Un 3 de septiembre de 1260 los mamelucos de Egipto derrotaron a los mongoles en la batalla de Ain Jalut, en Palestina, deteniendo el imparable avance del imperio forjado por Gengis Kan dos generaciones atrás. Se detuvo la maquinaria de guerra mongol, basada en la caballería y en un uso de tropas auxiliares de pueblos sometidos, como los georgianos, los armenios y los territorios de turcos y persas que pasaron a formar parte del Ilkanato (Iljanato), uno de los cuatro territorios en que se dividió el enorme imperio creado por Gengis a su muerte, liderado por su nieto Hulagu. Todo había empezado con el kurultai (o consejo de los kanes mongoles) que en 1251 proclamó Gran Kan (en mongol, xaan), es decir, “máximo gobernante”, a Möngke, hermano de Hulagu, Ariq Boke y Kublai; los cuatro “cachorros” mongoles se dedicaron, bajo los designios de Möngke y tras las luchas por la supremacía entre los descendientes de Gengis, a reemprender los planes de expansión contra la China de los Song (Möngke y Kublai) y el sudoeste islámico (Hulagu). Las campañas de Hulagu contra el califato abasí de Bagdad y Siria llevaron a los mongoles a su máxima expansión en el Próximo Oriente asiático, con el objetivo de eliminar a los mamelucos de Egipto.
Desde el principio en los reinos cristianos en Palestina y Siria se vio a los mongoles como el “enemigo de mi enemigo” (el musulmán turco, abasí y mameluco) que podía convertirse en aliado (y salvador). Jerusalén se había perdido en Hattin (1187) y aunque la diplomacia del emperador germánico Federico II restituyó, nominalmente, el reino jerosolimitano durante la Sexta Cruzada (1229), para perder la ciudad definitivamente en 1244, a mediados del siglo XIII los cristianos estaban prácticamente recluidos en Acre, Antioquía y Chipre. La cruzada (la Séptima, 1248-1254) de Luis IX de Francia (San Luis) contra los ayubíes –y durante la cual los mamelucos (esclavos musulmanes de origen turco y utilizados como mercenarios) derrocaron a la dinastía egipcia descendiente de Saladino–, no cambió las cosas para los cristianos, que entonces conocieron a los mongoles, incluso se maximizó la leyenda del Preste Juan, un poderoso rey cristiano que llegaría para aniquilar a los “infieles” musulmanes y a restaurar el reino de Jerusalén), y que ahora era personificada por los conquistadores mongoles, algunos de cuyos líderes se convirtieron al cristianismo, aunque no la confesión católica sino la herejía nestoriana (minucias, al fin y al cabo, pues para los cristianos de la época eran “de los nuestros”). Tras la destrucción del califato bagdadí, en 1258, y la toma de Damasco, Hulagu envió a sus generales, con Kitbuqa al mando, contra los mamelucos, con el objetivo de conquistar Egipto; el sultán egipcio, Qutuz, hizo lo propio con su comandante Baibars.
El enfrentamiento se produjo en suelo palestino, en la Galilea, y en la batalla de Ain Jalut. Del lado mongol sus tropas fueron menores, echando mano de auxiliares y pueblos sometidos, pues al fallecer Möngke en 1259 en una batalla campal contra los chinos, Hulagu se trasladó al Extremo Oriente, para un nuevo reparto de poderes y dominios con Kublai. Los cristianos se quedaron viendo los toros desde la barrera de Acre y Antioquía, aunque esperaban una derrota mameluca. La cosa no fue así: el estilo de guerra mameluco, también con jinetes como los mongoles, derrotó a los mongoles, rodeados y superados en número; Kitbuqa fue capturado y ejecutado. La maquinaria bélica mongola se detuvo aquel día en Palestina. Como consecuencia, los reinos cristianos no encontraron al poderoso aliado que les ayudaría a echar a los musulmanes de Tierra Santa. Por su parte, Baibars derrocó y asesinó a Qutuz y se proclamó sultán mameluco de Egipto, iniciándose un período de expansión en Palestina y Siria: el principado de Antioquía cayó en 1268, el reino de Acre se redujo a la ciudad y poco más (caería en 1291) y la Novena y última cruzada de 1271 simplemente certificó la agonía de los reinos francos establecidos casi dos siglos atrás y que, tras la caída de Acre en 1291, se recluirían en Chipre.
Pero lo más importante fue que los mongoles no avanzaron más por el Próximo Oriente asiático: Hulagu guerreó con parte de sus parientes (la Horda Azul, extremo oriental de la Horda de Oro), en los actuales Kazajstán y Turkmenistán, y murió en 1265; sus herederos en el Ilkanato se convirtieron al Islam y gobernaron un vasto imperio con centro en Persia que comenzó a desintegrarse a mediados del siglo XIV; luego llegarían los turcos otomanos a Anatolia, el breve resurgimiento mongol de Tamerlán a finales del siglo XIV y la paulatina desintegración de mongoles en la zona. Su hermano, Kublai, ascendió al Gran Kanato y prefirió mantenerse en el imperio chino conquistado a los Song, fundando la dinastía Yuan (que se mantendría hasta 1368); en las décadas siguientes recibiría a los mercaderes venecianos de la familia Polo, con Marco como un invitado “de lujo” y narrador (“de maravillas”) a su regreso a Venecia a finales de siglo.
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