Bennett Miller tiene una interesante manera de
acercarse a hechos reales y los personajes que los viveron, y contar una
historia alrededor de los mismos que trasciende el propio tema tratado
para contar temas universales. De sus cuatro películas, tres "se basan
en hechos reales", esa etiqueta que puede ser tan contraproducente como
atractiva y que los telefilmes de sobremesa han devaluado. Con Truman Capote
(2005) nos aproximó al conflicto moral de un escritor ante unos hechos
(un asesinato brutal) y a la propia psique del protagonista, un Truman
Capote torturado y divo. En Moneyball
(2011) Miller nos habló de béisbol y matemáticas, sí, pero también el
tesón de un hombre que entendió que el deporte podía aporta mucho más de
lo que parecía. Fueron películas muy diferentes entre sí y la tercera, Foxcatcher,
seguro que se aparta de ellas. Recoge de ambas algunas ideas (un
crimen, una pasión) y nos traslada, esta vez a los años ochenta, período
ultraconservador en los Estados Unidos de América, la época de Ronald
Reagan y una nueva "revolución" americana, y utiliza un leitmotiv que
por estos lares nuestros se nos hará incomprensible, como es la lucha
libre olímpica (el wrestling que
no hay que confundir con ese espectáculo televisivo de masas que por
aquí se llamó "pressing catch" por el programa de los años noventa en
Telecinco). Pero, como en las anteriores películas de Miller, la lucha
libre olímpica es lo de menos...
No es Foxcatcher una película de entretenimiento; en cierto modo, tampoco lo era Truman Capote.
Es una historia que se muestra poco a poco y que difiere de ésta última
en la composición: lo que en la película de 2005 es un inicio, en Foxcatcher es
un final. Tampoco es una película que te lleve a saber las causas de lo
que sucede al final, sino que nos muestra una historia de tres hombres y
con tres motivaciones muy diferentes, y sobre esos tres hombres se
cimenta el filme. Por un lado, Mark Schultz (un Channing Tatum como
nunca hemos visto), luchador y ganador de una medalla olímpica en Los
Ángeles 1984; un personaje taciturno, en cierto modo automarginado,
dependiente emocionalmente de su hermano Dave (Mark Ruffalo), algo más
que un hermano: mentor, entrenador, amigo, la única persona que le
entiende. Mark siente la necesidad de apartarse de Dave, la figura que
cosecha éxitos (también medallista olímpico) y la atención que él no
recibe. Dave tiene un proyecto de futuro, una familia, un trabajo; Mark
está solo, no parece saber qué le deparará el futuro (¿un puesto de
entrenador ayudante, siempre a la sombra de Dave?). Y en el momento en
el que comienza el filme (estupenda secuencia inicial que nos dice mucho
de Mark y sus miedos y carencias emocionales), aparece John du Pont (un
simplemente magistral Steve Carell); millonario, excéntrico,
coleccionista, "ornitólogo, filatélico y filántropo" (un mantra que
trata de hacer entender a Mark en una secuencia vitriólica del filme).
Du Pont pertenece a una de esas familias que Charles Wright Mills
retratara en genérico en La élite del poder (1956),
un hito de la sociología d la segunda mitad del siglo XX: amos del
universo, multimillonarios, con un pedigrí intachable... y con sus
rarezas, como muestra la película. Foxcatcher es la finca familiar en la
que la madre de John (Vanessa Redgrave) cría caballos, y en la que Du
Pont, que no sabe nada de lucha libre olímpica, instalará a un equipo
pagado por él para que se entrene y compita para los Juegos Olímpicos de
Seúl 1988. Y ahí entra el "fichaje" de Mark por Du Pont... o quizá
podamos hablar de la manipulación.
La relación entre Mark y John es compleja, basada en una desigualdad
manifiesta entre el deportista desvalido económica (y emocionalmente) y
el patrón poderoso que también tiene sus propias carencias afectivas.
John du Pont crea un equipo y se erige en líder del mismo, en entrenador
de un deporte que no conoce pero al que siempre ha querido dedicarse.
Du Pont tiene su talón de Aquiles que es su madre, que no lo comprende
ni quizá quiera. Mark depende de Dave, el tercero en discordia, aquel a
quien John du Pont quería fichar para que entrene a sus chicos (como su
segundo al mando, claro está). La película muestra el proceso de
"educación" y manipulación de John du Pont, la caída de algunos y el
auge de otros. En la relación entre los dos hermanos se entromete Du
Pont pero al mismo tiempo los dos hermanos acaban por romper el
quebradizo palacio mental del millonario patrón... aun sin pretenderlo.
Miller nos muestra un proceso y un final; quizá parezca que pasa mucho
tiempo entre el momento inicial de la película (marzo de 1987) y el
final (enero de 1996), pero el tiempo es comprimido hacia el final (de
los Juegos de Seúl al momento climático no parece que hayan pasado siete
años y medio), mientras que hasta llegar a Seúl parece que ha pasado
mucho más tiempo que un año y medio. El ritmo es pausado, no diría
lento, pues la película muestra el dinamismo de un proceso de
aprendizaje, conflicto, caída... ¿y redención? Conocemos a los tres
principales personajes y el proceso emocional de cada uno de ellos... y
ahí reside el interés principal de la película. No importa tanto si se
trata de wrestling (del mismo modo que tampoco importaba si se trataba el béisbol en Moneyball),
de lo que supone el esfuerzo y el entrenamiento, como de incidir en
cómo afecta ese proceso a los personajes. Y, una vez terminada la
película y haciendo un poco de retrospectiva, no importa tanto cómo se
ha llegado allí en cuanto a un proceso de causa y efecto (queda bastante
a la interpretación del espectador dilucidar esa cuestión), como el
hecho de conocer el estado emocional de los personajes en ese recorrido.
De Mark, Dave y, especialmente, John du Pont. Hasta el punto de que,
con los créditos finales, nos preguntemos "¿quién era John du Pont?".
Estamos ante una película que puede dejar indiferentes a muchos,
aburridos incluso ante una historia que no promete fuegos artificiales.
Es una historia de la lealtad malentendida, de compromiso y esfuerzo,
pero también de desamparo emocional (Mark y John) y de la posibilidad de
salir adelante con una mentalidad positiva, honestidad y esfuerzo
(Dave). Pero es también la velada crónica de una época, de la lucha
libre olímpica como metáfora de un tiempo (los años ochenta
conservadores de Reagan) y de un mundo críptico, el wrestling,
que personalmente me resulta "conocido" (y es un decir) por algunas
novelas de John Irving (la lucha libre es uno de sus temas literarios
favoritos, pues él mismo fue luchador y entrenador, antes y durante su
etapa de escritor). Y es una historia más convencional (y también
universal) de lo que puede parecer... a fin de cuentas, el ser humano
tiene conflictos y debates "convencionales".
No hay comentarios:
Publicar un comentario