Este es un libro extenso sobre la ciencia en
Rusia en prácticamente la primera mitad del siglo XX; de hecho, el
período entre la crisis del régimen zarista desde 1905 y la muerte de
Stalin en 1953, con un capítulo que analiza un legado en los años
posteriores a la muerte del líder soviético. De entrada, es un libro que también da pie
a una cierta confusión no necesariamente forzada: la palabra scientists
remite a científicos en general y uno esperaría que en sus páginas se
tratara el desarrollo de la ciencia en sus múltiples variedades, ya sea
desde la biología, la medicina, la ingeniería, la física y la química,
los proyectos para crear la bomba RDS-1, que sería la respuesta
soviética en 1949 a la bomba atómica estadounidense lanzada sobre
Hiroshinma y Nagasaki en agosto de 1945. Uno pensaría también que el
libro trataría la represión estalinista contra los científicos, la
paranoia de Stalin en sus años finales contra los médicos judíos, las
purgas previas de los años treinta (en campos como la geología, por
ejemplo), los aportes científicos soviéticos durante la Segunda Guerra
Mundial… y en cierto modo sí se tratan en este volumen, aunque de manera
algo desigual. Pero no, este libro no trata sobre la ciencia soviética en general, sino más bien en particular. De hecho, gran parte del libro lo protagoniza el paradigma de la "ciencia soviética": Trofim Lysenko (1898-1976).
Simon Ings |
En Stalin and the Scientists: A History of Triumph and Tragedy, 1905-1953 (Atlantic Monthly Press, 2017) Simon Ings pone el foco en la idea de que el socialismo soviético, desde
Lenin, trató de influir en la ciencia para lograr que ésta fuera una
herramienta política esencial en el proyecto de crear una potencia
mundial comunista. Sabemos bien que el comunismo en Rusia se quedó a
medio camino (no más allá de una devaluada lectura de la “dictadura del
proletariado” de Marx), pero el interés de los jerarcas soviéticos,
especialmente de Lenin y Stalin, en que la ciencia colaborase en la
forja de ese paraíso socialista que debía ser la URSS es notorio y
claro. Lenin desde una visión “filosófica” del marxismo y Stalin desde
una implementación práctica en la agricultura y la industria (planes
quinquenales, colectivización agraria, Plan Stalin para la
Transformación de la Naturaleza de 1948) pusieron la ciencia en la
primera línea del debate político (y de la disputa que iba más allá del
ámbito intelectual). E Ings centra su libro en tres vertientes: la
psicología, la genética y la agronomía… en muchos sentidos,
interrelacionadas y conectadas entre sí.
A partir del estudio biográfico de políticos, líderes y, desde luego científicos, Ings nos acerca a cómo la ciencia soviética (o al menos esas tres vertientes) fueron un campo de batalla en la URSS, sobre todo en el período de liderazgo claro de Stalin desde 1928. Ings se toma su tiempo para trazar la senda que llevaría a los proyectos de quien se acaba convirtiendo en el antihéroe de este libro: Trofim Denísovitch Lysenko, el joven y ambicioso ingeniero agrónomo que, a partir de una lectura y en no pocas ocasiones una tergiversación de las teorías de Lamarck y Michurin, estableció una ciencia agrícola que debía servir para realizar espectaculares avances en la agricultura soviética con técnicas como la vernalización de especies agrícolas en invierno, lo que significaría aumentar exponencialmente las cosechas. El problema del hambre, que causó estragos durante la guerra civil de 1918-1920, está en la base de los experimentos de los años veinte para investigaciones genéticas que solucionaran un problema endémico en una Rusia tecnológicamente atrasada; la gran hambruna de principios de los años treinta, sobre todo en Ucrania, la persecución de los kulaks y la forzosa implantación de la colectivización agraria serían causas y a la vez consecuencias políticas de los proyectos estalinistas… en los que los experimentos de Lysenko y sus seguidores tuvieron mucho que ver. Ings relata cómo Lysenko convenció a Stalin para depurar la esfera académica soviética y se hizo una figura de enorme importancia para los planes económicos del jerarca ruso. Su historia, sus obsesiones y sus proyectos nutren gran parte del libro.
Ings inicia su relato con los precedentes en genética y fisiología (Vernadsky, Vavilov, Pavlov, Bogdánov,…) en época zarista y durante la Revolución soviética, y en cómo la ciencia rusa de esos años estuvo a un altísimo nivel, con aportaciones diversas en estos campos (el conductismo de Pavlov, por ejemplo), la creación de una intelligentsia científica académica (contra la que Lysenko y Stalin actuarían en los años treinta y cuarenta), un prestigio a nivel mundial (investigaciones en Estados Unidos y Alemania) y un caldo de cultivo que demostraba que Rusia era una potencia científica. La apropiación política de los éxitos científicos por parte de Lenin y Stalin sería el germen de la tragedia que vendría después y el enaltecimiento de alguien como Lysenko, ambicioso y escasamente preparado. Quizá para un lector profano en la materia las disputas intelectuales en torno a las aplicaciones prácticas de estudios genéticos en la agricultura pueden resultar algo áridas (y eso que el estilo de Ings es ameno y divulgativo), pero resulta muy interesante el panorama que narra. No sólo trata sobre agronomía y fisiología, sino también sobre estudios de eugenesia (que también estaban en boga en Estados Unidos y Alemania… y sabemos adónde condujeron en este país), sobre el estajanovismo industrial, sobre personajes como el sindicalista Alekséi Gástev (y su versión propia del taylorismo), la influencia del escritor Máksim Gorki (muy bien relacionado con el círculo científico),.. y, por supuesto, los propios avatares políticos del régimen soviético: el liderazgo de Lenin, las disputas por sucederle a su muerte, el auge de Stalin y las purgas contra sus rivales (Bujarin, Rykov, Kaménev, Zinoviev), el Gran Terror de mediados de los años treinta, etc. Ings nos cuenta la historia de las primeras décadas del régimen soviético a la par que las disputas doctrinales de ingenieros agrónomos, fisiólogos, psicólogos, etc. Y Lysenko está en el centro del libro y su auge y caída centran la segunda parte del mismo.
A partir del estudio biográfico de políticos, líderes y, desde luego científicos, Ings nos acerca a cómo la ciencia soviética (o al menos esas tres vertientes) fueron un campo de batalla en la URSS, sobre todo en el período de liderazgo claro de Stalin desde 1928. Ings se toma su tiempo para trazar la senda que llevaría a los proyectos de quien se acaba convirtiendo en el antihéroe de este libro: Trofim Denísovitch Lysenko, el joven y ambicioso ingeniero agrónomo que, a partir de una lectura y en no pocas ocasiones una tergiversación de las teorías de Lamarck y Michurin, estableció una ciencia agrícola que debía servir para realizar espectaculares avances en la agricultura soviética con técnicas como la vernalización de especies agrícolas en invierno, lo que significaría aumentar exponencialmente las cosechas. El problema del hambre, que causó estragos durante la guerra civil de 1918-1920, está en la base de los experimentos de los años veinte para investigaciones genéticas que solucionaran un problema endémico en una Rusia tecnológicamente atrasada; la gran hambruna de principios de los años treinta, sobre todo en Ucrania, la persecución de los kulaks y la forzosa implantación de la colectivización agraria serían causas y a la vez consecuencias políticas de los proyectos estalinistas… en los que los experimentos de Lysenko y sus seguidores tuvieron mucho que ver. Ings relata cómo Lysenko convenció a Stalin para depurar la esfera académica soviética y se hizo una figura de enorme importancia para los planes económicos del jerarca ruso. Su historia, sus obsesiones y sus proyectos nutren gran parte del libro.
Ings inicia su relato con los precedentes en genética y fisiología (Vernadsky, Vavilov, Pavlov, Bogdánov,…) en época zarista y durante la Revolución soviética, y en cómo la ciencia rusa de esos años estuvo a un altísimo nivel, con aportaciones diversas en estos campos (el conductismo de Pavlov, por ejemplo), la creación de una intelligentsia científica académica (contra la que Lysenko y Stalin actuarían en los años treinta y cuarenta), un prestigio a nivel mundial (investigaciones en Estados Unidos y Alemania) y un caldo de cultivo que demostraba que Rusia era una potencia científica. La apropiación política de los éxitos científicos por parte de Lenin y Stalin sería el germen de la tragedia que vendría después y el enaltecimiento de alguien como Lysenko, ambicioso y escasamente preparado. Quizá para un lector profano en la materia las disputas intelectuales en torno a las aplicaciones prácticas de estudios genéticos en la agricultura pueden resultar algo áridas (y eso que el estilo de Ings es ameno y divulgativo), pero resulta muy interesante el panorama que narra. No sólo trata sobre agronomía y fisiología, sino también sobre estudios de eugenesia (que también estaban en boga en Estados Unidos y Alemania… y sabemos adónde condujeron en este país), sobre el estajanovismo industrial, sobre personajes como el sindicalista Alekséi Gástev (y su versión propia del taylorismo), la influencia del escritor Máksim Gorki (muy bien relacionado con el círculo científico),.. y, por supuesto, los propios avatares políticos del régimen soviético: el liderazgo de Lenin, las disputas por sucederle a su muerte, el auge de Stalin y las purgas contra sus rivales (Bujarin, Rykov, Kaménev, Zinoviev), el Gran Terror de mediados de los años treinta, etc. Ings nos cuenta la historia de las primeras décadas del régimen soviético a la par que las disputas doctrinales de ingenieros agrónomos, fisiólogos, psicólogos, etc. Y Lysenko está en el centro del libro y su auge y caída centran la segunda parte del mismo.
Trofim Lysenko mide el tamaño del trigo en Odesa, en la década de los años 1930. |
Estamos, pues, ante un libro de historia que a su vez es una
atractiva panorámica sobre una parte de la ciencia soviética entre 1918 y
1953, grosso modo. Cierto es que se menciona el proyecto atómico y
estudios sobre neuropsiquiatría durante la guerra, pero no son el
elemento principal del volumen. Y lo que pudiera parecer un déficit, en
cierto sentido se convierte en un acierto: centrar el libro en los
proyectos nucleares, por ejemplo, que en sí pertenecen a los últimos
años de Stalin no habría permitido poner la lupa en las intensas
disputas que sí jalonaron la mayor parte del período estalinista, y que
se centraron en los estudios sobre genética y sus aplicaciones en la
ciencia agrícola. A fin de cuentas, Stalin basó su prestigio interno, en
los primeros años treinta, en colosales proyectos como la
colectivización agraria y los planes quinquenales. Y son esos años
treinta el núcleo principal del libro, a los que se llega tras un
estudio minucioso de las dos décadas precedentes.
En conclusión, y aunque pueda resultar un tema algo árido para un lector que
se lleve a engaño con el cariz que le da Simon Ings al vocablo
scientists, este libro aporta algo
diferente: una mirada incisiva a la relación entre (una parte
sustancial de) la ciencia y la política en la URSS durante tres décadas;
y en sus nefastas consecuencias para la sociedad y la economía
soviéticas en los años posteriores (por mucho que haya nostálgicos del
régimen soviético que enaltezcan el Plan Stalin de 1948, por ejemplo).
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