gusta volver a ver una buena película o sentarme de
nuevo ante la pequeña pantalla y saborear de nuevo un episodio
televisivo. Me gusta la dicotomía que se establece entre lo que se
recuerda que se leyó y lo que ahora se asimila en una nueva relectura.
De la relectura surge el placer de una (nueva) lectura y la (efímera)
sensación de conocer (de nuevo) a unos personajes. De ella nace o se
siente la nostalgia por aquello que una vez fue y que otra vez es. Me
quedan cada vez menos años como lector (ley de vida) y quizá se pueda
considerar que la relectura de lo viejo deja menos tiempo para el
conocimiento de lo nuevo. Pero los libros del futuro que se van a leer
ya están contados, del mismo modo que el tiempo que se le pueda dedicar
mengua a cada lectura que se inicie: menos libros, menos tiempo, menos
arena en el reloj. Pero precisamente porque el tiempo es inflexible,
inexorable en su caminar, detenerlo es posible (o, si acaso, engañarlo)
con una relectura. Por ello, tras las buenas sensaciones que me dejó el
recentísimo libro de Eric Cline, 1177 a.C. El año en el que la civilización se
derrumbó (Crítica, 2015), y habiendo encontrado a muy buen precio una
algo ajada edición de Troya, de Gisbert Haefs (Edhasa, 1999) en el
mercado de Sant Antoni barcelonés, decidí volver al Bronce Final, al
Mediterráneo oriental y a Wilios/Wilusa/Ilion/Troya, novela que ya había
leído, lustros ha, un par de veces en una edición de coleccionable de
quiosco.
9 de febrero de 2015
7 de febrero de 2015
Crítica de cine: Foxcatcher, de Bennett Miller
Bennett Miller tiene una interesante manera de
acercarse a hechos reales y los personajes que los viveron, y contar una
historia alrededor de los mismos que trasciende el propio tema tratado
para contar temas universales. De sus cuatro películas, tres "se basan
en hechos reales", esa etiqueta que puede ser tan contraproducente como
atractiva y que los telefilmes de sobremesa han devaluado. Con Truman Capote
(2005) nos aproximó al conflicto moral de un escritor ante unos hechos
(un asesinato brutal) y a la propia psique del protagonista, un Truman
Capote torturado y divo. En Moneyball
(2011) Miller nos habló de béisbol y matemáticas, sí, pero también el
tesón de un hombre que entendió que el deporte podía aporta mucho más de
lo que parecía. Fueron películas muy diferentes entre sí y la tercera, Foxcatcher,
seguro que se aparta de ellas. Recoge de ambas algunas ideas (un
crimen, una pasión) y nos traslada, esta vez a los años ochenta, período
ultraconservador en los Estados Unidos de América, la época de Ronald
Reagan y una nueva "revolución" americana, y utiliza un leitmotiv que
por estos lares nuestros se nos hará incomprensible, como es la lucha
libre olímpica (el wrestling que
no hay que confundir con ese espectáculo televisivo de masas que por
aquí se llamó "pressing catch" por el programa de los años noventa en
Telecinco). Pero, como en las anteriores películas de Miller, la lucha
libre olímpica es lo de menos...
6 de febrero de 2015
Canciones para el nuevo día (1620/849): "My Friends"
Johnny Depp & Helena Bonham Carter - My Friends
Disco: Sweeney Tood: The Demon Baber of Fleet Street - soundrack (2007)
5 de febrero de 2015
4 de febrero de 2015
3 de febrero de 2015
2 de febrero de 2015
31 de enero de 2015
Crítica de cine: Nightcrawler, de Dan Gilroy
Un nightcrawler (que
podríamos traducir como "merodeador" o "rondador nocturno", si nos
acordamos del personaje de cómic) es, en la jerga estadounidense, un
fotógrafo o cámara que se dedica a retratar sucesos: en los años
cuarenta y cincuenta era alguien que aparecía en los lugares donde habia
sucedido algo (un crimen violento, un accidente, un incendio) y
realizaba fotografías, algunas de ellas muy explícitas, para la prensa
sensacionalista; quizá recordemos algunas imágenes de L.A. Confidential,
la película de Curtis Hanson de 1997, en el que aparecían imágenes de
ese estilo, y de hecho las novelas de James Ellroy tiene una influencia
de la figura del nightcrawler en su desarrollo y descripciones.
Actualmente, un nightcrawler es un freelance
que va en coche o furgoneta, equipado con un portátil, una buena cámara
(con visión nocturna y un buen micrófono), un escáner de emisoras de la
policía, y que conduce por la noche a la espera (o mejor dicho, a la
caza) de un suceso, un crimen; espera llegar antes de que la policía
desmonte la escena del crimen y, desde luego, antes de que alguna otra
persona como él le robe la "exclusiva". Después, esas imágenes grabadas
se editan (en apenas unos minutos con un buen software) y se venden a
cadenas de televisión, preferentemente las locales, que abrirán con
ellas sus informativos de la mañana para informar o, seamos sinceros,
impactar a los telespectadores que se acaban de levantar. En nuestro
país la figura del nightcrawler
es inédita, ya se encargan las redacciones de (des)informativos a enviar
a sus "rondadores" diurnos y nocturnos a cazar imágenes morbosas o a
provocar el impacto de programas matinales con la "autopsia catódica",
el "análisis de la víscera" de sucesos de todo tipo. Y ahora nos llega
esta película, Nightcrawler, que indaga en esta figura del "periodismo" sensacionalista y con una vuelta de tuerca más.
30 de enero de 2015
Canciones para el nuevo día (1615/844): "Praeludium (Julius Caesar)"
Roman Peplums' Week (y V):
Miklós Rozsa - Praeludium (Julius Caesar)
Disco: Julius Caesar - score (1953)
29 de enero de 2015
Canciones para el nuevo día (1614/843): "Prelude (The Fall of the Roman Empire)"
Roman Peplums' Week (IV):
Dmitri Tiomkin - Prelude (The Fall of the Roman Empire)
Disco: The Fall of The Roman Empire - score (1964 [1998])
28 de enero de 2015
Reportaje sobre Empire en Serielizados
Con un reportaje sobre la Primera Guerra Mundial en algunas series recientes de la BBC, inicié mi colaboración con Serielizados, la estupendñisima revista on line de crítica y análisis de series de televisión creada por Betu Martínez y Víctor Sala. Ayer publicaron un nuevo texto mío: “Empire”: We Are (a Black) Family…
Un artículo sobre esta serie que FOX España estrena hoy, que ya lleva tres episodios en USA y con audiencias millonarias; tan bien ha funcionado la fórmula de culebrón + serie de/por/para negros + hip hop, que la cadena ya se ha renovado la serie para una segunda temporada.
El inicio de mi reportaje:
Con Revenge (ABC, 2011-) y Nashville (ABC, 2012-) la soap opera de prestancia lujosa, con escenarios de ensueño y personajes arquetípicos, parece haberse puesto de moda últimamente. Algo mustios quedaban los laureles de series ochenteras como Dallas (CBS, 1978-1991), Dinastía (ABC, 1981-1989) y Falcon Crest (CBS, 1981-1990): ejemplos paradigmáticos de un producto televisivo muy definido, con una raigambre folletinesca, momentos y finales de temporada impactantes (el cliffhanger) y audiencias millonarias durante años. Se trataba de un culebrón fino y reiterativo en las fórmulas utilizadas, como en las novelas de Danielle Steel: familias que se disputaban algo (siempre había una oportunidad para lanzarse como una jauría de hienas tras la posesión de una empresa, una herencia o una mansión), maridos y mujeres muy glamurosos y con pasta que gastar, vástagos acostumbrados a no dar golpe y a vivir muy bien a costa de la riqueza familiar, y parientes inesperados que de pronto aparecían para fastidiar la “normalidad” y apuntarse al carro del despelleje y el reparto de bienes; por no hablar de esos “hijos secretos” que con precisión cronológica asomaban la patita para recordarle al patriarca de turno que escondía un par de cadáveres en el armario y que ya empezaban a oler mal, así como para exigir un trozo del pastel que, casi por derecho divino, les correspondía.
... y el resto, en Serielizados. ¡No os lo perdáis!
Canciones para el nuevo día (1613/842): "The Miracle And Finale (Ben-Hur)"
Roman Peplums' Week (III):
Miklós Rozsa - The Miracle And Finale (Ben-Hur)
Disco: Ben-Hur - score (1959)
27 de enero de 2015
26 de enero de 2015
Reseña de La Alemania de Weimar: presagio y tragedia , de Eric D. Weitz
«La Alemania de Weimar significa todavía algo para nosotros. Su increíble creatividad y sus experimentos liberadores, tanto en el terreno de la política como en de la cultura, nos llevan a pensar que es posible alcanzar unas condiciones de vida mejores, más humanas y más prometedoras. Nos recuerda que la democracia, que es un objeto delicado, y la sociedad, fruto de un equilibrio inestable, siempre se ven amenazadas y pueden saltar por los aires. Weimar es una muestra de los peligros que pueden aparecer cuando no hay consenso social en ninguna de las cuestiones fundamentales, ya sean políticas, sociales o culturales. La democracia es un terreno abonado para mantener toda clase de debates que merezcan la pena, para que germine el espíritu de la cultura». (p. 424)
Entre finales de 1918 y principios de 1933 (se podría alargar el período
hasta junio de 1933, cuando los nazis han desmantelado por completo el régimen
republicano), Alemania vivió su primera experiencia democrática: la República
de Weimar; un nombre que los historiadores han puesto a este período a
posteriori, pues el nombre oficial del país en este años seguía siendo un Deutsches Reich (Imperio Alemán). En Weimar, la ciudad de Goethe, de
Schiller, de Nietzcshe y de Schopenhauer, se reunieron los diputados de la
Asamblea Constituyente para redactar la Constitución que estaría en vigor hasta
la creación de la República Federal Alemana en 1949. Weimar nació bajo el espectro de la derrota en la Primera Guerra Mundial,
alentada por un movimiento de masas de cariz revolucionario, contando con la
oposición de la derecha, la magistratura, la alta burocracia y gran parte del
ejército, y defendida casi únicamente
por los partidos de la llamada «Coalición de Weimar» (Partido Socialdemócrata
Alemán, Zentrum y Partido Demócrata Alemán). Durante los años veinte, Alemania
sufrió intentonas revolucionarias de comunistas y ultraderechistas, el Diktat de Versalles, el fantasma de la Dolchtoss o puñalada por
al espalda, la invasión franco-belga del Ruhr, la hiperinflación de 1923, el
peso de las reparaciones de guerra y, cuando las cosas empezaban a mejorar, las
consecuencias del crac de Wall Street y de la Gran Depresión, que fueron
devastadores para los alemanes. Una época turbulenta, en la que los apoyos que
tenía el régimen cada vez eran mayores y más poderosos, pero que, en cambio,
supuso un ensayo de la democracia que los alemanes disfrutaron después de la
Segunda Guerra Mundial.
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