31 de enero de 2015

Crítica de cine: Nightcrawler, de Dan Gilroy

Un nightcrawler (que podríamos traducir como "merodeador" o "rondador nocturno", si nos acordamos del personaje de cómic) es, en la jerga estadounidense, un fotógrafo o cámara que se dedica a retratar sucesos: en los años cuarenta y cincuenta era alguien que aparecía en los lugares donde habia sucedido algo (un crimen violento, un accidente, un incendio) y realizaba fotografías, algunas de ellas muy explícitas, para la prensa sensacionalista; quizá recordemos algunas imágenes de L.A. Confidential, la película de Curtis Hanson de 1997, en el que aparecían imágenes de ese estilo, y de hecho las novelas de James Ellroy tiene una influencia de la figura del nightcrawler en su desarrollo y descripciones. Actualmente, un nightcrawler es un freelance que va en coche o furgoneta, equipado con un portátil, una buena cámara (con visión nocturna y un buen micrófono), un escáner de emisoras de la policía, y que conduce por la noche a la espera (o mejor dicho, a la caza) de un suceso, un crimen; espera llegar antes de que la policía desmonte la escena del crimen y, desde luego, antes de que alguna otra persona como él le robe la "exclusiva". Después, esas imágenes grabadas se editan (en apenas unos minutos con un buen software) y se venden a cadenas de televisión, preferentemente las locales, que abrirán con ellas sus informativos de la mañana para informar o, seamos sinceros, impactar a los telespectadores que se acaban de levantar. En nuestro país la figura del nightcrawler es inédita, ya se encargan las redacciones de (des)informativos a enviar a sus "rondadores" diurnos y nocturnos a cazar imágenes morbosas o a provocar el impacto de programas matinales con la "autopsia catódica", el "análisis de la víscera" de sucesos de todo tipo. Y ahora nos llega esta película, Nightcrawler, que indaga en esta figura del "periodismo" sensacionalista y con una vuelta de tuerca más.

La película de Dan Gilroy gira entorno a la figura de Lou Bloom (Jake Gyllenhaal), un buscavidas, un joven sin oficio ni beneficio, y sobre todo sin escrúpulos, que trampea de aquí para allá con trapicheos y pequeños robos para ganarse la vida. Lou es inteligente, perspicaz y ambicioso. En un mundo en crisis, con miles de personas buscando bajo las piedras para ganarse la vida, Lou ansía triunfar y, por qué no, vivir el sueño americano que a tantas generaciones de estadounidenses se les ha prometido. Roba y vende pero quiere un empleo estable, y está dispuesto a trabajar gratis ("prácticas") para conseguir meter un pie en un empleo; ya las primeras secuencias de la película nos muestran a Lou tratando de vender cable de cobre y enrejado a un chatarrero y ofrecerse al mismo tiempo para un puesto de trabajo, aunque sea poco remunerado o en período de prueba. En un mundo en el que la presentación importa en el ámbito laboral, Lou se "vende" bien utilizando un lenguaje de alguien que sabe cómo promocionarse u ofrecerse con técnicas de márketing. Pero la sonrisa de Lou no tiene correlación con su mirada de hielo, y quizá sea eso lo que más impacta del personaje en el espectador: su mirada fría, de hielo, es la tarjeta de presentación de alguien capaz de lo que sea para triunfar, y de ese modo nos fijamos en personaje a este lado de la pantalla. La noche en que Lou ve un accidente en la autopista y asiste al trabajo de un nightcrawler, Joe Loder (Bill Paxton), Lou descubre qué quiere hacer en la vida. Y poco a poco sabremos qué está dispuesto a hacer. No es como el protagonista de Peeping Tom de Michael Powell (1960, traducida aquí como El fotógrafo del pánico), que grababa a sus víctimas... pero quizá se queda a medias.

Nightcrawler nos acerca a ese periodismo sensacionalista que llena de sucesos los informativos y lo hace con una mirada lúcida, inquisitiva y desapasionada: Gilroy, director y guionista, nos presenta los hechos, a Lou, a Nina (Rene Russo), la productora de una cadena local de Los Ángeles que necesita imágenes como las que "produce" Lou, a Rick (el ayudante que Lou se agencia, engañándole y vendiéndole la moto con una "promoción" en su "empresa"), y lo hace sin cargar las tintas. Lo que el espectador es lo que hay y deja en manos de éste como juzgar a los personajes y las situaciones que se están viviendo. Asistimos al despertar de un "profesional" y de una "empresa", a un "emprendedor" que con una cámara, un escáner de radio y un ordenador portátil crea el germen de lo que podría ser una gran productora dedicada al sensacionalismo informativo. Lo interesante de la película es ver esos inicios, a ese Lou que es capaz de alterar el escenario de un crimen para conseguir unas imágenes que luego venderá a un precio fijo, y sobre todo, ver cómo Lou juega con la psicología de las personas y es capaz de transformar la cálida sonrisa en la gelidez de su mirada... y que la persona con quien habla (y el espectador) sea consciente de ello. 

La película nos acerca a un personaje, sí, pero también al cáncer de una sociedad que consume imágenes violentas. Tenemos a las cadenas locales de Los Ángeles pugnando por ofrecer sensacionalismo a cualquier hora del día para conseguir más audiencia; a productores de informativos a la caza de material impactante ("o sea, sangre", dice Lou, cuando le piden imágenes más explícitas) para llenar los informativos y atrapar al espectador; cadenas de televisión que juegan con la política del miedo ("vean lo que está sucediendo en su vecindario", claman) y que no se limitan a mostrar los crímenes de delincuentes de poca monta en barrios marginales, sino que atizan el temor de aquellos que viven en "barrios buenos y tranquilos" para que el share suba unos puntos. Y tenemos una imagen de una sociedad que desayuna viendo violencia por televisión, morbo y drama para calentar los informativos; bien sabemos por nuestros lares (caso Bretón, por ejemplo) lo que significa encender el televisor a las diez de la mañana y ver tertulias en las que se prácticamente se debate el color de la víscera. Todo lo contrario de lo que realizan Will McAvoy (Jeff Daniels) y la redacción de News Night en The Newsroom... la visión (idealizada) del periodismo a servicio del ciudadano, no de un share ("un médico certifica una muerte, no unos informativos").

Magnífica película, sensacional (que no sensacionalista) interpretación de Jake Gyllenhaal, inquietantes reflexiones ante la fina línea que separa la ficción de la realidad...

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