«Detrás de la Nieuwe Kerk de Delft, en la primera casa levantada en un cruce de calles, está lo que buscamos. El taller y la tienda de un constructor de instrumentos musicales, de un luthier, un lugar en el que se obran los sonidos, todavía no música. Allí la madera adquiere forma para dársela al mundo y compensarlo. Una armonía necesaria» (p. 7).
Quizás esta sea una de las lecturas más deliciosas que haya podido
disfrutar en los últimos años. Un libro que se centra en la pintura
neerlandesa del siglo XVII... pero no sólo eso. El punto de partida lo
encuentra el lector ya en la portada: un fragmento de un cuadro de Carel
Fabritius, Vista de Delft con el puesto de un vendedor de instrumentos
musicales (1652), una pintura que apenas mide lo que un folio (15,4 x
32,6 cm), pero en la cual aparecen los tres elementos sobre los que
pivota el libro de Ramón Andrés, El luthier de Delft. Música, pintura y
ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza (Acantilado, 2013): instrumentos
musicales, la perspectiva óptica y, cómo no, Delft, ciudad de Vermeer y
que juega un rol especial.